Digitized by the Internet Archive in 2010 with funding from University of British Columbia Library http://www.archive.org/details/losprisionerosesOOmore ü S PRISIONEROS ESPíiOLES SN PODER DS LOS TAGALOS RELATO HÍSTORÍCO de este cautiverio y de las gestiones llevadas á cabo para libertarlos POR Luis Moreko Jbrbz •i- MANtLA-DICIEMBRE-1899'¡ MANILA ESTAB. TlP.-LlT. DEL «DiARIO DE MANILA.» Escolta, nüm 31 1900 ^ y//^. /f¿P^ O/ec DEDICATORIA DIPUTADO Á CORTES, DIRECTOR DEL PE- RIÓDICO «EL IMPARCIAL.>> Nadie con más méritos que V. para que su nombre figure en las pri- meras páginas de este libro. El ejército español^ ¿que digo?^ España entera es á y . deudora de inmensa gratitud por su feli:^ iniciativa^ hermosamente desarrollada^ acudiendo al socorro del infeli:{ soldado de nuestras guerras de Cuba y Filipinas. Ningún español podrá olvidar que el periódico que V. tan dignamente dirige ha repartido más de un millón de pese- tas en la obra anteriormente citada y este hecho ^ reconocido como de gran filan- tropía^ le ha conquistado el nombre de benemérito de^la patria. La índole de mi trabajo^ consagrado IV á la simpática otra de poner de relieve cuantas gestiones hayan podido favorecer á los infelices prisioneros de los tagalos, ha de ser acogida por V. con benevo- lencia y cariño y por esta causa me he tomado la lihertad de dedicárselo. Si V. lo acepta^ tendrá para mi el indiscutible mérito de verse honrado con su nombre. Su afectísimo s. s. y amigo ^ PROEMIO t>»<« rODo cuanto afecta á Jos prisio- neros españoles, en poder de los tagalos, y la triste prolongación de su cautiverio en estas islas, tiene ver- dadera importancia en los actuales momentos, en que Ja noble nación española y, más aúr?, las personas interesadas, demandan, con la urgen- cia que el caso requiere, la libertad de tantos infelices hermanos, victi- mas de los desaciertos de nuestros gobiernos que nos llevaron, con sus VI imprevisiones, al triste estado de in pérdida de un rico impeiio coIooiaK Objeto de todas las conversaciones son, asi mismo, Jas gestiones que cerca de los tagalos se vienen haciendo para conseguir tan ansiada libertad. Mu- cho se dice, sin conocimiento de cab- sa, que afecfa á esta impoitán'ísicca cuestión y es materia de gran con- troversia el estado en que se encuer- tran nuestros hermanos cautivos; el trato que reciben por parte de la re- volución filipina, que los retiene, y otra porción de circunstancias que de poner en claro han de ser el ob- jeto del presente libro. ^i a^gún beneficio han de encon- trar los prisioneros con la publicación de esta obra y, por otra parte, si Ja misma pudiera servir como prelimi- nar á Ja persona ó personas que, con mayores elementos, quieran, en su día, perpetuar la momoria de este vil desdichado cautiverio, será evidente que no perdimos el tiempo, guiándo- nos siempre las más puras intencic- nes, que vendrán á compensar nues- tras Eotorias deficiencias que, si el lector quiere perdonar, le estaremos muy agradecidos. Manila, 1899 S^ ZMOM^^-Í^J-Sá^ZM^^tm CAPITULO I El desacierto y falta de iniciativas del general Augustin son el origen de haber caido prisioneras las tropas españolas que guarnecían el archipiélago. Cómo debieron hacerse las re- concentraciones en evitación de estos desastres. Fechas en que capitularon los principales núcleos de fuerzas espa- ñolas. Fechas en que se rindieron las principales capitales de provinciu, origen de la prisión del eleiuento civil espa- ñol y frailes. Consideraciones generales. '^dTAO entra en el objeto de esta obra juzgar [^^de los hechos que durante el mando del ge- ^^' 'neral Augustin se desarrollaron en el ar- chipiélago filipino y que tuvieron por término la pérdida para España de tan estinaable colonia. Al general Augustin lo hemos de juzgar como imprevisor, dando lugar, con su carencia de ini- ciativas y pocas facultades de mando, á que las tropas españolas que operaban en el archipiélago contra la insurrección cayeran en poder de la misma. Bien cierto es que en Filipinas se acumularon muchos malíi en aquellos augustiosos momentos en que se tambaleaba la soberanía española, so- bresaliendo, entre todos, la carencia de una auto- ridad entendida y prestigiosa que, con sus inicia- — a — tivas, hubiera encontrado elementos y recursos para haber conseguido el sufrimiento, en su más mínima parte, del grandioso desastre que nos amagaba Las únicas ideas reden oras que se le ocu rieron al general Augustin, por aquel enton- ces, solo sirvieron para amargar, más y más, la situación, acelerándola en tedas sus partes. El nuevo gobernador general, desconocedor del país, rodeado d¿ esa camarilla consejera que siempre se ba enseñoreado aquí en torno de los gobernantes, mal imbuido v peor aconsejado por alguno de los señores que componían la junta ('e autoridades, perdió la acción de manera tanta que no previo la magnitud de los sucesos que se nos venían encima, cual lo demuestra el he- cho tan elemental de no haber ordenado la re- concentración de todas las fuerzas del archipié- lago, que tuvieron tiempo más que suficiente para llegar á Manila, en cuyo lugar hubiéranse evi- tado las prisiones acaecidas, y en espera de futu- ros acontecimientos, desde esta población podría haberse emprendido de nuevo, caso necesario, la reconquista del archipiélago. Varios entendidos jefes militares conocieron muy á tiempo la grave situación del país, que nos era completamente hostil, y ante la carencia de defensas y otros elementos de guerra, avisa- ron á la autoriiad superior la conveniencia de una inmediata reconcentración. El gobernador general confió demasiado ordenando que los nú- cleos de fuerzas permaneciesen en sus respectivas guarniciones, las que, transcurridos muy pocos días, sin elementos de combate y en situacióa muv comprometida, capitulaban ante su enemigo, que lus asediaba en grandísimas masas. El general Augilstín, convencido en parte de su error y allá por los días 28 al 30 de Mayo envió telegramas a algunos gobernadores Político Mi'itares v Jefes de fuerza?, autorizándoles á re- tirarse ó reconcentrarse, si lo creían conveniente; pero era ya tarde, pues cuantas fuerzas ó colo- nias cjue componían las capitales de provii cía íe pu<^ieron en movimier.to con el ánimo de sal- varse, fueron cayendo en poder del enemigo, al que, después de batido en algunos puntos tuvie- ron por fin que rendirse. De este gravísimo error en un gobernante nace el oiígen de los prisioneros españoles en Filipina§. No hoce falta, ciertamente, d sponer de un mapa donde conste la situación de las fuerzas que guar^ ecían la isla de Luzón jara apre- ciar á simple vista cómo debieron bacerse las reconcentraciones que dejamos indicadas. Las tropas estacionadas en las provincias de Bulacan, Pampanga, Tar ac, Pangasinan, Nueva Ecija y Nueva Vizcava debieron agruparse sobre uno ó varios puntos de la vía férrea para desde allí venir á Manila, y como creemos que la crden de reconcentración debió darse tan pronto como en Filipinas se supo la rup ura de las relaciones amistosas entre España y América, (21 de abril de 1898^ conociéndose ciertamente que una es- ci^adra americana estaba prJxima al arcl.ipiélago, las demá'í fueizas que guarnecían provincias cuya capital era puerto de mar, a estas cabeceras debió acudir la reconcentración para venir á Manila por vía marítima. En este último caso se hu- bieran encontrado las provmcias de Cavite, Zam- bales, Union, llocos, Cagayan, Principe, Bataan, Laguna, Camarines y otras; y aún dado el caso de haberse >a establecido el bloqueo de la ca- pital, por la escuadra americana, hubiéranse ha- llado medios hábiles de reconcentración durante aquellos días que mediaron entre el i." al 19 de Mavo, fecha esta última en que habiendo regresado Aguinaldo al archipiélago, empezó de nuevo la tarea de organizar la insurrección. Esta organización salvadora debió tenerse es- tudiada y preparada para ponerla en ejecución €n ei momento preciso, y llegado este caso de- biera haberse facilitado la venida á Manila del elemento civil, y cuantos particulares lo hubieren deseado, con los caudales del gobierno existentes en las respectivas provincias v 'a impedimenta más indispensable. A lo sumo puede concederse que alguna provincia ó destacamento más distantes, sin tiempo hábil para la reconcentración, ca era en poder del enemigo, lo cual hubiera su|.'Uesto muy poco. Puede decírsenos que no convenía abandonar las provincias entrcgai dolas a la anarquía. A esto responderemos que las provincias y el orden in- terior debió confiarse á las milicias provinciales crea- das recientemente. Si no hubo reparo para armar- las, tampoco debió existir para entregarles la custodia del territorio. No se realizaron así las cosas ocurrió lo que forzosamente tenía que ocurrir. Aguinaldo con — 5 — avuda de los americanos v los elementos que candidamente le diera el general Augustin, organizó de nuevo la insurrección armada contrn los españoles, distribuyó sus fuerzas en varias provincias y el día 27 de Maro de 1898 se lan- zaba al campo proclamfndose el libertador del pueblo filipino. Atacó con denuedo y en intervalo de tiempo, mas ó menos largo, á todos los des- destacamentos españoles diseminados en el ar- chipiélago, T aunque por el pronto esros rechaza- ron el rigoroso ataque, faltos de víveres y mu- niciones, rodeados de enemigos por todas partes y abandonados á sus propias fuerzas, tuvieron al cabo que sucumbir capitulando con los taea'os. El primer destacamento español que firmó su ac'a de capitulación ante los filipinos lo fué el de Imus, en la provincia de Cavite, que lo ve- rificó el día 30 de Mayo de i8g8, después de tres días de heroica resistencia. Siguieron las rendiciones en esta misma provmcia por el si- guiente orden: Dasmariñas el i.° de Junio de 1898: San Francisco de Malabon el 3 de Junio de 1898: en este punto quedó prisionero el ge- neral de brigada D. Leopoldo García Peña. De los restantes puntos del archipiélago recordamos las siguientes fechas en que se llevaron á cabo las capitulaciones: Bacolor, Pampanga, 4 Junio 1898 : Calumpit, 10 Junio 1898 : Batangas, 20 Junio 1898 : Bulacan, (24 Junio 1898 : Lioa, Ba- tangas, 25 Junio 1898]: Tarlac, 11 Julio 1898 : Dagupan, Pangasinan, 22 Julio 1898: Iba, 'Zam- bales, 25 Julio 1898 : Romblon, 27 Julio 1898 : San Fernando, i Union, 31 Julio 1898 : Bangar, ^ 6 - í Union, 7 Agosto i8gS): Tagudir, (llocos Sur, 1 1 Agosto 1898): La'-.ag, (Ta' abas. 17 Agosto 1898); Vigan, 'lloros Sur, 17 Agrslo i8g8) llocos Norte, 17 Agos o 1898: Tanay, (MoronF, 19 Agosto 1898): Isabela, (Cagaban, 20 Agosto 1S98): Bangui, 'llocos Norte, 25 Agosto 1898): Lal-loc, (Cagayan, 25 Agosto 189S): Aparri, (26 Agesto 1898: acui quedó hec'io prisionero el señor Obispo de Nueva Segovia: Bontoc, (Lepanto, 26 Agosto 1898 : Claveria, (Le- panto. 27 Agosto 1898;: Santa Cruz de la La- guna, (2 Septiembre 1898): Morong, (4 Septiem- bre 1898): Daet, (Nueva Cáceres, 25 Septiembre 1898): Bayombong, í Nueva Vizcaya, (27 Septiem- bre 1898): (i) V algunos otros cuvas fec as nos ha sido imposible averiguar. Como consecuencia final de estos hechos, que- daron en poder de los tagalos, aproximadamente, los siguientes prisioneros españoles: Generales, jefes, oficiales v soldados. 8200 Empleados civiles de todos los ordenes 250 Particulares 310 Obispos y frailes 399 Total. . . 9159 (2) (i) Las especialisimas circunstancias que concurrieren en el valiente destacamento que guarnecia el pueblo de Baler (Distiito del Principe), que como todos saben sostuvo con arrojo un estrecho sitio de once meses, hace que no mencionemos aquí su capit' lación Además dichas fuerzas, al rendirse á los tagalos, quedaron en completa libertad, viniendo enseguida á Manila. ^a) El el acta de constitución del gobierno revolucionario de Filipinas firmada por Aguinaldo en B^coor, provincia de Cavite, el día 6 de Septiembre de 1898, se dice entre otras co- Cifra aterradora que. á nuestro juicio, jamás debió sucumbir al enemigo, si, como Irem.os dicho anteriormente, se hubiesen tomado las prudentes medidas que entonces aconsejaban las circuns- tanc'as y que no e-aa otras que una reconcen- tración gentral en la capital del arc+iipiélago sas, lo que sigae: «La revolución domica en la aetualidad en las provincias de Cavite, Batargas, Mindoro, Tayabas. Laguna, Morong, Bulacaa, Bataan, Pampanga, Nueva Ecija. Tarlac, Pan- gasinan, Uniorj Infanta y Zambales. La revolución tiene ade- más unos nueve mil prisioneros de guerra, que son tratados con arreglo á los usos de la g-uerra entre las naciones cultas y á les sentimientos humanitarios, eto ,#l.^¿SÍ^^&t^#Í^S€¿£!Í5áS*Ji* "^i&y CAPITULO II Trato que :e dio á los prisioneros españoles. AtropeJlo», mar- tirios y otros excesos. Alimentación. Algnroí testimonios. Excepciones que conviene señalar. Docaoientos auténticos. Proceder inicuo de algunos periódiccs de Manila. IJ/ L primer número del periódico La Inde- ^^ pendencia, órcano del gobierno revolucionario, ^■^ contenía un artículo titulado «Los prisione- ros», en donde, entre otras cosas, y después de manifestar que la desgraciada condición de un prisionero le despoja de la calidad de enemigo y se convierte en hermano digno de conmiseración y de que su vida ^ 1 onor sean respetados, dice lo que copiamos textualmente: «Esto es lo que el gobierno ha hecho y se- >guirá haciendo con los nueve mil prisioneros »que en la actualidad tiene á su disposición en «diversos puntos de la isla de Luzón. En vlvsl »forma adecuada á sus escasos recurscs,. el go- 2 — i8 - »bierro revolucionario proporciona á esta muchc- »dumbre alojamiento relativamente cómodo, coslea »su alimentación, ofrece algunos socorros y tiene »preparado un servicio facultativo, organizado con- »venientemente. Es mr.s; los que por su estado »de salud ó por su especial condición no pueden ^permanecer prisioneros, sin que se quebranten ^determinados convenios internacionales ó se ul- »trajen los altos intereses de humanidad, son apuestos en libertad por el gobierno revolucio- »nario. Añádase á lo dicho que la libertad de »estos nueve mil prisioneros no se resiente dc- »masiado, que su vigilancia no es extrema ni ^irritante, que se les permiten aquellas expansiones »que no riñen con una vulgar previsión, y se »t8ndrá idea de que la situación de los prisioneros »no es tan triste y penosa como la pintan los que ^/Sistemáticamente achacan al filipino las más ^enormes barbaridades.» Basta á nuestros propósitos las l'rases que de- jamos copiadas. Preguntamos ahora; ¿correspon- dieron los tratamientos á los prisioneros, siquiera fuese en los pr' meros meses de su cautiverio, a los sentimientos de humanidad de que hacia alar- de el gobierno revolucionario? Desgraciada- mente hay que confesar que no. Tarea es esta muy delicada, mucho más para nosotros que, sin haber presenciado los hechos, queremo» ser imparciales al tratar de esta cues- tión y nada mejor, para conseguirlo, que atenerse á los testimonios que nos merezcan toda consi- deración, Muclío se ha dicho, quizá exagerado, de los — I<) — crueles martirios á que estaban sometidos ?os prisioneros de la revolución tagala Durante los primeros meses de este cautiverio solo se reci- b'an del campo filipino Ins noticias más horri- pilantes con respecto á este asunto y eran muy raras v, por lo tanto, acojidas con aprfldo, las noticias de algún hecho humanitario llevado á cabo con los cautivos. Bastar i á los lectores para penetrarse de cuanto ocurría en aquellos tiempos, transcr bir aqui a'gunos párrafos de la notable memoria que ha publicado el gobernador que fué de la provincia de La Laguna Señor del Rio, cuyo escrito, que repro- ducimos con su permiso, puede servir como un re- sumen de esto? sucesos, siendo, además, el citado un traba] o que consideramos de excepcional importan- cia, porque dicho señor del Rio fué prisionero délos tagalos V refleja en .su memoria, sin apasionamiento de ningún genero, cuanto vio y observó en el campo de Aguinaldo eii los penosos meses de su cautiverio Juzgue el lector de tan interesante al par que triste relato: »Las oclio de la noche serian cuando levó //anclas el CovaJonoa (i) haciendo rumbo al Pasig, »/ á las cinco de la mañana llegamos á San Pedro »Macatí, residencia del general insurrecto Fio del »Pilar, ex-comandante de Milicias provinciales, »de irascible carácter, que ordenó nuestra deten- »ción á pesar de las observaciones que sobre nuestro (i) El señor del Rio, c^n toda la cobnia española, estaba e.iibarcado en el vpor Covadonga y en la idea de que los llevarían á Manila según se convino en la capitulación til evacnnr la ciudad de Santa Cruz, en la provincia de la Laguna, — 20 — ^derecho al libre transito le hice, invocando, ade- »más, la capitulación, bi-lateral contrato que por »igual obligaba; pero era perder tiempo hablar de »dercchosá un hon^bre de tales condiciones. Debo »sin embargo, bac«r constar que permitía que el ^enfermo Juez de i.a instancia y yo seguie-^ »semos á Manila, quedando detenida el resto de »la coló ia; rermiso que en el acto despreciamos »pues entendía que mi deber era seguir en todo »la suerte de una Colonia tan digna y tan honrada »que á gala podía tener cualquiera en presidirla. »Separados de nosotros los frailes fueron inco- »municados. Descargados los equipages, me sus- »trajeron una porción de armas blancas de Min- »danao y Joló. ^Alojados en una sala sin sillas, camas ni mesa »rodeados de centinelas cual si de criminales se »tratara, hacinados allí hombres, mujeres y ni- >ños, pasamos aquel largo día y aquella noche »interminablc, porque groseramente tratados el «inhumanamente robados por los que nos ven- »dían algunos víveres para comer, el mismo ge- »neral ordenó pagásemos á medio peso la libra »de carne, cuando su precio era el de una pe- »seta,) nada bueno podíamos presagiar de la ac- »titud altanera y hostil de aquella harapienta »turba, perfectamente armada con los fusiles que »el decreto del general Augustin les había entre- »gado. »A1 siguiente día recibimos la orden de salir »para el pueblo de Santa Ana, en casco, especie »de gabarra, custodiados por 20 s ddados. >;§e nos alojó en la casa que allí poseía el j>Señor Arzobispo de Manila y empezamos -í en- »cauzar la vida creyendo que nos dejarían un »tanto t'anquilos, á pesar de los centinelas apos. »tados en los corredores, puertas, habitación y ^escaleras; pero no fué así. A los dos ó tras »dias vimos subir á los frailes armados de es- »cobas para barrer y abrillantar los pisos, des- »pués de haberles hecho escardar y limpiar las »hierbas de un contiguo jardin. No nos fué por »sible guardar silencio; la sangre se agolpaba al » rostro y la indignación subía de punto al ver »así tratados á aquellos que, fuesen las que fue- »sen sus faltas, no se podia prescindir de su ca- »racter sacerdotí\l, ni era posible olvidar que mu- »chos de esos ancianos hablan derramado el agua »bautismal sobre aquellos deprimidos cráneos. »Con mal comprimida ira hablé al cabo de »vara para que nos permitiesen barrer á »nosotros, ó que lo hiciesen unos criados á »los cuales pagaríamos, como así se hizo. »E1 dia 10 de Septiembre el digno juez de »!.•' instancia Don José de Céspedes, cediendo á »los dolores físicos y morales, tuvo que guardar »cama, para no levantarse de ella más que pnra »la tumba. Careciendo de médicos y de medici- »nas el mal hizo grandes progresos y por más »quc reclamamos, suplicando > pidiendo en todas »las formas, el permiso de que fuese trasladado »á Manila para ser mejor atendido el integro «funcionario, fueron despiadadamente desoídas las » súplicas de la infeliz esposa, las lágrimas de su tierno hijo y las reiteradas instancias de la co- >lonia, que veía perder terreno al hombre que, — ¿2 — »va enfermo, consentía morir antes que abando- »nar á sus compañeros de infortunio, cuando el »día 2 le ofrecía el euemio^o su libertad. »También me dirigí, en carta oficial, dando de »todo cuenta, al Excmo. Señor Don Fermin Jau- »denés. Gobernador general interino, sin que tu- «viese la dignación de contestarme á pesar de «haberle sido entregada en propia mano. »El dia nueve, un mestizo que respondía al »nombre de Ruíz, con uniforme de comandante del «ejército revolucionario, vino á verme; • después »de preguiita me si nos trataban bien, si teníamos »que hacer algún recLuiio, sacramentales frases >>que repiten sin cesar, aún después de pegar a valguno, saquearlo ó tratarlo mal, me dijo en >.nombre del general: <íQuc si querva dar liberind á los > frailes era preciso diesen ^2.000 p¿sos pues de otro •»')iodo serian tratados dirí^mente^: como le hiciese » notar no tem'an semejante enorme suma, ni había «derecho para reclamar cosa alguna, pues además xde la capitulación que los amparaba, bien cara » habían pagado esa libertad que se les vendía. »exíjiü escribiese el Vicario foráneo una carta >.al Provincial de la orden, carta que abierta le ífué entregada cesando de ese modo, é ínterin no ; recibía contestación, los malos tratamiento?. xEl día once se nos dijo que podíamos mandaí >. venir de Manila un carruaje para conducir al í. enfermo Juez; y en efecto, ya vestido y cuando >/lo íbamos á llevar al carruaje, se revocó la xórden, dindonos la de emprender la marcha y >/á pié al pueblo de San Juan del Monte, sepa- •randonos asi del moribundo digno amigo que allí — 23 — »se quedaba para dar toda una vida de honradez >y de laboriosidad por la patria (i). >Se nos exigió la firma de un docunnento ha- >ciendo constar el buen trato que se nos diera. »Esto no obstante, y al salir del pueblo, como »no podíamos llevar los equipajes, saltaron las » cerraduras de mis baúles 1 ev.nidose todo lo que ¿quisieron )' expidiendo un recibo que empieza 'diciendo; (iSustrajs de los baúles d>^ D. Antonio del '.\io cincuenta y siete armas blancas de Joló r ' Mindanao etc. »E1 trece y á ]as doce v media del dia em- prendimos la marcl:!a, que el d a anterior y en >la misma forma liaban l.echo los frailes, ba- • biendp llegado al pueblo de San Juan del Monte á las cuatro de la tarde v encerrados en una ?/ pequeña habitación de la casa-cuartel. »Era la una de la madru ada del dia siguiente /.y aJn no liabíamos comido. Al siguiente día, ^catorce, emprendieron los frailes su peregrina- >;ción á pié V- sin equipaje alguno, en \n misma /.forma que nosotros viajábamos. No sabíamos á /.dónde nos llevaban. >/Ese día dieron la orden de salir la colonia al «siguiente para el pueblo de Caloocan; v dado el >/cansancio y la enfermedad de algunos, Folicita- //mos nos permitiesen alquilar caballos para hacer ?/la marcha; pero no fué posible conseguirlo ) fi) El desgraciado Sr. Don José Emilio Céspedes, Juez de I. a iustaacia da la Lagaña, luarió en Santa Ani poco tiempo des5.ues de estos sacisos, veriaoándosa su sepelio y funerales con graa pjmpa y acojipaña-jiieato. para cuyos actos dio las oportunas órdeaes el aeasral riVolucioDario Pío del Pilar. — 24 — y.solo como una excepción, v dndo el estado de »mis llagados p"és, me ofreció el titulado coronel 7/Montenegro un caballo que rehusé. ?.A las siete de la mañana emprendimos el via- j-je, todos á pié .y yo descalzo, y á campo atravie- ^sa. por medio de las aementeras de palay, con >.el agua hasta las rodillas custodiados por la ; acostumbrada soldadesco que nos insultaba y > amenazaba cuando nr. se le daba el dinero que > pedia; y queriendo descansar un momento y pre- • tender yo curar los pies en el Hospital de chi- í-nos ea la Loma, se nos empujaba y decía: xaielantí^ iii ifuna patay» muertos Así, cubiertos »de lodo, jadeando de 'atiga, muerLos de hambre >.y sed llegamos ei el estado que V. E. * podrá »suponer, al pueblo de Caloocan, á la una de la .tarde, destinando -os á la Presidencia local, en ■ donde se nos permitió por el Presidente, hombre *que, condolido de nuestra desgraciada suerte, nos »prodigó toda clase de atenciones, tomar un poco //de pan y queso que pudimos adquirir. »A la seis de la tarde recibimos la orden de >. marcha para el pueblo de M alólos, al que llega- >.mos á las ocho y media de la noche, (i) hora /.en que las músicas atronaban el espacio, porque >aque' dia había celebrado su sesión inaugural i el congreso. Llevados al c>;nvento, residencia '.'á&X jefe Aguinaldo, estuvimos tirados en as es- >/Caleras hasta las doce, hora ea que nos destina- j/ron á la Presidencia local y alojados en una '/reducidísima habitación, sin luz ni sillas y por (I) Hits viaje lo bicierou por fono-carril en ua coche de tercera. — <2-^ — >cama el duro suelo jicro perfectamente custo- diados por centinelas que se divertían en levan- tar y bajar el martillo de los fusiles españoles. >A los frailes, que habían llegado a víspera, se les destinó a la gallera, en donde eran trata- "tados CJQ todo rigor. »A los pocos días de núes ra llegada corno el rumor de que el Piesideate Aguinaldo hab.a El veintiséis, a las cuatro de la mañana, vino »á tubar nuestro intranquilo sueño un capitán /.que, sin mas ceremonial que la punta de su //bota, nos dij la orden de marcha á la estación xdel ferro-carril. »Sin lavarnos ni desavunar salimos á la calle, ■ en donde se nos formó , pasó lista siete ú ocho ^;veces, y alu, á pié firme, estuvimos hasta las »diez, en que se eos ordenó la marcl^a para la i estación ferroviaria en donde estuvimos hasta »*la una v med a que llegó de Maiüla el tren >que nos condujo a Dagupan, a cu. o punto allegamos á las nueve de la noc'ic, siendo ins- >/talados en un magn-.fico eiiñcio, propiedad de los >/Dominlcos, en donde permanecimos hasta el »ouce de Noviembre que nos trisaáaron al con- — 26 — -vento, continuando all hasta el día treinta del jmes de la feca que nos dieron libertad. Enero de 1899 >.Vigiiados siempre por centinelas que nos im- y^ponían su voluntad, mas que d tenidos arbi ra- n'iamente cuando nos ampaiaba la capitulación, >más que prisioneros de guerra cufo calificativo xnos dieron á pesar de mi constante protesta, vparec amos presos suje'os á procedimientos cri- 2-minales ó ya cumpliendo condena. )Des:Ie el primero de Septiembre que salimos xde la Laguna, 1 asta el treinta del actual, ni un xsolo céntimo se n^s ha ofrecido como socorro > por el gobierno revolucionario; bien es cierto i^que lo hubiéramos rehusado, porque contábamos xcon que las autoridades superiores, tan pronto >-les uese conocido nuestro m sero estado, S3 > apresurarían (i) á env a nos los habcren que xcomo empleados nos correspond an, máxime sa- >:h endü que en Manila se pagaba religiosamente )á sus compañeros que tuvier n la suerte de > servir en la capital; y por más que entende- »mos no es ningún crimen servir á la Patria en :iprovincias y por ella sufri todo linaje de pri- ivaciones y malos ti'atamientos, es el ca?o que «fuimos objeto de preterición tan manifiestamente injusta. > Durante tm 'arga estancia en Dagupan fue j-nuestra vida un constante suf'imiento físico \ (i) Mas adilante liablarsiuos del escandaloso abaudono en que las autoridades españolas, en el aroiiipielago, tuvieron á los infelices prisioneros. ~ S7 — > moral que a'guiios no pudieron resistir. A los /.pocos días de nuestra llegada un titulado coro- nel jefe del cuarto militar de Aguinaldo, para- >-base delante de una habitación en la que esta- /.ban jugando al tresillo el capitán Sr. Paredes, //cl médico militar Sr. Muñoz, el particular señor >. Alvarez y el jefe de telégrafos de la provincia »D, Antonio Padilla. Al presentarse el coronel, >,que no liabia sido visto, levantáronse todos y al ser » preguntados porqué jugaban, contestó el Sr. Pa- >.dilla que no j. gabán á intereses, que no teman, xpero que además era distracción permitida; y -como a esta justa observación, añadiese las 1ra- »ses cari.iosas de saltó encima el fla- mante coronel y le llenó la cara de bofetadas ;>y el cuerpo de patada'-, llegando, en su brutal ensañamiento, al extremo de querer herirle con »un puñal, intento que impidió un comandante, 1 cuñado, según decian, del Presidente Aguinaldo. »Los oaciales que montaban la guardia no per- >-mitian correr á los niños; y cuando se entablaba /.alguna discusión en tono un tanto subido, se i-presentaban imponiéndose de un modo brutal. '/Las cartas que recibían los prisioneros tenían //que ser abiertas ante un oficial y por este leidasj >pero dióse el risible caso de que alguno, no /.conociendo el idioma español llamaba al sargento, >que estaba á la misma altura, y ae contentaban >.con decir al prisionero: «lee tu» /.Habiéndose retardado un cazador á la list', : el sargento de guari'a le ordenó S3 tumbase^ ny le dio una porción de bejucazos. »Daba miedo y pena ver á nuestros ialelices - 28 - ; soldados extenuados de hambre, completamente xdescalzos y desnudos, enfermos, cubier os de >llaga<5, á quienes tuvimos que atender porque ) estaban abandonados á su suerte. Ingresaban xaquello.s infelices, verdaderos héroes y mártires, >en una enfermería en donde eran asistido-, de *vez en cuando, por unos indios que ejercían de ^practicantes, anteriores vacunadorci los, careciendo ?/de toda clase de medicamentos, al extremo, Ex- xcelentisimo señor, que tuv.mos que emplear sul- »fato de cobre para lavar heridas, por no t«ner »acido fénico, sublimado corrosivo, ni siquiera »agua boratada; y como el pobre soldado enfermo »nopjdía comer la morisqueta, tuvimos, las colonias »y los oficiales, que repartir coa él nuestra pobre alimentación Has'a aquí las palabras del señor del Rio que, cjn pequeñis diferencias, pueden aplicarse á todos los prisioneros durante los primeros meses de la cautividad, cuyos hechos no correspondían ciertemente á los sentimientos humanitarios de qu3 blasonaba la revolución. Ahora por nuestra cuenta, añadiremos los siguientes detalles. Desde los primeros momentos del cautiverio se dieron escasísimos socorros á los jefes y ofi- ciales de las tropas españolas, y ninguno á los em- pleados civiles y particulares, casi todos los cuales tuvieron que sufrir el despojo más completo de cuanto poseían y que representar pudiera valor al.'uno. Por excepción, respetr'ronle^, y eso no á lodos, las cantidades que teiian en metálico cuando alegaban que les eran precisas para su susteuto. Los Soldados fueron socjirido desde un — 29 — principio, pero en una forma tan mezquina que á duras penas bastaba la cantidad que recibían para su alim;nto. Comprendemos perfectamente que el gobierno revolucionario no estaba muy sobrado y que ade- más tenía numeroso ejército que mantener, pero entendemos que al prisionero debió dársele lo necesario para una suficiente alimentación y, de no haber podido ser satisfacba esta necesidad, debió decretarse su libertad inmediatamente. Véasa de que se componían los socorros que se entregaban á los prisioneros y que variaban mucbo por razón de localidad y recursos deque se dispon:'an: Al principio Sá entregaba á cada soldado una chupa de arroz ''i) y ocbo cuartos en mano para un día: en otros paraje> solamente seis cuarto?: en algunos diez cuartos Nunca ex- cedió el metílico de esta cantidad, babiendo mu- clios sitios don^e se daba una peseta para 23 tom- ures. En diversas provincias se repartía la chupa de arroz por cabeza y unas dos onzas de carne de carabao, alimento que más tarde fué sustituido por un puñadito de pescados pequeños. Durante los últimos meses del año 1899 ex- caseabari mucho los socorres, y, aUi donde se daban, solo ascendían á media chupa de arroz y cuatro cuartos. Nada de extraño tiene que habiendo sido tan escasos los socorros en todas las épocas, los prisioneros hayan procurado valerse de ir.finidad fi) La ehiipa es una madida del pais que equivale, próiim«- luamente, á una libra de arroz. — 30 — de medios para asesjurar su subsistencia sobre todo en aquellos calam'to^os femp'^s en que el S^ob'erno español los ten'a abandonados, co«;i que ocurrió por espacio de bastantes rrcsc?. Se ^ a visto, en tan larj^o ca^t'verio, muchos prisio ñeros de todas cate^orias que vivían de la car'dad pública; otros servian como criados en las casas de los natura'es que admit'an sus servicios y los menos se f^edicaban á la pesca v al corte de leña en los bosques, vendiendo estos productos al pre- cio que se los querían pagar, que nunca fué cosa extraordinaria. Con semejant • e-^casez de medios, con los su rimicntos morales y materiales de que todos eran víctimas y con la circunstancia especial'sima del estado en que se hallaba nuestro ejército cuando se rindió al enemig-^, no "es de extrañar que la anemia v otras enfer ned de se cebaran en nuestros compatriotas, reí^istrándose muchas defunciones que aclaraban las filas de los desdicha, dos cautivos. Otro de los suVimientos mu ' co- munes en nuestros prisioneros, era y ba sido, en casi odas las époc s, el continuo tr' siego y cambio de lugar á que los sometían, marchas que ver ficaban á pié y descalzos durante muchas jor- nadas, llenas, no cabe dudarlo, de penalidades v fatigas. Se acentuaban mss y más los tratos bruscos y la frecuencia de estos traslados, cuando algún prisionero, mis listo que los demás, conseguía fugarse, lo que irritaba á los jefes en- cargados de la custodia, que ordenaba que fue- sen conducidos m::s al interior de la isla. Allá por el mes de Octubre del año 1898. fc — 3T — registraron una porción de fugas en los prisione- ros, lo que hizo que el gobierno de los tagalos díctase el s'guiente decreto: D. Emilio Aguinaldo y Famy, Presidente, del Go- bierno Revolucionario de Fili inas, Capitán Ge- neral y General e Jefe de sti Ejército. »Hago saber: 'Las cont nuadas evasiones de los prisioneros >^de guena de este Gobierno Revolucionario re- »claman la adopción de med das conducentes á >.evitarlas en lo sucesivo, cast'ga-do con rigor á >aqiiellos que facilite ^ medios de fuga en menos- >cabo de mi autoridad. A cuyo fin v teniendo en • cuenta que las personas en general que de algún modo facilite á los prisionej'os de guerra medios de evasión incurren en manifiesta traición á feste gobierno, violando las leves de guerra; >/vengo en decretar lo siguiente: > Art. I o Toda persona que facilitare la fui^a >de los prisioneros de güera de este Gobierno »Revolucionar¡o será considerada oomo traidor »á la Patria y sujeta á jurisdicción militar ■ en »juicio sumarisimo. >/Art. 2.0 La pena que se ha de imponer «para el caso del x\rtículo aa'erior, será la de >veinte años de reclusión. >Art. 3.0 Los Comandantes superiores ó de zona ítan luego tengan noticia de la fuga de ua pri- //sionero ordenarán inmediatamente 'a formación >/del Oj-ortuno expediente contra la persona á >.cuya vigilancia se encuentran los prisioneros, ~ 32 — »con arreglo á las disposiciones de los artículos »25 y 26 del decreto de 23 de Julio último. >Art. 4.0 A les efectos consigirentes, bagase »circular á todos los Je'"es mi itares por la Se- »cretaria de Guerra, y transcríbase á la Serre- »taria del Interior, á fin de que por los Jefes »provinciales v locales se dé publicidad en todos »los pueblos de sii jurisdicción, por bandillos y »cada dia, durante una semana. »Dado en Malolos á 5 de Noviembre de i8g8. El General en Jefe Emilio Aguinaldo. No satisfechos con esta previsio es, ordenó el gobierno revolucionario una completa recon- centración de prisioneros que duró algunos me- ses al objeto de que internados más y ms, pudieran evitarse las deserciones. Las marchas ó traslados más notables que registra la historia de' este cautiverio son las verificadas en 10 de Noviembre, en que varios oficia es fueron sacados de Malolos y Bigaá y üevados á la provincia de Nueva Ecija. La ve- rificada á fines de este mismo mes á consecuencia de la cual varias provincias reconcentraron los enfermos españoles * en el hospital de ^íalabon, recien construido v donde algunos infelices fue- ron muy mal tratados. Por estos mismos días, importantes grupos de españoles eran llevados desde puntos muy dis- tantes al pueblo de Camiling de la provincia de Tarlac, á causa de haber e intentando algunas evasiones. A primeros de Diciembre del año 1898, llevaba á cabo en Batangas la reconcen- tración de todos los prisioneros que residían en — 35 — aquella pro- incia y á los pocos dias se llevó á cabo un extenso movimiento, correspondiendo á este traslado la célebre marcha que desde Malo- Ios á San Miguel de Ma\ umo hicieron muchos jefes de nuestro ejército entre ellos el General Peña, que llevaron en un carruaje. Más adelante los ueron llevando al Abra ^ otros puncos del norte y desde que los americanos iniciaron su avance por el centro de Luzón, las marchas y contramarchas de los piisionercs han sido cons- tantes, si bien a'gunos traslados han servido para que muchos obtengan fácilmente la liber- tad Finalmente, es de rigor hacer constar que en todo el liempo del cautiverio. Aguinaldo empleó á los cazadores españoles en el arreglo y lim- pieza de plazas, paseos y calzadas. Los muchos prisioneros que en todo tiem- po pudieron fugarse nos han proporcionado bas- tantes de los detalles que dejamos señalados, detalles que acabamos de confirmar plenamente, pues á consecuencia de las decisivas operaciones de guerra que se llevan á cabo en los momen- tos que escribimos estas páginas llegan á Manila por cientos nuestros prisioneros. Por lo qv.e to_ dos refieren, más por los datos que tenemos de otro origen, hemos llegado al convencimiento de que pasados los primeros meses de la cautividad, que, fueron los m's penosos y de grandes sufri- mientos, nuestros infelices compatriotas se habían acostumbrado á la vida que llevaban y, lo que es más, arreglado su vida de manera y modo que cubrían sus necesidades con relativo desahogo, 3 — 34 -- cosjL que nos lo prueba el buen semblante de casi todos los que han podido llegar á Manila. Quiera Dios que los que restan aún en poder de Aguinaldo se vean Tronco libres, pues cree- mos de todas veras que en estos momentos en que la revolución filipina sufre terribles convul- siones de muerte, ha de ser por extremo penosa la cautividad de nuestros compatriotas. * • Puestos ja de manifiesto los sufrimientos y desdichas por que atravesaron los prisioneros, no seríamos i m parciales ni justos si no rindiéramos aqui culto á la verdad manifeítando que hubo generales y je es revolucionarios y bastantes pue- blos en la isla de Luzon que trataban con toda consideración á su cautivos, prodigándoles con- suelos y atenciones y cuantos socorros bailaron á mano. Nos consta que algunos je''es del ejército de Aguinaldo dictaron severos castigos para aque- llos que ofendieran á os españoles y casa pu- diente hubo de naturales que alojó desinteresada- mente, bajo su techo, á bastantes oficiales du- rante muchísimos meses. No pocos pris oneros alcanzaron su libertad gracias á las bondades de los generales que mandaban fuerzas en aquellos sitios en que residían los afortunados. Como caritativas en grado sumo se señalaron las provincias de Pangasinan, La Union, llocos, Cagayan y la Isabela. El Sr. Robles Lahesa, fiscal de la Audiencia de Vigan, fué uno de los que consiguieron la li- bertad gracias á los sentimientos del coronel Tirona y pública es la manifestación de agrade- — 35 ^ cimiento que este señor hizo á su llegada a Ma- nila. Lo mismo ocurrió al médico militar Sr. Mo- reno, que quedó libre en el mes de Septiembre del g8 per disposición del general Macabulos y de la misma gracia gozaron los capellanes del ejército español Sres. Porqueras y Peral, puestos en libertad por el general Artemio Ricarte. Por acto generoso de Aguinaldo se concedió la libertad, el dia 28 de Agosto de iSgS, á D. José Morales, oficial i.° de A. M. que era de Batan- gas y al 2.° D. Eduardo Cabrerito; también el dia 30 eran libres el teniente coronel D. Lu- ciano Toledo y los médicos de S. M. D. Emilio Martínez, D. Pablo Barrenechea, D. Felipe Benzo, D. Manuel Arinao, D. Fernando Rev, D. En- rique Ferrandiz, D. Antonio Gamundi: los far- macéuticos del ejército D. José Lozano y Don Pablo Barrera y el médico de la armada Don Matías Zaragoza. Aquí se le presentó ocasión al gobierno revo- lucionario para haber cumplimentado, dando con el!o una prueba de humanidad, lo acordado en el convenio de Ginebra y tratados internacionales, dejando en completa libertad á todo el personal afecto al servicio de Sanidad Militar, pero no se hizo así y aún continúan prisioneros bastantes médi- cos. Consta por modo muy cierto en la historia de este cautiverio que Aguinaldo fué siempre par- tidario de conceder la libertad á todos los pri- sioneros, pero le salieron al encuentro sus con- sejeros, creyendo que con la retención de aque- llos la causa revolucionaria ganaba terreno, cuando - 36- lo que resultó fué que la restó, por este hecho, cariños v simpat''as. La copia de algunos documentos que obran en nuestro poder y procedentes de prisioneros españoles acabarán por demostrar la verdad de estas afi'-maciones. Helos aquí: Excmo. Sr. D. Carlos Vega Verdugo, Conde de Alba Real del Tajo, Dagupan i." de Agosto de 1898. >Mi querido Car' os: »E1 día 22 de Julio último se rindió esta plaza »á las fuerzas filipinas mandadas por el general »D. Francisco Makabulos quedando todo el ele- >/mento oficial, civil y militar, en la situación de »prisioneros de guerra. 7/Al mismo tiempo que te participo esto, no ^puedo por menos de decirte, ni encuentro fra- »ses para explicarte el cúmulo de atenciones y ^deferencias de que somos objeto por parte, no >/tan sólo del digno general Sr. Makabulos, sino > también de toda la oficialidad á sus órdenes. »Todo el elemento oficial se halla alojado en xun gran edificio y únicamente el jefe militar ) que era de esta provincia el gobernador y yo >/estamos en el convento, donde se halla e' cuartel >general, haciéndonos el honor de comer con el >general Sr. Makabulos. ?>Te digo esto porque deseo, dada tu influen- »cia y puesto que ocupas un alto puesto lo ha- igas constar en la Junta de Autoridades, pues »tanto yo como todo los dem^s, empezando por »el gobernador, nos creemos obligados a hacer — 37 — >cuanto más públicas nuestras impresiones de ver- >dadera gratitud al General Sr. Makabulos y »demás jefes y oficiales. »Ya sabrás que Bu'acan Parapanga, Tarlac, >esta provincia de Pangasinan como ves y hace >dos d.as la Union estin todas entregabas, te- «niendo noticias de que en todas ellas se trata >á los rendidos con la misma consideración y »aún más si cabe que pudiera efectuarlo la na- /yción mís culta y civilizada. » Aprovecho esta ocasión para que digas á ♦Josefina todo esto y esté tranquila, dando mu- »chos recuerdos a Lore o y Concha. »No sé el liempo que permaneceremos en e ta, xpues bemos pedido y nos ha concedido el ge- »neral Sr. Makabulos el que le acompañemos al »punto donde él se dirija cuando lo e ectúe. >Sin mas te ruego des un apretad simo abrazo *i Josefina y Loreto y besos á mi Maria y • Angelita } para ti cuanto quieras de tu pariente. Enriqtie G.a Hidalgo. Excnio. Sr. D. Fei niin Jáiideiies. Dagupan, 31 de Juüj de 1898. «Mi respetable y distinguido general: Escribí »á V. E. á mediados de Abril, y desde entonces >y con haber estado incomunicados con esa ca- >pital, no he podido hacerlo hasta hoy que se >me presenta ocasión de que Legue esta á sus »mancs. »El día 2 del corriente, y ordenada la con- ícentración d; la colon. a de Lin¿ayen en este - 58- »pueblo. nos trasladamos al mismo, siendo sitia- ndo el día i8 por fuerzas numerosas habiéndose »la plaza, el 22, entregado por el comandante >Sr. Ceballos. s>Desde entonces estamos los funcionarios ^civiles y militares alojados en un buen edificio >que tenían para colegio los Dominicos, y si »bien conside ados como prisioneros de guerra, ^tratados tanto por el Excmo. Sr. general Ma- »kabulos, como por los oficiales y fuerzas á sus »órdenes con toda clase de consideraciones, su- *miaistraí.donos diariamente raciones de arroz py carne y siendo objeto de grandes atenciones. »De la misma suerte que nosotros, y dadas »Ias deferencias que nos guardan, creo estarin »tra:adas las colonias de Bacolod, Tarlac y San vFernando de la Union pudiéndose trasladar cada j-peniíisular al sitio que escoja dentro de la isla *de Luzon, hasta tanto se solucionen los pro- »blemas pendientes. »Esto es lo ocurrido que pongo en su cono- acimiento, y, como yo, todos estamos sumamente ^agradecidos á la caballerosidad con que nos Viraan. »Y sin otro particular queda como siempre >á sus órdenes, y es suyo muy afectísimo y >respetuoso amigo s. s. q. b. s. m. Jorge R, de Bustamaníe. Juez qiie fué de Pangasinan. Un profesor que ha sido de la Universidad ' — 30 — de Manila, en otra particular á un amigo dice, entre otras cosas, lo que sigue: >Estoy en Aparri, preso con la dem.s colonia ♦española, tratan bien á todos, especialmeiue á mí, j-porque el coronel Sr. Daniel Tirona fué discí- »pulo mío, pero apcsar de eso, como tanto la »familia con quien vivo, como ^o, carecemos »de recursos y vivimos abusando de la amab;- >Iidad de un amigo, deseamos ir á Manila.> • Luis M, Saez, He aqui el párrafo de otra carta, »En esta provincia (Kamarines se llevó á »cabo la evolución sin casi revolución y bas- »tante felizmente, y aunque estamos sin poder »salir de la cabecera hasta que lleguen órdenes »supcriores, estamos con todas las consideracio- »nes que se pudieran desear, viviendo en nuestras »casas y muy agradecidos el general Sr. Lukbjn »y á todos los que le acompañan/* Finalmente terminamos con esta otra importan- tísima carta, según apreciarán los lectores. Juez de I. a Instancia de Batangas, á 29 de Nobre. 1898. Bataagas — Sr. Director de •'£! Español." Particular. Manila. »Muy Señor mió y de mi consideración; >Lector asiduo de la publicación que Vd, acer- »tadamente dirije, como lo somos aquí todos los - 40 — >que, procedentes de esta provincia, de la de >Mindoro y de la de Romblon, estamos prisione- >ros ó capitulados desde hace seis meses ó poco »menos, agradeciendo á Vd. sobre manera las »gestiones que en pro de nuestra mejjr situación 6 de nuestra libertad viene haciendo, fundándome na ■ »da más que en el sentimiento de caridad y de pa- »triotismo que á Vd. anima, me permito dirigirle »estas lineas y rogarle que les dé cabida y pu- »blicidad en su diario, para que llegando asi á cono- »cimiento de quien pueda y ^obre todo de los seño- >/res que dirijea el Casino Espaaol, se dignen hacer »algo en favor de los que en esta provincia estamos, *en la proporción de las necesidades de cada uno. »Debo, ante todo, hacer una manifestación justa i y verdadera, tanto más debida cuanto que en »su mismo periódico leemos con frecuencia amar- »gas quejas generales acerca de la situación de »los prisioneros y del trato que se nos dá ó se »les dá por los funcionarios y aucoridades del -nuevo gobierno ó gobierno revolucionario, que- »jas que, por lo que respecta á esta provincia, »no son merecidas. »Nccesario es distinguir, Sr. Director, entre isituación y trato. La primera, efecto natural de >^ia guerra, tiene que ser de la misma naturaleza »que su causa v consecuente con ella. Desde el >>momento en que un pueblo acude á la guerra >para sus fines, ios medios todos de que se ha »de valer y las formas y leyes que ha de estable >;cer, tienen que ser las de la guerra; y Us me- »didas á que ha de acudir han de ser las que ^determine el estado de guerra en que se halla. - 41 - »asi no hay, pues, para qué ocuparse de las me- ididas preven '.ivas y represivas de que se haga uso, xsi racionalmente la parte que guerrea las cree >ynecesarias, como son la reclusión, la interdicción ; de correspondencia, la determinación de lugar, etc. '-Y aún en esto, no solo no ha habido exageración i en Batangas, sino que desde los primeros mo- »mentos, hasta Loy, ha habido lenidad ó per lo í>menOb tolerancia. »En cuanto al trato, el material, la alimenta- »ción y la habitación han sido y son lo posibles, ^atendidas la población }• las circunstancias; y >siempre mejores, real y comparat.vamente, que »las acordadas al mismo ejército revolucionario. »Sin fondos, ó con los meramente precisos para »todas sus muchas atenciones, esta Presidencia provincial dá ración diaria de carne de vaca y i de pan blanco y del día á todos los prisioneros ■>que la desean, y habitación en las mismas casas »en que vivíamos ó en el edificio cárcel, que no *cs malo, y en el cual, antes de la capitulación, «estuvo el hosp.tal militar y hasta vivían algunos »ofic¡ales de Administración ó de Sanidad. »E1 trato social es atento, es cordial, es cari- »tativo, j si de esto se dudara, puedo citar uom- ^bres pr pios. Los mismos uncionar.os del actual >/régimen nos han evacuado encargos de suma ^confianza en Manila y en algún otro punto, y »estamo5 por ello satisfechos y á ehos agradeci- »dos. Y no es raro, sino diario ver, en el único reentro de recreo, jugar juntos al billar vence- idores y vencidos y obsequiarse mutuamente. >En la población bay limpieza, orden completo — 43 — >v seguridad absoluta, á pesar de que no es »la prudencia la virtud que á los prisio- X ñeros distingue, como no eran la moderación y> la prudencia las cualidades relevantes de los 1 mismos antes de serlo. «Trabajan ahora los cazadores dos horas por //mañana y tarde en la limpieza ó chapeo de la xplaza, trabajo higiénico y no pesado; y en cam- xbio el actual Sr. Presidente provincial Sr. Genato 3&ies ha aumentado la ración con café y alguna xotra cosilla. Por último, habiéndose suscitado un jjuicio civil entre un prisionero peninsular y un »filipino, me complazco en hacer constar que he »vis:o afán, deseo, propósito de hacer recta justi- í'Cia, accediendo, sin embargo, á cuantas peticiones 3 de sustanciación hizo el peninsular. Esta es la »verdad, la verdad pura. >/ Vamos ahora, Sr. Director, á la principal de >esta carta. Estamos aquí, de elemento civil pri- . sionero, empleados de Gobernación, de Hacienda, ;de Montes, da Obras públicas, cinco Médicos, dos 'Promotores fiscales, un Secretario Asesor, tres >- Jueces de primera instancia y dos Gobernadores >Político-militarcs, casi todos con familia. Llevamos »ce[ca de seis meses sin cobrar paga alguna; los ?/menos teníamos algunos recursos. Todos ó casi xtodos hemos escrito á nuestros superiores y á xotros importantes personajes oficiales, en Manila, 'algunos de nosotros habri recibido contestación; jotro, uno solo, una paga; los mis ni aún acuse jde recibo. La ración no puede ser abundante, ni »por si sola constituye todo lo necesario Esta es í-tarabién la verdad pura. — 45 — »No parece sino que entre los afortunados de »Manila haya establecido su asiento el mss arrai- /gado egoísmo que, ahogando todo sentimiento de »caridad v toda idea de deber, hace que se nos atenga en el m-s completo abandono. Vemos ó ; sabemos que en Manila se i a recibido dinero, jque se paga casi al corriente ó se ha pagado á ríos empleados, y aún á los que, procedentes de ) provincias, han logrado llegar á la capital. »No nos pesa de ello, pero, ¿no se podría hacer >algo por nosotros? ¿no hay forma de entenderse »con algún comerciante ó negociante de esta pro- j>vincia, para que llegue á nosotros algún soco- >rro, antes de que, marchando á España, como í-va sucediend ., todos los Jefes de Centro, no > quede ahí persona á quien acudamos? Ese no- »ble Casino Español, ¿no hará algo por estos /.desgraciados? 7 Un ruego más. Señor Director, para termi- / nar. Dado todo lo que queda dic'.o, y es cierto, »sobre nuestra situación . el trato que recibimos, >/V. comprenderá fácilmente cuan injustas son, á ■ nuestro parecer, y, sobre tjdo, cuan peligrosas »para nosotros las frases v motes dirig dos y ^aplicados á los jefes é miportantes personajes del ¿gobierno revolucionario, que con frecuencia te- memos el disgusto de leer en su apreciable dia- >rio ) en algún otro. Desde luego no son de la i-mayor cultura, ni mu/ propias de la misión »de la Prensa periódica. ),Mas por otra parte, si aquellas personalidades »son tales como en di:hos diarios se les moteja »y califica, ¿cómo el gobierno español les conce- — 44 — >dió, á lo menos á algunos de ellos, honores >y distinciones de que carecemos la ma_yor parte >de nosotros los per insulares? Si tan indoctos, »rudos y algo más son, coma en los aludidos »periódicos se dice, ¿no será de temer que desa- » bogue a en nosotros, los prisioneros, el natural >disgusto que aquellas calificaciones y motes les causen? ¿es prudente obrar asi? »Por supuesto que buena prueba es de que no >merecen tales imputaciones el hecho de que »aún no hayamos nosotros tenido que sentir por >ello. »¿0 es que queremos, Sr. Director, persistir en xel pacto con el error, en que, sobre todo lo >de Filipinas, hemos estado siempre? ¿Pretende- xremos insistir, refiriéndonos al filipino, en que >/no vale, no sirve, no piensa, no discurre, no Asiente ni distingue? Pues imposible es negar los i hechos, y estos acreditan que han sabido con- »quistar, y que al mismo tiempo combatiau y »conquistaban, ó si Vd. quiere recuperaban, or- >ganizabaa también, que han sabido conspirar me- xjor que nosotros y que si quiera sea copián- ?/doiios ó imitándon s, van organizando su Es- >>tado, bien que al amparo de una poderosa na- >-cion nuestra enemiga, (i) (I) La conducta inexplicable y la falta de tacto en las per- sonas que dirigían en Manila los periódicos "£1 Español" y "The Kon Leche", fueron la causa, en muchas ocisiones, de que los filipinos maltratasen á los infelices prisioneros. Estas publicaciones, que pamposameute se titulaban españolas, olvida- ron que miles de hermanos nuestros gemían en el cautiveriü» y s; cojjpUcíaa ea llamar c-nncro á *guiaald.> y otros epíteto — 4^ — »Por todo ello, y parque aquella fraseologfí'a »es impropia de la seriedad del El Español, >/agradecenamos á Vd , Señor Director, que no v>se prodigara; y en ello as' como en la publica- »cion de esta carta, le quedará reconocido y obli- vgado su atento y afect simo seguro servidor y »amigo q. b. s. m. Manuel Redrigiiez de Vera. á cual más inconveni;nte3, cojtra el gobierno revolucioDario, palabras que los tagalos recogían para abofetear después, en re- presalia, el rostro de los españoles. Conducta tan poco delicada y edificante, era aqui aplaudida por muchos españoles que, falto = en absoluto de la idea de la realidad hacían, con sus mofa? y cuchufletas, más dura y penosa la vida de los prisioneros. ^^ CAPITULO III Abandono en que el Gobierno Español y sus representantes en el «rchipiélago tuv¡er''n á los prisioneros de los tapal"s durante muchos meses, al principio de su cauUverio. Al- gunos documentos que iust'tican este abandono v que putr- dea servir taaibien como continuación del capitulo art<-rior. parece sino que la torpeza de las autori- l^r^dades españolas que residían en Manila, á ^^raiz de la capitulación, se conjuraba con vi- sible perjuicio de los infelices prisioneros Mientras que en la misma capital se pagaba puntualmente á todos los empleados de los fe- necidos organismos del Estado, nadie se ocupaba, mejor dicho, nadie recordaba que en diferentes provincias de Luzón existían muchos prisioneros de los tagalos, más dignos de compasión y me- moria por su cruenta calidad de cautivos. Y decimos esto porque es notorio que nin- guna autoridad se ocupó en asunto tan irapor- ^ 4S - tante, siendo asf que la razón más elemental aconsejaba la creación de una juntn o comisión quCj desde los -primeros momentos, se hubiese in- teresado por la situacií'n y socorro de los pri- sión''ros. Era muelo más precisa esta circunstancia cuando las autoridades españolas no ignoraban que los prisioneros habían sido totalmente saquea- dos y, per ende, se hallaban faltos de recursos. No encontramos nosotros calificativo adecuado para definir efte abandono que durante mucb-'si- mos meses tuvieron que soportar los infelices cautivos, bpsta que la iniciativa particular ver- güenza da decirlo, se encargó de acudir en so- corro de tanta neces'dad t tanto infortunio. Así era como se recompensaban los leales ser- vicios r restados á la Patria v rl estado triste en que por defendcrlaj se encontraban esos miles de españoles. Es bien seguro que en Manila solo se ocupaban las autoridades en formular la propuesta de recompensas por la defensa de la plaza, tan triste como precipitadamente rendida. Hasta el mes de Marzo de 1899, ísiete meses después de la capitulaci(')n) en que una comisión de señores socios del Casino Español de Manila realizaba su primer viaje á Batangas, y del que hablaremos mas adelante, llevando auxilios á los prisioneros, nadie se acordó que estos existían, apesar de que los mismos se dirigían á las au- toridades en todas las formas y sentidos, obte- niendo, por toda contestación, el más irritante silencio. Para que todo viniera :\ conjurarse en perjui- — 49 — cío de los prisioneros, muchos de ellos viendo que la autoridad superior no les atendía se dirigieron á sus compañeros de armas, los que eran mili- tares, y á los suyos, los que serv'an al Estado en calidad de civiles, obteniendo por replica mil excusas con las que ciertamente no se mitiga- ban necesidades que iban apremiando. Señalaremos aqui algunas honrosas excepciones, como son Ifis llevadas á cabo por el jefe y ofi- ciales del batallón número cuatro, que socorrie- ron desde los frimeros momentos á sus compa- ñeros de infortunio; y esta excepción también la hacemos de aquellos que procedieran en la misma forma y que no citamos por sernos en absoluto desconocidos. Lo cierto es, como se verá por los drjcunientos y testimonios que van más adelante, que el abandono fué general y que se negaba á los prisioneros o más indispensable y téngase en cuenta que muelos de ellos reclamaban los fon- dos que ten'an depositados en Manila, ó sus pagas legalmerte devengadas. La autoridad superior españo a en el archi- piélago, no tenía excusa alguna para obrar de este modo, pues exist an elementos para formar la Comisión de que hablamos más adelarte y vías de comunicación regu'ares y expeditas para haber enviado cua tos socorros la venían pidiendo con verdaderas ansias, desde todos los puntos del archipiélago. Y, lo que decimos de la autoridad superior, lo hacemos extensivo á los habilitados y jefes de cuerpo que en tan lamentable abandono tuvieron á sus compañeros. 4 — 50 - Obran en nuestro poder infinidad de cartas de los desgraciados cautivos, que jacndrían de ma- nifiesto el irritar, te abandono en que se les tuvo, pero esta verdad quedará plenamente demostrada con la publicación de las siguientes: Una prestigiosa persona que había ocupado elevado puesto administrativo en una de las pro- vincias del archipiélago y que se hallaba prisio- nero en Dagupan, cansado de dirigirse á las autoridades superiores en Manib, terminaba así un escrito que dirigía á las mismas, allá por el mes de Diciembre del 98. >Al dar cuenta á V. E. de estns tristes hechos »y del más triste abandono en que se nos tiene, >sin que conozcamos noticia de alguna gestión >oficiosa para nuestra libertad, lo hago en cum- »plimiento de lo que >o creo deber sacratísimo, »para que en todo tiempo conste y por si situa- -*ción tan desesperada pudiera conducirnos á rio- »lentas y extremas resoluciones que, con sonrojo xde quien puiiera evitarlas, no puso los medios, ^resultaran poco ajustadas á santos y patrióticos x-deberes. V. E. se ha de servir considerar, en »su alto criterio, lo mortificante que para la . desgracia resulta ver privilegi s de odios simo xcaracter: que otra cosa ro es el que el fun- >;cionario en Manila perciba más ó menos ha- /yberes y el que gime en la prisión por la Patria, >despues de haber dado por ella unos la vida, »otros su sangre, todos ^us sacrificios, se vean ílos supervivientes preteridos » Véanse ahora las siguientes cartas: >Maragondón 28 de Febrero de 1899. - 51 — >Sr. D >Mi distinguido amigo y paisano: Le escribo »á V. en nombre de la humanidad y caridad >cristiana, por si en virtud del cargo que ejerce > puede hacer que el Casino Español envíe fondos »para unos cuantos oficiales que se encuentran »muy necesitados y en el más completo aban- »dono, viviendo de la caridad de los compañeros. >Como estos no tienen tampoco mucho, si la >situación se prolonga no sé que vá á ser de >todcs. Hay también aquí unos treinta soldados >en la mayor indigencia, etc Sebastian de la Torre. El pundonoroso militar. Coronel Sr. Rodríguez Navas escribía desde Batangas, por esta misma ♦"echa, á un su amigo de Manila lo siguiente: »Me concreto á suplicarle encarecidamente, que >>por cuenta de mis sueldos devengados, se me :«' faciliten doscientos pesos para comer. ¡¡¡Por Dios, »quc venga pronto este socorro !!! ¿No sería »posible nombrar una comisión de hermanas de »la Caridad que vinieran con socorros? ¿No sería >posible recabar del Gobierno un tercio ó un xcuarto de paga mensuales? Yo, amigo mío, me s.encuentro hoy en Batangas protegido por el »piadoso Sr. D. Santiago Rillo, pero sufro mucho »v sufriré basta que me someta á la desarticu- >lación del hombro izquierdo. No sé ti habrá en xesa comisión de nuestro gobierno etc. . . . He aquí otro documento interesante: »Lipa 23 de Julio de 1899. — 52 — »Sr. D »No te puedes formar idea de las penalidades »y vicisitudes que hemos pasado desde que es- »tuviste aqui: de dia en dia aumenta la tirantez »para con nosotros y al propio tiempo se hace 2,imposible la vida por el abandono en que nos xtienep; la tropa la reconcentraron en el interior »y poco después salimos todos de Batangas, ba- »biendo podido yo quedarme en esta, donde aún ).me consideran, pero como tú comprenderás ) esto no es óbice para que reconozca lo que >. están pasando todos en general: en la marcha »que ban verificado á Tayabas van muertos más »de cien de los pobres soldados. » Procura ver los medios de que nuestros jefes >.nos remitan auxilios y socorros, pues de no ihacerlo es sentenciarnos á muerte: ropas, cal- izados, y medicinas, especialm.ente quinina, pues >los víveres es imp sible el reparto en las con- »diciones en que estamos. >/i?. Mor al. n El autor de estas pobres líneas, estuvo en relación constante con varios prisioneros del Centro de Luzón, á los que sirvió en todo tiempo con mucho gusto v grandísimos deseos. Hé aquí para terminar este capítulo, la carta que entre otras muchas, recibió de uno de los aludidos: »Tarlac lo de Noviembre de 1898. >Nuestros jefes y autoridades lamentarán nues- »lra situa:ción, pero maldito el interés que «c >tomaQ por mejorarla, como lo prueba la resis- — «51 — >tencia pasiva que ba estado denivstrando el »Sr para remitirme el dinero mío y >todo cuanto le tengo pedido. Aquí la inmensa > mayoría de los scldados andan descalzos y en •calzoncillos, sin probar el pan, pues tienen que •amoldarse á comer los alimentos que usan los »indio3 en cuyas casas estiin prestando servicio >de criados y cocheros. Los oficiales que como »yo tenían algo en Manila, no lo pasan mal, • corno algunos que tenían ó traían consigo fondos • propios, pero los demás tienen que andar im- Jíplorando la caridad de los compañeros aquí re »sidentes. ¡Medrados estaríamcs si hubiésemos •tenido que comer con lo que nos proporciona- •ran los compañeros y autoridades de Manila! «En Dagupan, según nos han informado, los •oficiales están peor, pues se quedaron hast.\ sin • maletas y tienen que vivir con el puñado de •arroz y meJia pe eta diaria que les facilitan • las autoridades revolucionarias, dándose el es- •pecticulo de que los n.ismcs oficiales tergan •que ir al rio para lavarse la ropa, pero sin •jabón. De todo esto es nidudable que tendrín • conocimiento nuestras autoridades y jefes de •cuerpo, sin que hasta la fechase hayan t 'mado •interés por socorrernos á excepción de los ofi- •ciales del número cuatro que han llevado á •cabo una suscripción y remitido 15 pesos para • cada uno de. los existentes en esta plaza y que •pertenecen al citado batallón, etc * Man ¡el del V'^^lle,» Tan lamentable y manifiesta gestión de la auto- ridad superior española en estas islas, hacía su- — 54 — poner que el asunto de los prisioneros, ya desd los primeros momentos, tropezaba en su camin--- con la falta de miciativas necesarias, causas todas que han servido para hacer mas triste y memorable la historia de este cautiverio. CAPITULO IV Uo poco de historia de la guerrilla del í asino Español da Manila. Empieza la iaiciativa de es e Centro de recreo á trabajar ea favor de los prisioneros españoles. Las primeras gestiones del presidente doQ Antonio Fuset. Suscripción para el socorio de los cautivos. Telegrama al señor Fuser del Gobierco de Es- paña. La suscripción de Primo de Rivera. Viajes del señor Fuset :'.l campo de Aguinaldo. Resultados. Decreto de liber- tad de los prisioneros civiles y nilitares eaifermos. ara entrar de lleno en la humanitaria cuan hermosa gestión que á favor de los prisio- neros españoles, hizo el Casino Español de Manila á iniciativa de su digno Presidente el señor don Antonio Fuset, nos es preciso retroceder al- gún tanto para encauzar los hechos desde el prin- cipio de la guerra. Conoc das en Manía la ruptura de hostilidades entre España y la nación americana, el Casino Español reorganizó su guerrilla, siendo nombrado Comandante de la misma, por el general Augustin, el presidente de aquel Centro señor Fuset. Importantes en grado sumo fueron los servicios que durante toda la campaña prestó esta patriótica institución armada, ora conduciendo convoyes^ ora en las avanzadas, o ya contribu cndo al ser- vició de la plaza, cuando las fuerzas r-gulares dejaban el rec nto y excaseaban visiblemente Jos elementos para la guarnición Allá por el mes de Junio de 1898 y cumpliendo órdenes super o- res, tuvo la gloria esta guerrilla, de recibir su bautismo de sangre en una arr esgadísima salida- que bizo á la provincia de la Laguna. La co- lumnita se compona de cien hombres mandados personalmente por el señor Fuset v el objeto de lu operación era recojer el comprometido desta- camento de Pasanjan. Gran trabajo costó á estos guerrilleros llegar al punto de su destino pero lo cons guieron con tan mala suerte que después de tres horas de raort fero fue:o, para abrirse paso, se encont-aron con la novedad de que aquel destacamento que b scaban, Labias^ rendido á los tagalos, circunscribiéndose á verificar un detenido reconocimiento en el que notaron señales recientes de encarnizada luc a, sin duda a guna producida por aquellos va ient s antes de entregarse. Cum- pliendo órdenes recibidas, la gueriUa se retiro, pero con mayores precauciones que á la ida, pues se tuvo conocimiento de que los nsurrectos es- peraban esta regreso, en grandes masas en la barra del rio Pasig. El valeroso y entendido co- mandante Sr. Fuset, tom 3 medidas tan acertadas, que secundadas habi mente por sus guerrilleros, — 5? — consiguieron burlar al enemigo llegando sio no- vedad á Manila. Durante el prolongado y calamitoso bloqu o de Manila, el Casino Español fué ]a providencia de cuantos necc-itados á él se acercaban, no te- niendo sus socio otra misión, fuera de las horas que les dejaba francos el servicio militar, que acudir á las trine, eras, á repar ir á nuestros ca- zadores, moc os socorros de víveres j tabacos que siempre costeJ de sus ondos este Centro de recreo. Rendida Manila al ameiicano, la grand sima previsión del señor Fuset, le hizo concebir en- seguida, que en poder de los tagalos habia miles de compatriotas prisioneíos y pensó cuerdamente, movido de las mas patrióticas y humanas inten- ciones, que aquellos infelices hablan de geaiir bajo el espantoso yugo de la esclavitud y era prec so socorrerLs -sin esperar la gestión oficial que en nuestra patria siempre t a sido lenta y llena de dificultades y el caso de que se trataba, de- mandaba un pronto y eficaz remedio. A los quince dias del acaecimiento de estos su- cesos, el señor Fuset con el beneplácito de la Junta Directiva, á quien expuso su pensamiento, inicio, en nombre del Casino una suscripción que aquel Centro encabezaba con ciaco mil duros. Al miimj tiempo se dirigió cablegraficamente, reclamando el apovo de nuestros compatriotas de las Repúbl cas sud-americanas. Cámaras de Co- mercio Españolas en la Península, París, Londres. Bruselas, etc, como también á todus los impor- tantes Centros de recreo de Madrid, Barcelona y - 58 - Sevilla y otras pcsonalidades de Filipinas. Justo es manifestar que todo el mundo acudió solicito á tan simpático llamamiento, consiguién- dose á los cuatro meses de iniciada la suscripción, un resultado de 26000 petos, (i) También se hicieron algunas gestiones para que el General Primo de Rivera cediese en favor de esta patriótica obra, el crecido importe á que al- canzaba la suscripción que en su obsequio se hizo en este archipiélago por la llamada pacificación de Filipinas; pero á este señor no agradaron dic - as gestiones y llegó á mani estar públicamente, por medio de la prensa de Madrid, que él no nece- sitaba excitaciones ni consejeros y que haría lo que tuviese por conveniente. Ya lo vimos después de algún tiempo: su de- licadeza le impidió aceptar el obsequio y se de- volvió el importe de la donación á cada suscriptor, privándose así de este auxilio al necesitado pri- sionero, cuando casi todos los donantes, á quienes se consultó, estaban con''ormes, en de^^tinar su parte al fin que se proponía el Casino, pero siempre con la conformidad del Marqués de Estella. El Sr. Fuset pensó muy acertadamente, que mientras la suscripción se engrosaba para acudir (i) £&tos Centros españoles en el extraogeio y nuesti os com- patriotas de las Repúblicas Sud-auíericanas, al acudir ,soJic tos á la petición del Casino Español da Manila, enviari-n lus fondos per condu to del Gobierno de Madrid y tanto se tardaba en man- dar 3 Manía diclio dinero que hubo necesidad de enviar poderes á don Fraucisco Fuset para qus negociase en la Corte la niayo'^ actividad «n el »nvio d,-l metálico. Dicho señor cumplió prontu j blou dicho encargo, por lo que el Casino Is nombró socio de mérito. — 59 — con relativo desahogo á tanto necesitado, nada más natural que llevar á cabo gestiones directas con el gobierno de Aguinaldo, para conocer el animo ea que respecto á este asunto se encon- traba, y recabar la libertad de los prisioneros. Sin pérdida de tiempo celebró algunas conferen- cias con los personajes de la revolución, que residían en Manila, y con el apovo prometido de estos señores, después de obtenido el correspon- diente permiso para entrar en el campo filipino, á él fué el Sr. Fuset en la primera decena del mes de Octubre de 1898. Ciertas dificultades de pura lórmula, no dieron los resallados apeteci- dos en esta primera negociación, pero quedó el terreno muy bien dispuesto para lo sucesivo, circunstancia que ob'igó al Sr. Fuset á escribir á Aguinaldo expresándole su agradecí oaicnto por las deferencias, atencioues y promesas de que había sido objeto, insistiendo de nuevo en su deseo por la pronta libertad de los pr sioneroü, acto que llenar a de simpatías al pueblo filipino. Acababa de llegar á Manila el general R;os procedente de Iloilo, cuando el Sr. Fuset recibía de Madrid el siguiente telegrama: «18 Enero 99-12-20 p. m, — El Ministro de Ul- tramar a D. Antonio Fuset, Presidente Casino >E8pañol. Manila — Unión Ibero Americana con ^asistencia firmantes, ruega procure libertad pri- »sioneros españoles poniendo todo esfuerzo para >conseguirla — Rodríguez Sampedro — Coraengc — *Suarez — Guanez — Alvarez Guerra -López Na- »varro -BatUe— Beneito — Santa Marina — Vigil. — >A1 trasmitirle cate telegrama ruego á V, lo repro- — 6o — >-duzca á Sres. Arzobispo. Director Jesuítas, Ca- »yetano Arellano, Inchausti Comp ', Pedro A. Pa- >-terno, Juan Macleod, Felipe Buen camino, Rian- »zares Bautista, Mariano Marti, Ambrosio Salvador, ^Gonzalo Tuasón, Gonzalo Céspedes, (i) Con dicho documento fué el Presidente del Ca- sino á Ter al general Ríos quien á la vista del mismo rogó al Sr. Fuset no lo pusiera en co- nocimiento de ninguno de los señores á quienes se al'-idía, bien po-que muchos de los que allí figuraban, estaban en la revolución, bien por la necesidad de que las gestiones para la libertad de los prisioneros debían desde aquel momento re- vestir cierto carácter oficial, existiendo como existía en Manila un representante del gobierno español. La nobleza y caballerosidad del Sr. Fuset no supo negarse á la petición del general Ríos y aquí hemos de lamentar este acto benévolo del iniciador de la gestión en favor de los prisioneros, pues que su labor perfectamente encauzada hasta aquellas fechas, una vez que se la revistió más ó menos de carácter oficial cambió de rumbu diametralmente haciendo despertar codicias y descos, antes dormidos ó ignorados por Agui* naldo y su gobierno. (I) El gobierno español al pasar este telegrama confiesa su abandono en la lib.rtad de los pr¡si<^neros puesto que se coa- forma con la iniciativa particular y al mismo tiempo su igno- rancia al no saber que muchas de las personas que en el mismo so citan, estaban en la insurrección y eran por lo tanto arbitros da los españole* cautivos. Esto d«spnas d« clncQ meses de rendida A^níla. — 6x - Pero como había que hacer algo en vista del telegrama recibido, el Sr. Fuset, acompañado del comandante de E. M. Sr. Ocaña, celebró una segunda entrevista con Aguinaldo, que se llevó á cabo en la primera quincena del mes de Enero del 99. El Sr. Fuset desplegó una labor diplomática de primera fuerza basta el extremo de conseguir de Mabini, Presidente del Consejo filipino, un decreto, en que para conmemorar el santo del Rey de España D. Alfor so XII', se concedía la libertad de todos los prisioneros ci- viles y militares enfermos. Aguinaldo firmó este decreto el dia 22 de Enero de 1899, alcanzando esta gracia un reducido número de compatriotas. Después por unas y otras causas no ha sido ampliada su ejecución. Y, con esta simpática nota, puede decirse que terminó, en este asunto la gestión particular del Sr. Fuset, llevada á cabo tan noble cuan desintere- sadamente, pues según le oimos decir varias veces, por humanidad solamente, y si alcanzaba la tan deseada liberación, toda la gloria ser'a para Aguinaldo y para el Casino Español de Manila. Pronto hablaremos de otra acción importante llevada á cabo por este Casino y que revela los sentimientos humanitarios del mismo. Nos refe- rimos al viaje á Batangas en socorro de los prieioneros, O^ O^L/ CAPITULO V El gobierno español intenta la libertad de los prisioneros pot la mediación americana Gestiones de Otis cerca de A^ai- naldo. Dos cartas importante». • urante el mes de Octubre del año 1898 hizo ^|fl' el gobierno español, a'gunas gestiones para '^%ls cons guir la libertad de los prisioneros. Sea que por aquellas fechas no estaba aún de- finido cuil bab a de ser el porvenir de las Islas Filipinas; sea que nuestros políticos no considera- ran prudente entablar negociaciones directas con Aguinaldo para estos fin^s, lo que á nuestro juicio hubieía sido lo más eficaz y acerado, es lo cierto que tedas las negociaciones se realizaban de una manera indirecta, sin avanzar un paso en la tan ansiada liberación. El gobierno revolucionario, por med'o de sus órganos en la prensa, extrañaba la conducta del -64- gobierno español que le^uía todo trato con los tagalos y aseguraba que una sola frrise pronun- ciada con carácter oficial, era lo bastante para conseguir la libertad de los prisioneros. Los po- líticos de .aguinaldo achacaban á orgullo esta con- ducta que tanto perjudicaba á los cautivos y \ acían responsable al gobierno de España de la prolon- gación de este estado de co as, añadiendo que en esta delicada cuestión era lev fundamental la reciprocidad y mientras los españoles no se con- dujeran ccn los tagalos en f rma conecta á nada tendr an derecho £us prisioneros. No olvidaban tampoco los filipinos que sus prisioneros deportados en la metrópoli aún no hab an sido enviados á su patria y todas estas circunstancias conducían por mal camino las negociaciones. El gobierno español, que necesariamente co- nocería la disposición y deseos de los filipino"- en este asunto, no dio su brazo á torcer y en- caminó por otro rumbo sus negociaciones. Al efecto solicitó el apoyo de América para recabar la libertad de sus cautivos, encariro que el go- bierno american aceptó, aunque sin gran interés y en vista de que sus relaciones con los filipinos eran, por aquel entonces, excelentes. América transmitió órdenes á Otis e ; este sentido y esta autoridad se concretó, por bacer a'go, á escribir á Aguinaldo en demanda de la libertad de los españoles. El presidente de la revolución filipina rcurió en consejo a sus más significados políticos . y milita'-es, para discutir Ampliamente la petición que se le hiciera por el general Otis. El resul- ~ 6s - tado de esta gestión* la verán nuestros lectores en las siguientes cartas que reflejan en un todo la manera de pensar, respecto del asunto, del go- bierno filipino. Malolos, 3 de Noviembre de 1898. »Al Mayor General E. S. Oíis. Comandante en jefe que sus observaciones, lejos de molestarme, me »son muy útiles, como dictadas por la ilustración »aprendida en el seno de un pueblo libre. »Debo advertirle también, sobre todo, que no »bacemos prisioneros á las mujeres y á los niños »ni mucho menos á lis monjas. Si entre nuestros » prisioneros se encuentran alguna que otra mujer »ó algún que otro niño, es porque constituyen la •familia de uno de ellos, de quien no quiere se- » pararse, viéndonos obligados á mantenerlos á costa »del Tesoro filipino. Este detalle no está previsto »en las leyes internacionales, pero lo observan >los filipinos á impulsos de los sentimientos hu- »manitarios. »Me alegro de que V. diga que los clérigos es- »pañoles y los funcionarios civiles españoles no »pueden ser prisioneros de guerra, según las leyes i>internacionales. Antes de contestar este punto, >perm tame observarle que no hemos hecho pri- *sioneros sino á sacerdotes religiosos pcrtenecien- 5 - 66 — t-tes al clero regular español, y no á los que no *llevan la vida monacal, y me permito aclarar »este punto, para la mejor inteligencia de las ex- >plicaciones que tengo el gusto de darle v para >que no se desvíe la opinión pública extranjera. »Es verdad que las leyes internacionales decla- >ran, en general, que los clérigos y funcionarios «civiles no pueden ser prisioneros de guerra, pero »el espíritu de estas mismas leyes exclu' e á los ^sacerdotes religiosos y funcionarios civiles espa- sñolcs en Filipinas, pues sólo tienen de dic' a »clase de personas el nombre. >Empezando por los funcionarios civiles espa- >ñoles, rae permito significarle que á raiz de la »declaracnn de guerra entre los Estados Unidos >de America v España fueron obligados por el >!.general Augustin al servicio de las armas, sin ^distinci n de clase. Y aún antes, durante la pri- >mera época de la revolución filipina, los fun- >iCÍonarios civiles españoles ^a formaban cuerpos íde voluntarios armados que, si no sallan al campo »con frecuencia en compañia de los soldados re- >. guiares, fusilaban y prendan á los vecinos pa- í cíñeos é indefensos, para encarcelarlos y some- terlos á indecibles torturas. Además debo adver- >.tirle que, en los penales y establecimientos pe- > nitenciarios españoles gimen aún centenares de ;í,presos y deportados filipinos, arrancados de sus t>] ogares por la suspicacia del antiguo gobierno >, español y merced á las artes v malas mañas de j^lüs sacerdotes religiosos, titulados ministros de 2' la paz. /-En cuanto á los clérigos, ó mejor dicho, sa- -^ 67 - >cerdotes religiosos españoles, me permito hacerle »presentes las siguientes consideraciones: »a.) Las corporaciones religiosas en Filipinas se >.ban creado grandes colonias aerícolas, é fuerza >de engaño. Antiguamente los filipinos, llevados i de su religiosidad, regulaban una parte del pro- yducto de sus tierras á los antiguos sacerdotes re- »ligiosos, para que estos se mantuviesen con ella, xpero andando el tiempo, los que iban sucediendo :fcen el ministerio espiritual hicieron obligatorio el >;pago, apoderándose de las tierras para asegurarlo > mejor y convirtiendo en tributarios ó colonos >siyos á los propietarios, quienes no podian ne- >garse al despojo por miedo á las venganzas de /.las Autoridades españolas á quienes procuraban 'dichos sacerdotes tener de su parte á fuerza de >sobornos. >b) Según las le\ es canónicas de la Iglesia ro- ' mana los sacerdotes religiosos no pueden ejer- / cer la cura de almas, reservada únicamente á >/los de clero secular, á que pertenecen los sa- >/cerdotes filipinos. No obstante, los religiesos, para » poder seguir ejerciendo los cargos de Cura Pá- >/rroco en los pueblos de Filipinas, han venido j engañando al Vat cano 7 á la opinicn pública >extranjera, pintando á estos pueblos como ran- »cherías de salvajes, que exigen el cuidado cons- ;-tante de los misioneros religiosos españoles, para >yque. los naturales no vuelvan a su antigua ido- vlatria. Los sacerdotes filipinos que han pretendido ^reformar esa falsa opinión del Vaticano acerca »del estado religioso del pais, para recabar los ^derechos qu3 les reconocen las le) es can- nicas, — 68 - xmurieron martirizados y acusados como pertur- ibadores por los religiosos. »C; Los mismos religiosos pretendieron engañar í)también al Gobierno español, haciéndole creer »que eran los únicos mantenedores en Filipinas »de la soberanía española, y aunque posterior- >/mente las Autoridades españolas conocieron el ^engaño, no quisieron ver ya nada, deslumbra- > das por el oro de las corporaciones religiosas. í;Estas, ejerciendo la cura de almas, en los pue- *blos de Filipinas, han sido dueñas absolutas por *mucl:o tiempo, de las vidas, hacienda y honor »de los filipinos. Por eso es público y notorio, y >todos los extranjeros que han estudiado losasun- vtos filipinos reconocen unánimes que la causa ^.primordial de la revolución filipina son las cor- »poraciones monacales que, valiéndose del corrom- xpido Gobierno español, han explotado el país ce- »rrindole el paso á una vida de progreso y de li- >bertad. )>Con estos antecedentes. General, comprenderá »V. que dada la influencia y los intereses de las ^corporaciones religiosas en Filipinas, no es justo »ni politice dejar en libertad á los sacerdotes re- >>ligiosos. Tanto el Arzobispo como los Obispos 2 españoles en Filipinas pertenecen al elevo regu- >lar español, y no es lícito que sigan predomi- »nando en las Islas, porque pueden promover una »contra revolución ayudados de su oro y de al- »gunos fanáticos filipinos que obedecen todavía »á sus inspiraciones. Cuando los sacerdotes fili- »pinos, injus! amenté preferidos por el Vaticano, >;hayan conseguido de este el nombramiento para ^. 6q - >el cargo de Obispos y Curas Párrocos en su ipaís, entonces no ofrecena peligro alguno para >la tranquilidad pública la libertad de los religiosos. >E1 Gobierno español y el Papado han demos- >trado desconocen la legalidad y la justicia, cuan- í>do de sus intereses se trata; por eso el pueblo ^.filipino quiere retener á los funcionarios civiles «españoles, para conseguir la libertad de los pre- »sos y deportados filipinos, v á los sacerdotes re- >ligiosos para conseguir del Vaticano el recono- ) cimiento de los derechos seculares del clero filipino. »Y como representante del Gobierno de los Es- »tados Unidos en estas Islas, ruego á V., General >con el mayor encarecimiento que le manifieste »que no el odio ni la venganza animan á los fi- >lipinos, al retener á ios empleados civiles y re- >ligiosos españoles; sino el interés político y la »tranquilidad del pueblo filipino demandan e.^^ta V medida. Las leves internacionales tienen que en- »mudecer ante la causa justa de un pueblo de >miliones de almas, porque esta causa es la de »la humanidad, de la civilización v del progreso. >Mi pueblo exige dicha medida y no puedo me- ónos de cumplir su voluntad. »Si V., General, consigne interpretar estos sen- itimientos del pueblo ante su Gobierno y la opi- xnión pública extranjera, y por este medio re- »formaran una v otra sus juicios erróneos pro- >vinientes del desconocimiento de la verdadera isituación del país, se baria V. acreedor á la gra- »titud del pueblo filipino y del mundo civilizado. »Soy de V. con la mayor consideración, atento >y seguro servidor. — Emilio Aguinaldo. — 70 — El General Otis volvió á insistir sobre su pe- tición á los pocos días y he aqui los resultados; >^Al Mayor General S. E. Otis, General en Jefe de »las fuerzas Americanas de ocupación en Manila. >/Malolos 1 8 de Noviembre de i898. » General: »Acuso á V. recibo de su atenta carta de fecha »io del corriente, rogándole dispense la tardanza ) con que contesto á ella, debida á mis muchas y ^perentorias ocupaciones. »Tengo en gran estima su buen deseo de inter- »ceder por la libertad de los empleados civiles >.y sacerdotes religiosos españoles; y esté V. se- »guro de que, si razones bien fundadas no exis- >-tieran para tenerlos prisioneros, atento, como ^siempre, á las leyes de humanidad y conforme icon los principios que regulan las relaciones de »los Estados independientes, no hubiera dado á »V. lugar para hacer, en pro de aquellos, la pe- xtición que tanto le enaltece, ).En mi carta anterior le he expuesto las ra- )Zones en que me he fundado para considerar »prisioneros de guerra á dichos empleados y re- »ligiosos. Sin embargo, V. trata de desvirtuar »la fuerza de mis argumentos con meras conside- »raciones, respecto á las que yo ruego á V en- jcarecidamente tenga á bien oir mi contestación. >Dice V. en su carta que, á tenor de un prin- »cipio de Derecho, bien establecido, ios Jefes em- ^pleados de un gobierno enemigo, tales como sus — 71 — >agentes diplomáticos y aquellos qu© prestan ser- »vicios de singular imponancia, pueden ser con- »siderados prisiones de guerra, pero que no cree »que meros empleados puedan ser clasificados >en dicha categoría, á menos que estén ar- »mados o de algún modo agregados á un ejér- >ciio hostil, con proposito de prestar ajuda ac- >tiva. Y ante esta afirmación, venida de persona tan ^competente, no puedo menos de felicitarme, pues >con ella reconoce V., como justificada la princi- »pal razón en que me apoyo, al retener como >piisioneros de guerra tanto a lus empleados ci- »civiles como á los sacerdotes religiosos ^^ ^Admitido aquel principio, fuerza es confesar »que ss ajusta estrictamente á él mi conducta, »si se tiene en cuenta, y ello es innegable, que »asi los empleados civiles, como 1oí> Párrocos »regulares, no sólo han coadyuvado de una ma- »nera activa a los que combatían contra los re- *voluciouarios filipinos, sino también tomado per- »sonalaiente las armas para lucuar contra ellos. .Ya dije en mi carta anterior que el Decreto »del General AUéUstm de fecua 23 de Abril úl- »timo, obligó a lomar las armas no sólo á los ^empleados del Estado y Municipio, sino tam- »üién á los peninsulares é uijos de és.os; ^ que »en la primera época de la revolución filipina ^formaban unos y otros cuerpos de voluntarios >armados que nacían la vijilaucia en los pueblos, » llevaban a cabo detenciones, torturaban a ios pre- *süs, sino fusilaban a indelensos ciudadanos, ó »se unían a los soldados regulares para comba- »tir contra los revolucionarios, X^ea V., General — 72 — »con detenimiento los periódicos de la localidad »'i partir de la fecha en que estalló la revolu- >cion, y verá confirmado lo que acabo de decir. >Las páginas de dichos periódicos son pruebas ^irrecusables de los servicios militares, prestados »por los empleados del Gobierno español y de »las recompensas recibidas por los mismos en pre- »mio de sus servicios. Con estos antecedentes »¿cabe aún argüirme que no pueden ser reteni- »dos como prisioneros de guerra los empleados » civiles españoles? «Otro tanto, sino peor, puede decirse de los » sacerdotes regulares. Estos, degradando comple'a- » mente su ministerio, convertidos de siervos del ) Señor, en señores feudales dueños absolutos de las »vidas, haciendas y honras de los filipinos alam- »paro del Gobierno Español, no desempeñaron, »al estallar la revolución el papel de sacerdotes :^de la paz, de predicadores de la mansedumbre »y caridad cristianas, sino que, profanando su >sagrada misión, convirtiéronse en esbirros del »Gobierno español, en falsos denunciadores de j-inocentes ciudadanos, »Increible parece que los que debieran elevar »al cielo sus oraciones para que cesaran tanta- «crueldad é infamias cometidas por los represen- '.tantes del Gobierno español; los que debieran «entregarse al recogimiento y á la mortificación. »en desagravio de tanto crimen, fueran precisa- >mente los que m?s intervinieran en el asunto >y los que con insinuaciones interesadas, con in- >»formes calumniosos y vengativas delaciones, avi- » varan más y más el fuego de la pira de muerte — 73 — j-y difamación, en que fueron sacrificadas vidas »preciosas é inocentes y la honra de muchos ciu- »dadanos. »Más no la venganza me mueve, al tratar á »dicbos religiosos como prisioneros de guerra. Me >/ajusto igualmente, respecto á ellos, al principio >de Derecho internacional por V. invocado, pues »á parte los abusos cometidos por les mismos »que he referido en mi carta anterior y los he- 7/chos que aüado en la presente, tiene V. que » muchos de dichos sacerdotes han tomado las ar- >mas contra la revolución; algunos, ejemplo el >párroco del pueblo de Lipa, provincia de Batan- »gas, hanse puesto como Jefes al frente de los >cuerpos de voluntarios; en Manila, durante el > sitio de la plaza por mis fuerzas, todos los re- ííligiosos constituyeron un cuerpo militar organi- »zado y uniformado, que formó parte del soma- nten municipal y todos, puede asegurarse, y han prestado cooperación directa y efec- >tiva á las fuerzas que peleaban contra los fi- >lipiaos, bien manteniendo, á sus expensas, hues- >tes armadas, bien acompañándolas en sus expe- »diciones, incitándolas á la pelea. »Los conventos han sido las defensas más ¡►inexpugnables, en donde los combatientes espa- >ñoles se parapetaban con el Párroco para atacar »sobre seguro á los revolucionarios, y este Go- »bierno conserva un buen número de fusiles ocu- >pado á los religiosos.» »De manera que, con relación á ellos, puede >aplicarse el mismo principio que V. invoca, y >procede, en su consecuencia, tratarlos como pri- — 74 — »sioneros de guerra, mAxime si se tiene en cuenta j>que, dadas las atribuciones civiles que ten-an y 2>se tomaban, durante el Gobierno español, cabe »clasificarlos en la categoría de Jefes empleados, »ó de los que prestan servicios de singular im- >portancia.» »Los principios de Derecho internacional sus- »tentados por los más notables publicistas en >dicba materia, se han tenido en consideración »por mi al tratar como prisioneros á los em- >pleados civiles, sacerdotes religiosos. Fiore, Mar- ¿tens, BluntsCwli y otros sostienen que todas las >personas que sin formar parte del ejército le sigan >para cumplir sus funciones pacificas, pueden ser i detenidas como prisioneros de guerra, excepto >sólo el personal de Sanidad, con arreglo á la »convención de Ginebra, siempre que no tome » parte activa en la guerra. Y el diccionario En- *ciclopédico Hispano— Americano dice: Cuantos » forman parte de las fuerzas enemigas, sea como >tropas regulares ó como milicias, cuantos acom- ípañan en las expediciones a los Ejércitos; los >. corresponsales de los periódicos, ios proveedores, Aos funcionarios civiles mismos, pueden ser he- íchos prisioneros» «Ademas, la represalia es un derecho admitido »por las naciones mas cultas, como poder penal 1 ejercido por una de las potencias beligerantes >respecto a la otra, cuando ésta vio las reglas >ó le) es generalmente adoptadas; ó como sanción >al dereciio de la guerra, en el sentido de que »las represalias tienden a conseguir que vuelva »cl enemigo al cumplimiento de sus deberes.» — 7'S — >En virtud del derecho de represalias, durante »la guerra de la independencia en la América »del Norte, el gran Washington, vengando el fu- »si!amiento de un coronel americano, prisionero rde los ingleses, ordenó fuera al punto pasado >.por las armas el coronel inglés Argigll, prisio- >nero de los americanos; y gracias á la interce- »sión de la reina de Francia, no fué llevada á cabo >la orden.» »En virtud del mismo derecho, los generales ^alemanes mandaron incendiar y destruir, durante lia guerra de 1870, las viviendas en donde sus asoldados hab an sido atacados traidoramente. » >Si no hubiera, pues, reglas internacionales que íjustificarán la retención, como prisioneros de ; guerra, de los funcionarios civiles y sacerdotes »religiosos, podríamos los filipinos, no reconoci- /.dos siquiera como beligerantes por las otras na- «ciones, invocar el derecho de represalias para /.adoptar aquella medida, á fin de obligar al go- vbiérno español á dar la libertad á muchos fili- //pinos, presos políticamente, y á no seguir su pro- i ceder bárbaro é inhumano, torturando y fusilando »á los que son amantes de la libertad é indepen- >dencia de su país. >Hé aquí la razón de por qué en mi carta an- »terior decía que las leyes internacionales tienen i que enmudecer ante la causa justa de un pueblo jde millones de almas, porque esta causa es la ido la humanidad, de la civilización y del pro- xgreso. »Lejos de mi ánimo, al hacer esta afirmación, • significar á V, que al retener como prisioneros - 76 - »á las personas, por cuya libertad se interssa, »prescmdo de 'las leyes internacionales y sólo > atiendo á las exigencias de mi pueblo, pues bien »he demostrado que al tomar aquella determina- ción me he guiado precisamente por esas le es; >ni menos que estas se hallan en pugna con el >.bien de un pueblo. Hé querido sólo decir que, >.en muchos casos, los principios de Derecho In- iternacional, generalmente observados por las na- > clones cultas, tienen que ceder ante circunstan- »cias del momento, ante el interés de mi pueblo »que reclama la violación de esas leyes. Así sólo >se comprende que los pueblos más civilizados ^reconozcan el derecho de represalia. >Así también. General, al decir á V. que el »pueblo filipino quiere retener á los funcionarios Aciviles para consiguir la libertad de los presos ^y deportados filipinos; y á los sacerdotes reli- giosos para conseguir del Vatica -o el reconoci- »miento de los derechos seculares del clero filipino, /no he querido atribuir á dichas razones la me- ¿dida adoptada, cuando otras muy fundadas jus- »tificau mi conducta. He querido sólo indicar el >nTioraento oportuno, en que, no obstante los mo- itivos antes expuestos, se podía conceder la liber- ¿tad á aquellos prisioneros, sin desagrado para >el pueblo. »Yo quisiera ver llegada cuanto antes esa oca- »sióu, para demostrar á V. mi más viva simpa - >Aia. por sus deseos, que hoy me impiden satis- í'facer motivos bien atendibles. »El pueblo filipino, que aspira á la vida de la ^libertad y de la independencia, siquiera hasta — 77 — I ahora no ba merecido de las naciones civiliza- jdas, ni de la misma América del Norte, el re- »conocimientode sus derechos, en la guerra con- jtra España, tiene la vanagloria de haber cum- »p ido con las reglas que está llamada á observar >una potencia beligerante, sin queotro tanto pueda xdecirse de la contraria. »Yo no dudo, General, de que, dados sus no- »bles impulsos, su ilustrado criterio v sus simpa- >tías bacía mi pueblo, sabrá interpretar los sen- »timientos de este ante su gobierno 7 el mundo •civilizado, y justificará mi conducta al retener »como prisioneros de guerra á los funcionarios ci- »viles y sacerdotes religiosos. •Termino la carta, rogándole perdone la mo- «lestia que le habrá de causar su lectura, y lei- xterándome su más respetuoso servidor. - £wí7to > Aguinaldo.» Como se podrá juzgar, nada se consiguió por medio de la gestión Americana. Lo único prác- tico que resultó de estos trabajos fué la repatria- ción á las filipinas de los deportados tagalos que aún residían en España v que el gobierno espa ■ ñol facilitó sin obedecer á exigencias de nadie, si bien trabajó mucho en este sentido el Sr. Centu- rión que tenía dos hijos militares como prisio- neros. Si nuestra tarea, no fuese tan solo de informa- ción en toJo lo que respecta á este cautiverio, nos sería muy fácil destruir los fundamentos en que se basaban los filipinos para retener á los prisio- neros; argumentos, á nuestro juicio, faltos de base y que solo han indicado siempre el deseo de ~ 78- sacar de esta situación, el mayor partido posible con detrimento de las leyes de la humanidad. mm íí,^ég^i^©^é^^^'^^é^#b \ ■< ' 1 1 Mi JI^M^B CAPITULO VI El viaje á Batangas verificado por el Casino Español. Efectuase la expedición en el vapor Xastellam». Socorros et.tr( gados á los prisioneros. La ¡abor del Casino Español, El Señor Don Antonio Fuset. señor Fuset, presidente del Casino, que ha- Dia cesado en su gestión particular á fa- vor de los prisioneros, para dejar ancho campo á la oficial, iniciada por el General Rics, no quiso permanecer inactivo, preparando una expedición con socorros que hab a de efectuarse en la provincia de Batangas. Muchos obstáculos hubo que vencer para lle- var á cabo este pensamiento, pues no debemos olvidar que este viaje se proyectó en el mes de Marzo de 1899. época en que ya se habían roto las hostilidades entre americanos y filipinos. Te- naz en sus idea el señor Fuset, penetrado de la ne- cesidad de socorrer á tantos in.e ices, supo vencer cuantos inconvenientes se oi^onían á su filantrópica — 8o — idea, consiguiendo, por fin, del general Otis, el competente permÍ5?o para llevar á la práctica tan hermoso pensamiento A últimos del citado mes de Marzo, salió el Sr. Fuset acompañado de los vocales D. Juan Sanz y D. Enrique Godino, á bordo del va- por <'Castellano>, que iba con la bandera de la Cruz Roja, á desempeñar la misión que se ha- bía propuesto el Casino que, dejando á parte pe- queños contra tiempos, se llevó á cabo con felicidad, estando de regreso en Manila el dia 2 de abril. La espedición dejó para los prisioneros de Ba- tangas 5' Boac, 500 trajes de rayadillo, 290 pares de zapatos, 100 de alpargatas, 14375 cajetillas de cigarros y 1287 pesos en metüico, que en- tregó á una comisión de prisioneros residentes en Batangas y autoridades locales^ recogiendo los oportunos recibos y levantándose finalmente un acta de toda la operación que no publicamos por su mucha extensión. El señor Fuset no desaprovechó el tiempo du- rante su breve estancia en Batangas y solicitó del general filipino Trias, que en aquella znn-x comandaba, la libertad de los prisioneros civi'es y militares enfermos residentes en la jurisdic- ción de su mando, por bailarse comprendidos en el decreto de libertad firmado por Aguinaldo el 23 de Enero; pero el aludido general no quiso complacer la petición alegando que no estaba au- torizado para ello. La Comisión del Casino pro- digó frases de consuelo y esperanza á les prisio- neros, recojiendo millares de cartas y encargos que aquellos le dieron para Manila. — 8i — Creemos llegado el momento de hacer resaltar aquí la conducta del Casino Español, digna en todo tiempo del mayor encomio, mucho mas si cabe, en estos últimos tiempos de desordenes para Filipinas, en que dicho Centro ha prodigado su dinero á manos llenas, siempre solicito á acu- dir donde la neces dad le reolamaba. A este elevado espíritu de miras se debe la her- mosa labor que aquí se hizo en favor de nues- tros prisioneros, pudiendo añadir que, la gestión del Sr. Fuset como Presidente de aquel cir- culo, ei la nota mas saliente y simpática que re- gistra la historia durante nuestras desdichas coloniales. La gran modestia de que siempre se halla re- vestido el Sr. Fuset; v por otra parte la sin- gular satisfacción de contarnos entre el número de sus amigos, nos Teda el prodigarle todas las alabanzas de que es acreedor por su populari- dad y humanos sentimientos. Del Sr. Fuset puede hacerse una corta pero muy sentida biogra- fía. Reputado comerciante, de un trato exqui- sito por su caballerosidad é hidalguía, reúne una vasta ilustración y una idea muy* elevada del ho- nor: figuró en el municipio de Manila como representante de la Cámara de Comercio, que por voto unánime lo eligió para la defensa de los factores de riqueza que encierra este pais. Por varios servicios á la Patria fué agraciado con el título de Comendador de Carlos III y por los que prestó, exclusivamente en Filipinas, se le concedió la Cruz Roja de 2.a clase del Mé- rito militar, estando ademas en posesión de las — 8a - medallas de la campaña de Luzón y Toluntariós. El Sr, Fuset, fué el primero que, conociendo los sucesos que se avecinaban en Filipinas, pi- dió al general Blanco la creación de los Ba- tallones de voluntarios, petición acojida con be- nevolencia ' cuya ejecución algunas personas tra- taron de dificultar, para llevarla después á la práctica con toda precipitación Conocido es de todo el mundo lo mucho que tienen que agradecerle nuestros infelices prisio- neros. {Cuantas madres, que no desconocen su» humanos sentimientos, le alabarán y bendecirán desde lo más profundo de su corazón! Hace poco, agoviado por el cansancio, 4ejó de ser Presidente del Casino Español, reempla- zándole en esta gestión, el no menos caballe- roso coronel de Infantería Sr. Carbo, del cual tendremos que ocuparnos, cuando hablemos algo de la Comisión de Selección española, encargada en Manila de poner en orden los últimos asun- tos que aquí dejó pendientes la Soberanía es- pañola. CAPÍTULO VII La gestión del general Rios. Comisiones que en su tiempo fueron ai campo filipino. Se busca el apoyo de los cón- sules y comerciantes extranjeros. RcsulUidos negativos de e«ta g;st-on. Algunas con;ideraciones. I cabado de llegar el general Rios á Mani- ,i^¿;. la V ftprovechando algunas indicaciones que "^^^ respecto á los prisioneros le bacía desde Madrid nuestro Gobierno, contestó el Hia 4 de Enero de 1899 en los siguientes términos: «La si- >tuación grav;sima de les americanos con res- > respecto a los in5urrect' s imposibilita gestiones ' sobre prisioneros que pudieran ser contraprodu- >ce!tes; pero puede el Gobierno tenerla seguri- /dad de que haré cuanto sea posible para bus- icar la solución que V. E. me recomienda.» No sabemos con qué objeto revistió de gravedad el general Rios la situación del archipiélago con relación á los prisioneros, siendo asi que apesar -84 - de la estreclir. tirantez que existía entre ameri- canos y tagalos, unos y otros daban siempre grandes facilidades para que se llevaran á efecto las gestiones. Ahora bien; ¿correspondieron las que hizo el general Ríos con lo que expresaba en los últimrs renglones de su telegrama? Eso lo veremos m^s ade'ante. Empezó el general Rios su gesti:^n impidiendo el que el Sr. Fuset la continuara, como hemos visto en el lugar correspondiente. Después se con- cretó á establecer una correspondencia escrita con Aguinaldo llena de frases huecas, que no dieron resultado de ninguna clase, (i) Conociendo, pues, que estos trabajos no lleva- ban á su gestor más que al descrédito, allá por principios de Abril el representante del gobierno español en Manila qvdso realizar un acto de mu- cho relumbrón y trascendencia y al efecto convocó una junta magna de los cónsules y comerciantes extranjeros, así como toda clase de personas de algu la significación y además el concurso de la prensa. En ella expuso el general Rios el mal resultado de su gestión cerca de Aguinaldo y (.-idió parecer á los convocados para que indicaran un medio rápido y eficaz de conseguir lo que se de- seaba. Se discutió el Hsunto, per^sándose prime- ramente en nombrar una comisión en la que fi- gurasen todos los COI sules extranjeros y que estos directamente pidiesen en persona al jefe de los tagalos la libertad de los cautivos. Un poco fuerte (i) Pos-jenios la copia de algunas de estas cartas qne no pu- blicainjs por su poca impoitancia - 8s - debió parecer esta resolución, cuando se acabó por determinar el suscribir una carta por todo el co- mercio extranjero fn demanda de aquella pro- posición, (i) Dicho escrito llev lo al campo de Aguinaldo el subdito francés Sr. Barón Du'Marais que, á pretesto de ser un e>pia, quedó prisionero de los tagalos, siendo m s adelante asesinado de un modo horrible. Aguinaldo contestó excusándose. El general Rios, disgustado por el mal resultado de todas sus iniciativas, previos los trámites con- siguientes, despachó, el 20 del mismo mes, para el campo de los filipinos, una comisión compuesta (i) He aquí ti testo de aquel tJGCumento: «•Sr. D. Eíuiüo Aguinaldo > Extranjeros de diversas nacioaaÜdados, que por tres cuartos >de siglo haa tnantecido amistosas relaciones niercarttles crn >todo el pueblo filipino, nos nnimos hoy para dirigirnos á tis- >teJ en favor de los prisioneros españoles, lo que hacemos con »!a aprobación de Jas autoridades aaier¡can?s. »Sin representación oñcial alguna creemos tener .'a moral de • >]as Naciones á que respectivamente pertenecemos. Sin duda po- >demos asegurar que Europa y el mundo entero se hallan á nues- ^tro lado, *>íaí tri i;n ■>ir-ialidad absoluta en la pisada lucha, nuestro idesinterés actual y la uDaoimidaJ de nuestro sentir soa pren- »da3 de acierto en el juicio que hemos forrando respecto á esta >cue5t¡on y esperamos que, por lo mismo, nuestro parecer ha He »pesar algo en su animo y en el pueblo filipico. »Eq este es segiro que dominará la idea de que la libertad in- >dividual es el don más apreciable para el hombre, y que si pue- »de la guerra privar de ella, se recobia desde luego, como derecho lactusl que es, en cuanto cesa definiíivamente aquella: todos rioso- >tros estamos plenamerte persuadidos da que en nuestras respec- >tivas naciones no ss ritenlria á los prisioneros en circunstaocias «análogas. Y por cuanto vivimos en medio da este pueblo, qui* •sieramos que esta misma persuación Qo se desvaneciese de nues- »tro ánimo. ~ 86 - del auditor de guerra D. Octaviarlo Romeo, á quien acompañaba el Comandante de Ingenieros Sr. Las Heras. Dichos señores se las prometían muy fe- lices, pero al llegar á Calumpit se encontraron con el tenaz combate que contra Luna sostenía el general Mac-Arthur y tuvieron que regresar á Ma- nila, donde á los dos ó tres dias el general Rios dispuso de nuevo la salida por mar de dichos se- ñores, al objeto de encontrar á Aguinaldo donde quiera que se hallase, aunque se sabía de cierto que su residencia era en la provincia de Tarlac La Comisión saliJ- con dirección á Lingayen á bordo del vapor Nuestra Señora del Carmen, llegando felizmente á íondear en Dagupan, donde los filipinos se opusieron tenazmente á su deí^em- barqui. Entre los comisionados iba el señor Cen- turión, pero por más súplicas que les hicieron unos y otros, solo fué posible que se entendieran telegráficamente con Aguinaldo y eso debido á que >Y si V. llegase á acoger esta expresión nnániuie y muy s;ii, »tida de las distiotas represeataciones de pueblos civilizados que >sQScriben el presente documento, de que muy pronto quizas »se haga eco la preusa de uno y otro hemis'erio, ganaría el iiie- *jor aplauso y la más encumbrada gloria pira su nombra y el del >pueblo filipino. >S-)mos de V. attos y s. s. q. b. s. m. Smith Bell y C.a---Ker >y comp.— Donalson Sim y comp.— John Macleod — Blanchar.^ >K Laino— Henry. — Stevenson y conip.--Levy hermanos-E Andrá- >y comp. — Tillsou Herrmman yccmp —Enrique Spitz. — Villemcr — .«Warner Barnes y comp.— Pedro Blanch.— L. Andrews--Gfru)an y *comp.--Heinszen y comp.--Grok Froclich Kutaer y comp.--GrJil5. *saminer herma nos --Baer Sénior y comp.-"Strukinan y comp. *KuenzL' Str¿iff y comp.-- VVieb y coup.--Warlomo.it hermanos. >M(ierkamp y comp. — Fitton y comp. y alguna» otras firmas que >uo recordamos. -87 - el general filipino que mandaba las fuerzas de Dagupan consintió en hacer ese favor á los co- misiQnados. Pespues de transcurridas ir ucbf simas horas» el señor Romeo recibió de Aguinaldo un telegrama concebido en estos ó parecidos términos: «Estando en negociaciones con el gobierno ameri- cano respecto á la libertad de los prisioneros espa- ñoles, no puedo entablar negociaciones de nin- guna clase con el gobierno de España.» Efectivamente, los filipinos á raiz del combate de Calumpit pidieron parlamento con los ameri- canos para negociar una paz honrosa, donde se trató también de nuestros prisioneros. Los taga- los sustentaban entonces la peregrina teoría de que habiendo sido hechos esos prisioneros cuando se estaba en guerra con España y habiendo su- cedido los Estados Unidos á España en sus dere- chos de soberanía sobre Filipinas, los españoles prisioneros debían considerarse como americanos. Este fué el resultado de la esiéril gestión del general Rios, quien el día 3 de Junio abandonaba el archipiélago, con gran sentimiento, no cabe dudarlo, de no haber conseguido la gloria de ha- ber libertado á los prisioneros. A la vista de tan repetidos y continuos fraca- sos en la humanitaria causa que se perseguía, es muy oportuno, para terminar este capítulo, la exposición de los siguientes hechos cuyos comen- tarios íntegros dejamos á la discreción del benévolo lector. Decían aquí significados é imparciales filipinos quo no les estt^añaban los fracasos que se suce- dían en las gestiones á favor de los prisioneros. «. 88 — Ai comité filipino de Madrid se le había beclio creer que si los tagalos no entregaban los prisio- neros les sería más fácil obtener la independen- cia. Que había presidido poco tacto por parte del gobierno español y las autoridades aquí encarga- das de gestionar este asunto y finalmente se ha- bía acudido tarde al rescate por dinero, pues si ahora el gobierno americano se oponía á las nego- ciaciones bajo esta base, no hubiera sido a§i du- rante los últimos meses del año 98 en que las re- laciones entre filipinos y americanos eran muy cordiales y no se pensaba en llegar á las hosti- lidades. Pero estaba escrito que aún quedaba que sufrir mucho á nuestros infelices hermanos. CAPITULO VIII Los prisioneros frailes. Tratos que les dieroa los ñlipioos. Gesti(E< que ie hicieron para libertarlos. Otros antecedente». *\ asunto de los prisioneros frailes bien me- jrece que se le dedique un capítulo en nuestra obra, sin tocar para nada la tan delicada cues- tión de si estos religiosos fueron un bien ó un mal para el archipiélago filipino, por no creer sea este el lugar más apropósito para debatir cuestión de por si tan espinosa. Nos concretaremos, pues, á hacer la historia de su cautiverio, los tratos de que fueron objeto por parte de la Revolución filipina y las gestiones, que nosotros sabemos, se llevaron á cabo para libertarlos. No puede dudarse que gran parte de los hom- bres de la revolución tagala eran poco afec- tos de los frailes y de aquí el que estos — '90 — ha an sufrido más ó menos vejaciones, según las manos á c^lc se bailaba confiada su custodia. Los tratos á que se les sometió, sobre todo en los primeros tiempos de su cautiverio, pueden ca- lificarse de medianos y solo se nos ocurre, pa- radiando á un inteligente funcionario, establecer las siguientes preguntas: ¿Fueron grandes los errores de las órdenes regulares en Filipinas? ¿Cometieron actos contrarios á su institución y á la salud de la patria? La historia lo dirá en su dia; de todos modos, no babía razón alguna que aconsejara el tomarse por la mano ninguna clase de ven- ganza. No queremos hacer aquí, para demostrar la verdad de lo que decimos, una exposición de to- dos los hechos que han llegado á nuestro conoci- miento; queremos ser mas verídicos dejando la pa- labra á personas que han presenciado y descr to después estos malos tratos, dando la preferencia á lo que eo su ya citada memoria expone el celoso ex-gobernadorde la Laguna Don Antonio del Rio. Dice así el citado señor: «¿Fueron tratados duramente los frailes Dominicos, > Agustinos, Recoletos y Franciscanos? A esta pre- zgunta no responderé con negaciones ni afirma- >ciones; lo haré con hechos que se llevaron á >cabo con los frailes de la Laguna y Pangasinau >que conozco. Los demás hechos los sé por re- »ferencia y de estos no habré de ocuparme. Los >gobernadores de las demás provincias ya lo ha- >brán dicho antes y mejor que lo hari el que «suscribe. .. »£a el curso de esta memoria dejoconsigaadoa Aos malos tratamientos de que fueron objeto los »de la Laguna, llamados desde Malolos á S. Fer- >nando de la Pampanga y de allí á un pueblo de •pésimas condiciones sanitarias y sometidos á tra- ) bajos más que penosos, denigrantes, y socorridos ■ de modo harto miserable. En la provincia de »Pangasinan se hallaban diez y seis frailes insta- );lados con nosotros en el Colegio; vasto edificio >>por los Dominicos construido para la enseñanza, 1 socorridos como les soldados con seis cuartos y :^una chupa de arroz y raro el dia que no recibían ?.la visita de Jefes y Oficiales del ejército revolu- xcionario para interrogarles por el dinero que su- j.ponían tenían enterrado, siendo objeto de in- /vvultos y diarias amenazas con el bejuco. Vestían /de paisanos y usaban barba y no se les permitía ?/decir misa. Deslizóse tranquila su existencia has- »ta un día que se presentaron unos cuantas bar- >beros que los afeitaron y raparon, dejándcles );tan corta cinta de pelo que, dado el trage que la •caridad de una muger les proporcionó, presenta - ) ban ridiculo aspecto que sobrellevaron con toda •resignación. A los pocos dias fueron llevados á >la jefatura militar y allí, según un padre nos ' contó, les dieron bofetadas y golpes, y á seis /.de ellos, los que creían con dinero ó mas odio -les teñan, les dieron cien bejucazos; horroroso suplicio que solo hombres muy tuertes pueden //resistir. Ya no los hemos vuelto á ver, pues los ^llevaron a la provincia de Tarlac en donde pa- 2>rece han fallecido dos de los tan duramente cas- •tigados. Hasta aquí el señor del Río; pero los informes - 9!i — que recibimos por autorizado conducto y lo que sabemos por prisioneros que acaban de c btener la libertad, nos permite añadir lo siguiente: El reverendo Obispo de Nueva Segovia Don Fr. José Hevia Campomanes, fué al princi- pio de este cautiverio objeto de algunos atropellos, sin que su alto car.icter sacer- dotal inspirara el respeto que se merecía. To- dos los frailes que le rodeaban y los reconcen- trados en diferentes sitios del arcbipié ¿go, fueron también objeto de malos tratamientos, salvo muy contadas excepciones. También fué un sufrimiento grande para es- tos prisioneros, los frecuentes viages á que se les obligaba, por exigencias de recuncentración, que verificaban á pié, descalzos y por caminos im- practicables. La marcha mas notable á que se obligó á los fr.AÍles tuvo lugar en el mes de Octubre de iSgS, cuando se ordenó el reunidos en Vigan y en Lepanto, dándose el caso curioso de que en tan largas marchas les acompañaban muchos fe- ligreses que les socorrían á medida de sus fuerzas. Los malos tratos á que en un principio fueron sometidos los frailes, llegaron .i conocimiento de los superiores de las Ordenes que residen en Manila y estos debieron dirigirse á Roma en demanda de alguna protección, toda vez que el Papa León XIII, allá por el mes de Septiembre del g8 pidió al Presidente Mac-Kinley interviniese en esta cuestión para evitar las depredaciones de que eran vícti- mas los frai'es de filipinas. Mac-Kinle^ tele^raf o á Otis en este sentido y este general después d e hacer algunas averiguaciones, contestó á su go- — 93 — tierno que los religiosos eran bien tratados según le aseguraban los filipinos. Pero si es lo cierto que en contra de todas las le- yes humanas, existieron algunos sinsabores para los frailes, es también cierto que, muchísimos fil-pinos de todos los órdenes y g.-rarqufas se portaron bien con los religiosos y no seriamos imparciales si no rindiésemos aquí el justo tributo á esta ver- dad que expondremos con algunos detalles. .Sucedió con mucha frecuencia que los soldados indios encargados de la custodia de los frailes, se acercaban á ellos y llorando como niños, ponían en sus manos cuatro ó seis céntimos de peso di- ciéndoles.— sPadre, este me dio mi muger para tí: no tenemos mas dinero en casa, v Otros les lle- vaban cantidades mayores y otros finalmente, ro- pas y comestib'es. Los pueblos de las provincias del valle de Ca- ga sn, se portaron en notable caballerosidad con todos los Padres, socorriéndolos á porfía y lle- gando á conseguir licencia del gobierno Revolu- cionario, para que algunos continuaran ejerciendo en sus propios pueblos, el oficio de pírrocos y misioneros. El Gobernador militar del Valle de Cagayan, D. Daniel Tirona, se porto siempre mu ■ bien Coa el Sr. Obispo prisionero y los Padres que le acompañaban, haciendo cesar por com • pleto, las tropelías que algunos Jefes y munícipes cometían con ellos. Los frailes prisioneros, ya li- bres, con quien bemcs hablado, alaban sobre- manera la conducta observada para con ellos, por los generales filipinas D. Venancio Concep- ción y D Licerio Gerónimo, así comD del Jefe — 94 -^ provinial de la Isabela D. Raimundo Alaidada. Los mismos clérigos filipinos que se encargaron de las parroquias del Archipiélago, mu-.- justa nos parece l'acer esta ohservacicn, se cuida- ban de que los padres fuesen bien tratados, alojándolos en sus propias casas, alim-ent-índolos y vistiéndolos y facilitándoles, en fin, cuanto era necesario. Entre los muchos clérigos que se ros citan recordamos al párrrco de As'ngan Sr. Norie- ga, al de S. Fabián D. Domingo de Vera " Ios- hermanos D. Bartolomé Espíritu y D. Rafael Estrada. También se porto caballerosamente con los re- ligiosos el conocido abogado Sr. Rinnzares Bau- tista y otros muchos significados filipinos que, en todas las ocasiones condenaron estos tratamientos, si bien no les fué siempre posible el evitarlos. Bien puede asegurarse, mu ' al contrario de lo que pasó con los demás prisioneros, que las Corpo- raciones Religiosas trataron en todo tiempo de que no faltirni socorros á sus prisioneros, hasta el extremo de qué puede decirse que, los frailes son los que menos privaciones y miserias han sufrido en su cautiverio. Muchos prisioneros, \a li- bres nos han uicho estas palabras. — 'su valor, constancia y heroi»mo de aquel puñado de hombres, >que aislado, sin esperanzas de auxilio alguao, ba defendido su í>bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan >gloríosa y tan propia del legendario valor de los hijos »del Cid y de Pelayo, rindiendo cuito á Ins virtudes militares, »é interpretando los sentimientos del ejército lie la República, >que biz«rramente le* ha combatido, á propuesta de mi Secre- >tario de Guerra y de acuerdo con el Consejo de Gobierno- avengo en disponer lo siguiente: Articulo único: Los individuo^ >de que s-j componen las expresadas fuerzas, uo serán conside- wrados como prisioneros, sino por el contrario, como amigas y en #$u cünsácuenci» sa lei proveerá, por la Capitanía general, de — 109 "" >los pasas necesarios par» que puedan regresar á sn -pais. Dado )»en Tarlac a 30 de Junio de 1899. — El presidente de la Rc- >pública.- Emilio Aguinaldo ^.^^^sm^G^s. CAPITULO X Cómo procedía el Gobierno español. Nuevo decreto de Aguí' naldo sobre la libertad de los prisioneros Preparativos para uua segunda expedición al campo filipino. Surgen dificul- tades de carácter internacional El general Jaramillo solicita la venia de Otis para llevar socorros á los prisioneros. Ne gativas del general americano. Los barcos con bandera espa- ñola y de la Cruz Roja. Nuevos incidentes. Conferencia de los generales Jaramillo y Otis. La bandera americana. , ^^ uesto en conocimiento del Gobierno de S. M. !í^f ^1 resultado de las negociaciones que cerca de '1 "^ Aguinaldo acababa de hacer la comisión es- pañola, nos inclinamos á creer que este las aprobó de hecho, dando una norma ó base fija para los futuros trabajos que debían emprenderse. Nos consta, sin embargo, que el gobierno espa- ñol se tomaba muchísimos días para decidir en estos asuntos, hasta el extremo de tardar veinte ó veinte y tres fechas en contestar á preguntas urgentes de las cuales dependiera muchas veces el buen resultado de las gestiones que se venían — 112 — practicando, además de un regateo constante que encerraba á los comisionados dentro de un círculo de hierro. El general Jaramillo, al que siempre vimos ani- moso en estos trabajos, no podía menos de la- mentar estas tardanzas, pues que ellas venían á interrumpir toda una tarea de laboriosidad y bue- nos propósitos. En los primeros días del mes de Agosto reci- bió el general Jaramillo y procedente del campo de Aguinaldo el siguiente decreto, que los fili- pinos prometieron dar para la liberación de los prisioneros comprendidos en el de 23 de Enero y que tan hábilmente habían conseg^aido los se- ñores del Rio V Toral al poner término á su pri- mera negociación: «Don Emilio Aguinaldo y Famy, Presidente de la «República Filipina, Capitán general y General ?.en Jefe de su Ejército. »Dado mi anterior decreto del 2 de Junio pa- usado, por el cual se declara disuelta la comi- >sión mixta creada por el del veintitrés de Enero I del presente año, refundiendo las facultades de >.sus miembros en las de los Secretarios de > Guerra y Hacienda; ansioso de dar rápida eje- >cución á aquellos decreto?', aliviando así la si- )tuación de los prisioneros, deseando complacer >á la comisión española en sus gestiones acerca "de este particular, dándole prueba del aprecio y i consideración personal que les ha guardado el xpueblo filipino, de acuerdo con el Consejo de > Gobierno, vengo en decretar lo «siguiente: > Articulo j.' Los prisioneros civiles y militares ^ 113 — » enfermos á quienes alcanza la gracia de mi «decreto del 23 de Enero último, se reconcentra - irán el dia 31 del presente mes en los puertos >-que á continuación se expresan: los de las pro- /'Vincias de Isabela, Cagayan, llocos Norte, Abra, >Bontoc, Lepanto, Tiag^an, llocos Sur, Benguet, > Unión 'en San Fernando de la Unión); Nueva »Ecija, Bulacan, Pampanga, Tarlac, Pangasinan, »Nueva Vizcaya fen Dagupan»; Sorsogcn, Cama- 2-rines, Albay (en Daet). Laguna, Tayabas Ca- ivite, Batangas :en Sta. Cruz ó Calamba.) >Art. 2." Los barcos que se presenten en los »referidos puntos á recoger á dichos prisioneros >»ostentarán, á más de bandera española, la blanca 3. con Cruz Roja, y por la autoridad de les puntos sindicados serán los prisioneros á quienes compren- /de este decreto entregados inmediatamente a la apersona ó personas que vayan comisionadas en > debida forma por la autoridad española con este »objeto. debiendo extenderse relaciones de reci- >.bo y entrega. por ambas partes. >Art. 3." Por las Secretaría de Guerra é Inte- >rior se darán las órdenes oportunas para el exacto >.é inmediato cumplimiento de este decreto. >.Dado en Tarlac á 5 de Julio de 1899.— El »Presidente de la República, FtniHo Aguinaldo. — xíRubricado.)— El Presidente del Consejo, Pedro A. -í-Paiemo.— (Rubricado.)» La copiada disposición, mas la necesidad pe- rentoria de llevar á los prisioneros algunos re- cursos, hicieron concebir al general Jaramillo la necesidad de que la misma comisión, que cerca de los filipinos había negociado primeramente, volviese 8 — 114 — de nuevo á Tailac, no tan solo para llevar los deseados recursos y presidir el cumplimiento del anterior decreto, si que también para proseguir las negociaciones en pro de la libertad de todos los prisioneros. Preparábase la comisión á verificar su segundo viaje, cuando telegramas de Madrid al general Ja- ramillo le anunciaban que debía por el pronto, suspenderse toda negociación relacionada con los prisioneros, por haber surgido algunas dificultades de carácter internacional que asi lo aconsejaban. No estamos en el secreto de lo que pudieran motivar estás dificultades, mas no es aventurado suponer que habie do llegado á conoc miento de los americanos que se t' ataba de la libertad de los prisioneros bajo la base de una cantidad me- tálica, esta suma había de dar grandes elementos á la Hacienda filipina, siendo un medio seguro para acrecentar y mejorar las condiciones de la guerra en centrada los ejércitos de la Unión. Quizá también apercibidas algunas potencias de que este hecho podr.a sentar un precedente en los sucesos que el porvenir deparase á sus colonias, intervinieran en el asunto, haciendo coro con América para evitar esta base en las negociaciones en favor de los pri- sioneros, (ij (i) Couio so couipreadera, nadie, eu bueaa ley, podia evitar que España negociara la libertad de sus f-riiionfros en la forma que es- timase más conveniente, siempre que esta Nación no faltase abler- taojente á las condiciones de neutralidad que habia d( clarado en el confl'clo tagalo-americano. Si negoció poniendo por base el dinero íúé porque asi lo exigían los filipinos y estando admitido este caso en el derecho ¡nternacioaal, España estaba interesada, á todo trance, — 115 — Habiendo cesado, al parecer, estos inconvenien- tes, con fecha 9 de Agosto el general Jaramillo se dirige de nuevo á Otis manifestándole que deseaba llevar á los prisioneros algunos víveres y ropas encontrándose con la dificultad de poder llegar á San Fernando de la Unión á causa del cierre de puertos que había decretado el gobierno filipino. En su consecuencia pro ictaba, para cumplir esta mi- sión, enviar el barco de guerra español «General Álava» ó uno mercante con bandera española y de la Cruz Roja, si para ello se le autorizaba. En uno ú otro caso solicitaba el competente pe'rmiso.. El general Otis tuvo á bien contestar que en vista del decreto de los insurrectos cerrando los puertos á la bandera americana, determinación que se había dado á conocer á los cónsules extranjeros, no podía tomaise en consideración la petición for- mulada. Un verdadero derroche de habilidad é inte- ligencia empleó desde este momento el general Jaramillo para convencer á Otis de lo poco hu- manitario de su determ nación, gestión muy espi- nosa llena de curiosos incidentes como se verá á continuación. [ or la libertad de sus infelices hijos. La revolución filipina nunca careció de elementos pecui;iarios. como equivocadamente se ha s'u- puásto, y la compra de los prisioneros por dos ó tres millones j-.o hubiera influido en gran cosa al acrecen amiento de la guerra dados los grandes elementos deque en todo tiempo dispusieron les am¿- rif anos. Encontramos, pues, en este asunto una exagerada prevención en pugna con los sentimientos humanitarios A buen seguro que si en el mes de Agosto del 98 se hubieran hecho las cegcciaciones eco este cerácter, r.o se hubieran opuesto á elljis los americanos. -=. ii6 - El día 13 de Agosto ei g:eneral Jaramillo insistía en su petición aduciendo que no tratándose de un asunto político ni comercial y sí de pretensiones para llegar á u i fia altamente humanitario, in- sistía de nuevo en su demanda, por entender que la realización de ese acto en nada habría de per- judicar á la nación americana, todo al contrario, aquella había de encontrar la satisfacción natural que produce el haber contribuido al alivio de mi- llares de prisioneros que perecían de hambre por falta de recursos. Otis no dio su brazo á torcer; contestó enseguida diciendo que reconocía los sentimientos humanitarios que se le invocaban pero que accediendo ala referida pretensión com- prometía la dignidad de los Estados Unidos. El asunto qued • p?iralizado por espacio de vein- tiséis dias, pero al llegar este término el general Jaramillo creyó prudente renovarlo y en 5 de Sep- tiembre dingise á Otis manifestándole que los filipinos tenían reconcentrados á los prisioneros, faltando solo el ir á recojerlos en los puertos en que aquellos se encontraban: le agradecía el permiso que le ha enviado para ir por tierra a verificar esta liberación pero le hacía presente as dificultades insuperables que se habían de presentar para ello, dado el crecido número de enfermos que existían, inútiles en su mayoría, v acababa por rogarle le au- torizase » enviar un barco que tenía preparado con bandera de la Cruz Roja, ensena respetada y ad- mitida en todas las partes del globo. A los tres dias el general Otis contestaba diciendo que después de un maduro examen de la petición formulada, entendía que el llamado decreto de Aguí- — T17 — naldo bastaría p^r st solo para negar lo solicitado, pues que al consentir de curilquier modo á la preten- sión de Aguinaldo de limitar uno ó va'Mos puer'os de Luzón pnra el embarque de los españoles, ser.a no solo lumillante s'no ridículo. Olis aseguraba que recibido en breve el aumento de í^u cj rciM, los puertos de Luzóa quedarían en condic ones de paz V en onces los Estados Unidos coadyu- var an á la libertad de ios prisioneros con ele- mentos de todo género. La contestad n del general Jaramillo á la ré- plica arterior fué tnn enérgica > omo digna; !e aquí lo que sobre po o más ó me os • ino á dcc r el representante e-pañol: «Guirdo del alto fin bumanit-irio "ue inú il- »me: te vengo tratando de conseguir de vuestra • autoridad, vov á permitirme contestar á vues- »tros argumentos, con la fuerza que di la razm >y a lógica fría v desapasionada. Reconozco que ?,la naci n americana es la soberana en el arcbi- »piélago filipino desde el momento en que se firmó » 1 tra ado de París y en este concepto no es » lógico que podáis admitir que en este territorio ise déii más disposiciones y decretos qje los que •procedan de vuestra autoridad, pero á mi vez xos pregunto: ¿es culpa de España, la es acaso ?.de los prisioneros que gimen en tan doloroso xcautiverio, el que en el archiriélago filipino, •dentro de un gobierno legalmente cons'ituido, iexi-ta una colectividad que se titule Gobierno, >/que dicte disposiciones con el titulo de decretos •y que retenga en su poder mi^es de subditos es- xpañoles? ¿Puede ser lógico que España y sus hi- — n8 - > jos paguen culpas de las que no son responsables, 7.y justo y humanitario el que por un ii otivo »tan fútil, como lo es esta cuestión de nombre, »s'gan en la prisión los que pudieran ya gozar jde la libertad? Yo me atrevo á haceros pre- i senté que esos prisioneros, puestos en libertad »por una disposición que yo no puedo mipedir »que llamen decreto los que la han dictado, es- >.peran ansiosos el momento de la libertad y ese »raomento se retarda porque se considera humi- »llante para vuestra patria el permitir que vaya »á recojerlos un barco con bandera neutral y de »la Cruz Roja respetada y venerada por todos )los combatientes del mundo: entiendo que lejos »de ser eso humillante seria para honra y gene- »ral aplauso de la gran nación americana.» El general Jaramillo terminaba pidiendo de nuevo el permiso para enviar un barco en busca de los prisioneros. Otis tuvo á bien no contestar este escrito, por lo que el general Jaramillo se vio precisado á recordárselo en los días i8 y 22 de Septiembre, indicando además que detenía por cuarenta y ocho horas la salida de vapor «P. de Satrú-^tegui», por si. contestando favorablemente a la petición, este barco sería el encargado de la recogida de los prisioneros, (i) \i) Por estas fechas ocurría en Manila im incidente que pudo traer graves consecuencias para los prisioneros. En el mes de Septiembre llegó á Manila nna señora que se decia perte- necer á la Junta de Damas de Barcelona, sociedad alli creada para gestionar la libertad de los prisioneros. Dicha señora vino ;il ar- chipiéla^^o con el carácter de representante de dicha Junta y era - ÍI9 - Concluyendo el plazo de ampliación dada á la salida del «Satrústegui» y no habiendo contestado el general Otis, el generaljaramillo fué á verlo personalmente, celebrando ambcs una entrevista algo ruidosa pues que el representante español no desperdició la ocasión que se le presentaba para hacer notar á la autoridad americana la poca consideración de que venia siendo objeto un asunto de tanta importancia. Los juicios y frases que al calor de la discusión se vertieron por ambas auto- ridades y los inciden 'es de la entrevista, con dig- nidad^ mantenida por el general Jaramillo, los conocemos por entero, mas no juzgamos oportuno portadora de un albuin conteniendo unas treinta mil firmas, por el que se pedia á Aguinaldo la li:)ertad de los prisioneros, pero ha- ciendo en el documento apraciaciones algún tanto molestas para los americanos. Esta señora se presentó á la Comisión civil española con el fin de que su gestión en la entrega del álbum se considerase oficial; pero habiendo sido desarada por el general Jaramillo, quien coa buenas razones la hizo comprender que su proceder en el asunto de los prisioneros tenia que ser puraments personal, lievó el alba n al Casino Español, quien tampoco quiso hacerse solidario de la cuestión, negándole su ayuda. La señora imprimió en Manila la exposición que la Junta de Damas dirigía á Aguinaldo y la cir- culó con profusión, viéodo'se el general Jaramillo en la necesidad de enviar copia del documento al general Otis, protestando de su contenido y d^ndo adamas cuenta del hecho al gobierno español. Este desautorizó por completo^la conducta expresada, y gracias á que Otis no dio importjDcia al asunto se evi,.ó un seguro conflicto para los prisioneros. Y llegado esté momento, ju to es decir que el afán de precipitar los sucesos y actuar da dóiuíues, desconociendo en absolutj las ■nego- ciaciones qui llevaba á cabo el gobierno, resultaron improceden- tes de todo gene o las gestiones oticiosas que por varias personas se hicieron en Madrid y. París, lasque no dieron n'ngun provecho ypadieron. por el contrario, causar muchos perjuicios. — lao — el publicarlos: sépase únicamente que Otis per- sistió e 1 su negativa, si bien propuso al general Jaramillo que iuflu ese con Aguinaldo para que dejara entrar en sus puertos un barco con ban- dera americana al objeto de recojer los prisio- neros, (i) (x) No comprendemos cómo la autoridad americana encontró más depresivo permitir el pase á la bandíT.i espaüola, nación amiga, á la venia que para el estrellado pabellón solicitaba del enemigo qae le disputaba coa la> armas eu la mano su soberanía de derecho. CAPITULO XI La comisión española emprende su segundo viaje al campo fili- pino. Un telegrama del gobierno español. Bases para tratar qU9 proponen los comisiorados esfañoles. Los miembros del gobierno filipino señores Paterno y Buencamino empie- zan á obstruir las negociaciones. Niéganse los filipinos á admitir en sus puertos la bandera americana. Nuevo de- creto de reconcentración. El gobierno filipino trata de no reconocer poder bastante á los comisionados españoles. Notable réplica de los señores del Rio y Toral. El go- bierno filipino reconoce los poderes. Única sesión que se celebra á consecuencia de la cual quedan rotas las nego- ciaciones. Notables frases al finalizar la sesión. El gobierno filipino no tiene fijeza de ideas. Negativa á toda petición de los co;uisionados españoles. Reciben estos, sin pedirlos, los pasaportes para abandonar el campo filipino. Otro decreto de los filipinos. Regreso a Manila Socorros que repartió la comisión. jnfirmada nuevamente la negativa del general _ tis en el sentido de que un barco con bandera ^española y, de la Cruz Roja saliese á recojer los prisioneros, la tan debatida cuestión tomaba desde aquel momento un nuevo aspecto ó sea el conseguir de Agumaldo que los buques encar-» gados de aquella misión arribaran á los puer- tos filipinos con bandera americana. Difícil sino imposible pareció á todos el po- der conseguir esta autorización de los tagalos, pero no haba más remedio que intentarla y á este objeto más al de la continuación de las nego- ciaciones V reparto de socorros, la comisión es- pañola, compuesta de los señores del Rio y Toral, volvió de nuevo á salir para Tarlac el dia 29 de Septiembre. Con las fatigas consiguientes al estado de la guerra, la comisión llego sin novedad á su destino, apresurándose á enviar á Aguinaldo un documento en el que se manifestaba la gestión que cerca de Otis había realizado el general Jaramillo para la recojida de los prisioneros y las negativas de la autoridad americana, terminando por solicitar el permiso consiguiente para que, siquiera por una vez y dado el espíritu humanitario que al asunto guiaba, autorizase el gobierno filipino la entrada en sus puertos de la bandera estrellada. Aguinaldo por sí no se atrevió á resolver é in- dicó á los comisionados que se dirigieran á su gobierno. Al mismo tiempo que asi se verificaba, los señores del Rio y Toral aprovecharon la oca- sión para enviar á Aguinaldo un notable docu- mento por el cual quedaban planteadas las bases firmes de una futura negociación en pro de la liber- tad de los prisioneros y que seguri creemos recor- dar decía sobre poco más ó menos lo siguiente; — 125 — í'La comisión española, en el vehemente deseo de obtener el mayor número posible de prisio- neros y contando desde luego con la aprobación del gobierno filipino, ha telegrafiado al suyo dándole á conocer las negativas del general Otis y añadiendo que por las amistades que los comisionados tie- nen con Aguinaldo, esperan conseguir gran am- plitud á su decreto de libertad, pactando desde luego con el mayor secreto en el sentido de que las condiciones que en su dia se estipulen para la libertad de todos, sean las mismas cualquiera que fuese el número de prisioneros que queden. El gobierno español contestó accediendo en un todo á lo propuesto y no hay por que encarecer la importancia de esta determinación que per- mite asegurar un feliz término á la cuestión que los comisionados solicitan del gobierno filipino. Prescindiendo, pues, de lo que en nosotros pu- diera ser un sentimiento de amor propio, aún á trueque de incurrir en la imperdonable falta de suponer en vos y vuestro gobierno, otro de sus- picacia, que descae luego no creemos, ponemos á vuestra disposición el criginal del cablegrama referido para que por los medios que gustéis po- dáis comprobar su autenticidad, bien en las ofici- nas del cable en Manila, bien por medio de vuestro agente diplomático en Europa Sr. Agon- cillo, bien directamente con el Sr. Silvela. (i) En este caso daríamos las facilidades necesarias. En (i) Los ComisioDai.'os españoles expresaron tantos medios para comprobar la autenticidad del telegrama, porque en la confe- rencia que artes habian celebrado con Aguinaldo y Paterno, este se peimitió dudar de la legalidad del documento. — 1Q4 — el supuesto de que por vos fuese desde luego admitida la resolución del gobierno de Españ», e?e telegrama obraría por cabeza en las futuras negociaciones que se entablen para la libertad de los prisioneros. Nada más fácil nada más seguro V firme de ejecutir que las condiciones oficiales del acta que pusiera tin á las negocia iones, pues que aparte de otras garant as de primer orden que en si misma lleva aparejada toda negociaión, tiene una de grado superior, de una e i.a ia tal que ella por si sola bastaría para dar fuerza de ejecución al convenio que respetarían gustosos todos los gobiernos que en España se pudieran suceder y esa garantía no es otra que la vo- luntad de la afligida pero noble P.tria que no habr;a condici n q; e no aceptase, por onerosa que fuese, tratándose de la libertad, no de mi'es, no de cientos, de un solo español, de un her- mano que en garantía de cumplimiento quedase en poder de los filipinos, para cuanto mas tra- tándose de un respetable cont ngente de prisio- neros que como rehenes estar.a á vuestra dispo- sición y que fuesen luego cualquiera las medi- das que adoptaseis para el cumplimiento, resul- tar an justificadas ante el mundo entero, con la sola publicidad de la negodacion. Fijaos, pues, señor, detenidamente en la forma de compromiso que adjunta acompañamos y penetraros de cuan razonables y exactos son los razonamientos que dejamos expuestos v volver los ojos al efecto moral que liabra de produdr en el mundo entero que hoy contempla v estudia al pueblo filipino para emitir el veredicto de gran transcendencia social.» — 125 — He aqui las bases del compromiso que presen- taron á Aguinaldo los comisionados españoles: i.° El gobierno filipino teniendo en cuenta el cablegrama del Sr. Presidente del Consejo de Mi- nistros de España que obra por cabeza del acta, concede la libertad á todos los prisioneros espa- ñoles según se estipuló en la sesión del 26 de Junio último entre los comisionados filipinos y españoles. El gobierno filipino se reserva el 20 por 100 de los prisioneros como garantía de cum- plimiento, por parte del gobierno español, de las condiciones que en su dia se estipulen para la libertad de todos. 2.* Los comisionados españoles se comprome- ten, por su parte, en nombre y representación de su gobierno, á suscribir la condición anterior, haciendo constar los prisioneros que á partir de esta fecha se les entreguen, así como los que deban su libertad á casos imprevistos, como evasión por consecuencia de ataques de los ameri- canos ú otras causas, se considerarán como en- tregados por el gobierno filipino el dia en que pueda estipularse la libertad da todos. 3.° Los prisioneros que queden como garantía se concentrarán en la zona que de común acuerdo se fije y queaan desde luego atendidos por el go- bierno español, conviniéndose la forma en que periódicamente vengan los comisionados á entre- garles los medios de subsistencia, cesando desde tal momento el socorro que se les facilita por el go- bierno filipino. Antes de proseguir más ade'ante en la narra- ción de estos hechos, debemos advertir que — 126 — en esta seguada negociación, llevada á cabo por los comisionados españoles y que tantas segu- ridades revestía de cumplimiento en lo que se acordase, los señores Paterno y Buencamiuo, Secretarios del Consejo de Aguinaldo, trataron, por todos los medios, de dificultar esta gestión, dán- dose el caso de anular disposiciones que habían dictado anteriormente, no existiendo, en fin, idea fija de ningún orden, pues pensaban hoy lo que habían de destruir mañana. ¿Qué deseaban los señores Paterno y Buencamino al obstruir por modo tan notable la facilidad de las negociacio- nes? Lo ignoramos por completo, pero con su conducta se expusieron á que la maledicencia no pensase bien de ellos. De todos modos bueno os que el lector sepa que existieron muchas trabas por parte de estos señores, como se verá por el curso y final de los resultados. Efectivamente, el gobierno filipino, cuyos direc- tores lo eran Paterno y Buencamino, resolvió la primera petición de los españoles en el sen- tido de que no procedía la entrada en sus puer- tos de los barcos con bandera americana aña- diendo, sin emb-irgo, que siendo de toda justicia la libertad de los prisioneros enfermos, decre- tada en 23 de Enero, el gobierno filipino lle- varía á cabo las gestiones precisas y rápidas para este objeto desentendiéndose en absoluto de los comisionados españoles. Estas gestiones á que aludía el gobierno fili- pino no fueron otras que dictar el siguiente de- creto: — 137 "" *Don Emilio Aguinaldo y Fam-. , Presidente de la »República de Filipinas, Capitán general v Ge- zneral en Jefe de su Ejército. íEn vista de que por les ataques del enemigo emprendidos en los dias pasados por tierra y por )mar no se ha pedido llevar á efecto el decreto xde ^ de Julio referente á la reconcentraci 'n de los prisioneros civiles y militares enfermos que > deben salir en libertad conforme á los decretos xde 23 de Erero y 2 de Julio del presente año, xhaciendo dichos ataques casi imposible la recon- zcentración de los agraciados en los puntos deter- ^minados, sobre tcdo en el puerto de S. Fernando >de la Unión, contra cu'o poblado indefenso han >estado los barcos enemigrs bombardeando diez »y siete dias seguidos, convirtiendo en polvo los •edificios de la población y matando mujeres, j niños y pescadores infelices. xCcnside-ando que el gobierno está interesado xen cumplimentar dichos decretos no obstante tan > grandes obstáculos, entre les cuales es también »la dificultad de las comunicaciones por la exce- >siva vigilrncia del enemigo, que hace prisioneros »á nuestros mensajeros, secuestrando nuestros plie- >.gos y correspondencias. ?. Considerando que existiendo ;' a un Cónsul >. español en Manüa, es deb do entenderse con •dicho funcionario para la fácil salida de los pri- »sioneros agraciados del territorio de la República. >Esta Presidencia, en vista de lodo lo expuesto »y de acuerdo con el Cor.sejo de Gobierno, ha •tenido á bien disponer lo siguiente: >Art culo i,° Para la reconcentración de los — 128 — »prisioncros aludidos en el art. i.° del decreto »de =. de Julio próximo pasad ^ se señala el dia ig »de Octubre próximo venidero en los siguientes » puertos de Salomague y Dagupan, Aparri, Daet »y Lucena. »Art. :.* Comuniqúese por la Secretaría del Ex- sterior este decreto y el de 5 de Julio al Sr. Cón- »sul de España en Manila, para que pueda preparar »los barcos que han de recojer á los prisionerOvS » agraciados en los puertos y fecla «eñalados en el >artículo anterior, teniendo en cuenta la distancia >y dificultades de las vias de comunicación que me- »dian entre esta capital de la República con las «provincias del Sur. »Art. 3.° Por las Secretarías de Guerra y del »Interior se darán las órdenes oportunas p:ra el >exacto é inmediato cumplimiento de este decreto. »Dado en Tarlac á 29 de Agosto de 1899. - El »Presidente de la República Filipina, E'i.iüo Agui- »naldo. - Rubricado.— El Presidente del Consejo de >Sec!etarios, Pedro A. Paterno. — Rubricado.» Ignoramos lo que ocurrió con este decreto. Es lo cierto que el Cónsul español no debió reciba' co- pia del mismo á juzgar por los resultados, pues nos consta que ni preparó los barcos necesarios, ni dio cuenta del asunto al general Jaramillo, único representante de España en este caso. Tam- bién puede ser que el gobierno filipino, tan pró- digo en redactar decretos, cambiase de parecer, porque nada se bizo en concordancia con semejante disposicihi A In segunda pcticii'n _v prcsentncióny de las bases más arriba citadas c< iitcstj el gobierno — 129 — filipino que no había lugar, por el momento, á pactar con la comisión española sobre la libertad de los prisioneros, ínterin los señores comisio- nados no presentasen credenciales en forma ema- nadas del gobierno español que acreditasen- sü representación oficial, y que para demostrar- el constante deseo de los filipinos en la libertad que se venía negociando, hacían constar que tra- tarían este asunto de justicia y humanidad cafi cualquier potencia que deseara intermediar bajo la fórmula de un tratado internacional, ó sea de Estado á Estado, para que no aparezca -el trato como secuestradores ó cautives. - Ante cúmulo tal de conceptos erróneos, con- tradicciones y extravagantes pretensiones, les sé- ñores del Rio y Toral conocieron el desaire que para ellos indicaba semejante conducta y no pu- diendo comprender cóm.o en fechas anteriores se les había reconocido con poder bastante y- ahora no, enviaron un escrito al Presidente de la- Ré- piíblica refutando magistralmente todas las reso- luciones que acababan de ser emanadas del go- bierno de los tagalos y más especialmente de los señores Paterno y Buencamino. «No sería noble por nuestra parte- decía la comisión española — dejar de someter al criterio de los filipinos algunas consideraciones acerca de lo que significa la actitud en que acaba de co- locarse el gobierno tagalo y á fin de que nunca pueda quedar el remordimiento de haber corres- pondido coc el silencio á las atenciones que los filipinos guardaron en todo tieiiipo con la comisión. »Dos puntos esenciales comprende la resolución 9 — 130 — que el Gobierno filipino ha dado á la petición de los comisionados españoles: la primera relativa ano considerar bastante la representación de que aquellos se bal'an investidos; la segunda el deseo de re- solver este asunto de humanidad con arreglo á las practicas del D recbo Internacional. ^Respecto al primer punto, consta de un modo evidente y cierto que el gobierno filipino reconoció dichos poderes en el mes de Junio, cuando se llevaron á cabo las primeras negociaciones, faci- litando una escolta de honor que les comisiona- dos agradecieron; dándonos también audiencia ofi- cial y, por último, nombrando una comisión fili- pina para tratar con nosotros el asunto de los pri- sioneros. Ambas comisiones celebraron cuatro se- siones cuyos resultados constan en otras tantas actas que seguramente obrarán en poder de los filipinos. 2-Rindiendo culto á la verdad no puede negarse que si en aquella ocasión hubiera habido un acuerdo entre ambas comisiones en el p nto concreto de la remuneración metódica, el a<^unto que se de- batía hubiera quedado total y felizmente terminado. >Es así mismo muy conveniente recordar que durante la conferencia oficial que los comisiona- dos españoles celebraron personalmente con el P'esidente de la República y á la que per modo oficioso asistió el Sr. Paterno, cuando este exigió las credenciales suscritas por la Reina de España, se hubo de objetar por Aguinaldo *gite esta era una negociaciófi semi-oficial, donde no podían exigirse ciertos requisitos, porque el hacerlo equivaldría a exi- gir p^r España el reconocitniento de Filipinas, lo cual era imposible. - 131 — » Luego si demostrado queda que se reconoció poder bastante á la comisión española para nego- ciar y esta trató con la filipina de la libertad de los prisioneros, la conducta que ahora se si- gue para con ella hace deducir la necesaria con- secuencia, ineludible, evidente de que para el Gobierno filipino no significa nada lo pactado y que aquellos acuerdos que se tomaron y que origina- les obran en poder de españoles y filipinos, son letra muerta por el solo hecho de no querer cum- plirlos, por el solo motivo de negar hoy lo que se reconoció ayer. s-Expresa el segundo concepto que el Gobierno filipino, para acreditar su deseo de poner en li- bertad á los prisioneros, tratará este asunPero si tan constante es el deseo de los filipi- — 132 — nos de resolver este asunto, que ellos mismos llaman de humanidad y justicia, con arreglo á derecho, este prescribe que siempre que cesen las hostilidades entre dos pueblos deberán volverse mutuamente sus prisioneros, porque el retenerlos supone una conculcación de este derecho. Se ha alegado repetidas veces que los prisioneros con- tinuaban retenidos porque España no los había pedido; pero si este motivo pudo existir hasta hace poco, hoy no puede serlo desde el momento que en nombre de su patria lo piden los comisiona- dos. Pero aún hay más: prescribe el Derecho In- ternacional ciertas prácticas llamadas represalias ó correspondencia de acción, las cuales autorizan á un pueblo en litigio con otro para obrar en ar- monía con lo que aquel otro practique y en este caso nada haría de más el Gobierno de Aguinaldo al libertar los prisioneros, teniendo en cuenta que el Gobierno español retenía también algunos fi- lipinos y al cesar su soberanía en el archipiélago decretó la libertad de todos y por su cuenta los condujo á estas islas.» Argumentos de tanto peso dieron por resultado que el Gobierno filipino reconociera poder bas- tante á los Comisionados españoles y nombrase de nuevo otra comisión para entenderse y pactar en definitiva la libertad de todos los prisioneros. Ambas comisiones se reunieron el día 23 de Octubre y el resultado de la negociación sirvió para que el Gobierno filipino, ya predispuesto á la ruptura, resolviese de una manera arbitraria el no haber lugar á seguir tratando con los Comi- sionados españoles y dando por terminada toda gestión en el sentido que se deseaba. ¿Qué ocurrió, pues, en aquella sesión para que el resultado fuese tan negativo é imprevisto? Sencillamente que los filipinos proponían lo siguiente: i." El Gobierno español, tan pronto cesen las dificulta- des que hoy se oponen por los Estados Unidoi en este archipiélago, reconocerá la independencia del Gobierno filipino. 2. El Gobierno español además cumplirá con tcdo lo establecido en el acta núm. 4 refente a remuneración, (i) Los señores del Rio y Toral rechazaron por improcedente la primera condición é hicieron cons- tar no podía admitirse la excesiva suma que se consignaba en la segunda; todo esto expuesto con cierta vehemencia, muy natural en aquellos rpo- mentos en que parecía que los filipinos tomaban á juego, con sus divagaciones, semejante asunto. Los comisionados de Aguinaldo rechazaron algu- nos conceptos que creyeron molestos, terminando la sesión con las siguientes memorables frases, que en todo tiempo recordará la historia de estas ncr gociaciones: «£/ gobierno filipino no retiene por placer ni gusto los prisioneros españoles ni obstacu- liza su liberacim, sino que pretende sola y exclusi- vamente sacar de este asunto las ventajas que le pro- porcionan sus derechos, conveniencias e intereses. Los señores Paterno y Buencamino, en vista del resultado de esta sesión, tuvieron á bien extender un decreto en el que se decía que visto que los comisionados españoles consideraban excesiva la cantidad de siete millones de pesos, visto que no (i) £1 pago de siete miiioaes de pesoa fueitss. tenían facultades para prometer en su día el re- conocimiento de Filipinas, visto igualmente que los comisionados ofrecían transmitir á su gobierno las dos condiciones propuestas, por falta de po- deres, considerando que al hacer los comisionados en esta negociación referencias al telegrama del gobierno español, indican claramente su actitud de pactar con Aguinaldo y no con su gobierno; considerando que si se admitió á los comisionados para esta negociación fué con la condición de pactar con el gobierno filipino, por no ser posible hacerlo de otro modo sin detrimento del buen nom- bre y dignidad nacional; considerando, por último, que los sinceros deseos del gobierno filipino de libeitar á los prisioneros, se estrellan ante los obs- táculos que opone el gobierno de Madrid que no confiere facultades amplias y definitivas á sus co- misionados, que con muy buenos deseos vienen . hace cinco meses empleando todo género de in- genios, habilidades y hasta sacrificios personales, se resuelve que cese toda negociación con la Co- misión española y que en lo sucesivo no sean admitidos los señores que la componen, mientras no presenten los poderes que acrediten suficiente- mente su alta representación, haciendo presente que el Gobierno filipino hará gestiones, para la libertad ansiada, directamente con el gobierno de Madrid. No paró aquí tan extraño proceder y hosti- lidad tan manifiesta, sino que en vista de estos resultados y al invocar los señores del Rio y To- ral se les entregasen los prisioneros civiles y mi- litares enfermos comprendidos en el decreto de - n5 — 23 de Enero, para conducirlos por tierra á Manila, se les contestó que tampoco procedía acceder, en vista de que el gobierno filipino había ya empe- zado á practicar gestiones para dar cumplimiento al referido decreto. A tan amarga decepción se unió el extraño y significativo proceder de enviar á los comisionados españoles, sin que ellos los pidieran, los pasaportes para abandonar el territoiio filipino. La dignidad personal, el decoro tan altamente sostenido por los señores del Rio y Toral, du- rante el curso de las negociaciones, no les per- mitió permanecer un solo momento en el campo de Aguinaldo y regresaron á Manila. « * • Por modo tan raro como imprevisto terminaron estas negociaciones. ¿Qué alegaron los filipinos para justificar su re- solución tan intempestiva como arbitraria?; lo de siempre. De un modo oficioso el periódico «La Independencia>^ órgano del gobierno de Aguinaldo, decía que el fracaso debía atribuirse á que los españoles no procedían en este asunto como lo exigían las circunstancias, (i) (i) Influyeron en mucho a que fracasaran estas negociaciones los siguientes hechos que ponemos á la consideración de los lectores: Cuando la Comisión española llevaba á cabo esta segund» negociación, llegó á Tarlac la noticia de una probable alianza entre Francia, Rusia, Alemania y España. Los filipinos creyeron Ver en esta manifestación de las potencias sucesos probables para su país y dicha circunstancia entró por mucho en la forma tan inveroiiimil con que concluyó el asunto de los prisioneros. He aqui otra importante causa: Los Comisionados españoles y filipinos se separaron ti 1^ d« - 136 - El gobierno filipino, es decir los señores Pa- terno y Buencamino se justificaron con rara ha- bilidad dictando otro nuevo decreto en el que ma- nifestaban que no habiendo existido inteligencia con los comisionados españoles para la libertad de los prisioneros y persistiendo los filipinos en sus nobles deseos, quedaba acordado entregar los pri- sioneros al gobierno americano, para lo cual se enviaría al general Otis una comisión bajo ciertas formalidades dignas y decorosas para ambas par- tes beligerantes, (i) -..Mes y medio después de estos acaecimientos. Octubre después de levantar el acta de la sesión que celebraron aquel dia quedando en reuuirse al siguiente para continuar la negociación, cosa que no tuvo lugar ni el 24 ni el 25, en el cual recibieran la notiScación de que cesaba toda negociación con ellos por no estar provistos de poderes bastantes para el caso: ¿Qué ocurrió para éste rápido y brusco ca;nbio? Puede atribuirse á lo siguiente: el Secreta: io de Guerra, D, Ambrosio Flores, Jefe de la masonería fili- pirna, recibiera una carta de Manila firmada por un Satiirnus en la cual decía que el Vice-Cónsul de España había manifestado que do entre- gasen los prisioneros á los Comisionados dc| Rio y Toral que ca- recían de títulos para ello y que como prueba Jes pidiesen las cre- denciales :que se acostumbran en estos casos: que todo lo que se hiciere sin la intervención del Cónsul seria nulo, pues él era el único representante de España. Esta carta fué leida en Consejo de Secretarios, y claro es que vino á dar fuerza á los argumentos en que Paterno y Buencamino Inundaban su obstrucción, acordándose entonces suspender toda n«- gociacióa con los Comisionados. A fuer de imparciales no creemos que ningún español y menos ia persona á que se hace referencia, cometiera la acción que se le supone. Sin duda el llamado S.iiurnus, debió sufrir, al in- forijiar así, alguna equivocación. (i) ¿En qué quédanos? ¿No habla decretado el gobierno fili- pino )iacia poco entenderse directamente con el de Madrid? - í3'7 - las fuerzas americanas iniciaban con energía suá operaciones por el Norte de Luzon, derrotando á los filipinos, tomándoles todos los pueblos im- portantes y obligando a Aguinaldo á diseminar sus fuerzas que en estos movimientos fueron abando- nando los prisioneros españoles á los que era ya imposible prestar debida custodia. Por miles acu- dieron estos á los parajes que ocupaban las tropas de la Union que los recibían con amabi- lidad conduciéndolos á Manila. En el momento de escribir estas líneas puede asegurarse que se encuentran libres todos los prisioneros españoles que se hallaban en el Centro y Norte de Luzon. El caso estaba previsto; todo el mundo lo veía menos el gobierno de Aguinaldo, que teniendo en la mano una nota tan simpática para su causa, no quiso dar esta prueba de humanidad al mundo civi- lizado, que con tanto interés lo contemplaba. La gloria de esta libertad es toda entera para los americanos. * * * Respecto a los señores del Rio y Toral no puede negarse que pusieron basta la evidencia por modo notable su habilidad diplomática y que su gestión con los filipinos fué siempre brillante, por lo que, en unión del veterano general Jaramillo, director de esta negociación, se han hecho dignos de la gratitud nacional. Para terminar este capítulo diremos que los co- misionados españoles, en este segundo viaje al campo filipino, enviaron 24.592 pesos al general Peña para que los repartiese entre los prisione- ros que existían en el Norte; 1375 pesos al co- -i?8- mandante Flandes que residía en Tarlac y con igual objeto; 300 pesos al teniente coronel Ochoa, enfermo en el hospital de Gerona, para repartir- los entre los enfermos españoles que allí existían; 1 40 pesos al capitán Pérez y 12 soldados enfer- mos en Cabanatuan; 5000 pesos distribuidos in- dividualmente en Tarlac y finalmente algunas ropas y zapatos, que en Manila había preparado la co- misión de Selección de la que nos ocuparemos en capítulo siguiente. ' >'^TCp # CAPITULO XII La Coiriisión de Selección en Manila. Sus trabajos en favor de los prisioneros. Modo de comunicarse con ellos. Circular importante. Socorros y liquidaciones. Los filipinos proponen nuevas, negociaciones para libertar á los prisioneros del Su"-. Negativa del gobierno español. Conclusión. I' reemos muy justo dedicar algunas palabias %i la Comisión de Selección española, encar- '^^gada en Manila del asunto de los prisioneros y la que ha realizado, en todo tiempo, importantes trabajos, preparando cuantos socorros han sido en- viados á los infelices cautivos. Es mucho mayor el mérito de los trabajos de la comisión si tenemos en cuenta cuál era la situa- ción de los españoles en el Archipiélago con respecto á americanos y filipinos; véase, pues, la habilidad que representa haber conseguido comunicarse con todos los prisioneros, enviándoles, con relativa fre- cuencia, socorros, tanto en efectos como en metá- lico, venciendo para ello y con la mayor diplo- macia los escrúpulos del gobernador americano, *- 140 — que eran constantes, en evitación de contraer res- ponsabilidades. La Comisión de Selección tiene establecidas sus oficinas en el antiguo Parque de Ingenieros y en aquella casa, que preside el general Jaramillo, y á cuya acertada gestión contribuyen notablemente los coroneles señores Aguilar y Carbó, se trabaja mucho y bien y sobre todo se atiende á los prisioneros en aquello que es humanamente posible. El trabajo oficinesco de la comisión es minu- cioso y como dirigido por persona en extremo or- denancista. En aquellas habitaciones, no muy nutri- das de personal por cierto, puede examinarse todo el importante mecanismo que ha servido y sirve to- davía para regular el asunto de los prisioneros. Libros de inscripción donde se hallan anotados todos los cautivos; sus expedientes compuestos de cartas, notas y otros documentos que forman en conjunto laf estadística mas completa que pudiera apetecerse sobre el particular. Cualquier noticia que se recibe de un prisionero se anota enseguida en su expediente, viéndose, por este detalle, el interés de la comisión en completar los antece- dentes que pudieran servir en cualquier momento para conocer la verdadera situación de los cau- tivos. La comisión se ha comunicado 'con los prisio- neros de una manera bastante regular y precisa enviándoles órdenes y circulares que tienden á la mejora de su situación y recibe de los mismos justificantes de revista con una regularidad asom- brosa dada la situación del archipiélago. He aquí, á nuestro juicio, el documento más — 141 — importante que la comisión ha dictado con res- pecto á los prisioneros: COMISIÓN DE SELECCIÓN Y Transporte del Material DE Guerra. Circtilar, »La necesidad de conocer con la mayor exac. »titud posible la localidad en que se encuentran >los prisioneros, y los medios de que lleguen a 7/Su poder los recursos indispensables, con la ma- »yor prontitud y seguridad relativas, me sugiere >la idea de que por los medios más rápidos que > tengan á su alcance, remitan á esta comisión »los siguientes documentos: »i."* Justificante de revistas por cada localidad. »en la forma que indica el formulario adjunto nú- »raero i. ■»2.'° Autorización, si tienen persona de confianza» jpara que previos los recibos que debe traer, se- »gun modelo núm. 2, firmados por cada jefe ú ofi- »cial que lo desee, se le entregue la cantidad que »se cita, para sus indispensables necesidades. »3.° Relación de las clases é individuos de tropa, > autorizadas por el jefe ú oficial más caracterizado »del punto donde residan ó inmediato, señalando á »cada uno de los que soliciten seis pesos, cncar- *gándose el oficial de referencia de su distribución >/tan pronto como reciba el total importe, que lle- •vará la persona de confianza que determine al 2>enviar la relación citada á esta comisión. — 142 — ?.Como según las condiciones dé localidad ser/a aprobable encontrar persona que le conviniese ade- i>lantar algunas cantidades para su cobro en Manila, >no hay inconveniente en qu2 desde luego lo efec- »túe, en la inteligencia que con la autorización que »le dé el más caracterizado, y los recibos de los »intcresados que presente, le será satisfecho su im- » porte en el acto, por esta comisión. ^/Conveniente es que cuando no sea posible en- >/Contrar persona de confianza que se encargue de »conducir los fondos, lo manifiesten, citando las »localidades en que esto ocurra, para que la comi- »sión arbitre la manera dü que lleguen á poder »de los prisioneros los indispensables recursos *para su manutención, Ínterin se consigne termi- »nen las constantes gestiones que se llevan á cabo /-para su deseada libertad 7/En vista de la frecuente movilidad á que están >sujetos los prisioneros, siempre que esto ocurra »despues de haber hecho un pedido de fondos »á esta comisión, y fueran trasladados de un »lugar á otro distinto del que se encontraban »ó tuvieran noticia de ello, procurarán por el me - »dio más rápido posible, siempre que sea fac- »tible, comunicarlo á esta comisión, para que no ^resulten infructuosas las gestiones practicadas con >el fin de aliviar en parte su desgraciada si- *tuación. Manila 23 de Agosto de 1899. El General Presidente, Sr. jfe/e encargado del núcleo de prisioneros en. . , ,< — 141 — Los prisioneros ban adquirido dinero muchas veces en los puntos de su residencia, girando con- tra la comisión, que abonó en el momento á la presentación de los comprobantes. Finalmente hemos visto llegar á Manila nú- cleos importantes de prisioneros ya libertos y no p'^demos comprender como á veces con tal prontitud se ba podido socorrer á4oo ó too hom- bres, que habiendo llegado medio desnudos y descalzos, á la media hora se presentaban en público con toda decencia. Y esto viene suce- diendo con frecuencia á cualquier hora del dia y de la noche. En cuanto á las liquidaciones totales por in- dividuo, en una semana se han realizado cerca de tres mil Por semejante interés en la gestión que, le está encomendada es digna de aplauso la comi- sión aludida. *% Vamos á terminar: hubiera sido nuestro deseo hacer un balance, siquiera aproximado, de todos ^ los prisioneros que acaban de ser libertados, los que fallecieron en el cautiverio y, por último, de los que aún quedan en poder de la revolución tagala. [Pero este trabajo nos ha sido imposible realizarlo, porque siendo en los actuales momen- tos cuando se verifican en toda su fuerza estas libertades, ni la comisión de Selección tiene or- denados estos datos, ni las nuevas libertades que se esperan darían una nota verdad á esta curiosa estadística. — 144 — Sépase únicamente que de los nueve mil y pico de prisioneros que quedaron en poder de la revolución filipina ya están libres más de 5000, continuando cautivos todos los que residen en las provincias del Sur de Luzón, en espera de conseguir la libertad ansiada en el momento mismo que los americanos inicien sus operacio- nes de guerra, por aquella parte, si antes, como será muy probable, no se hacen gestiones para libertarlos. (1) Respecto á los fallecidos en el campo filipino, son bastantes, pero la cifra nos ha sido im- posible averiguarla. Sea para aquellos infelices nuestro último recuerdo, pues abrigamos la se- guridad de que su muerte, aparte de las fa- milias interesadas, pasará desapercibida para todos. ■Rindamos, pues, un tributo de admiración á (1) Nos consta de una maner» positiva que hacia fines de Di- ciembre del 99 los Sres. Toral y del Rio recibieron del campo fi- lipino invitación para entablar negociaciones con el fin de poner en libertad á los prisiüoeros del Sur: que dichos señores habrían 'de' poner el; caso e.i conocimiento del general Jaramillo y est: en el del Gobierno no cabe duda, toda vez que pr eos dias dr spue« se contestó á los del campo que el gobierno español no podin entraren negociación de ninguna clase. Desconocemos los móvi- les qui impulsaron al gobierno á no intentar la libertad de aooo españoles que aún estaban en poder de la revolución filipina: quizá confiase en que en breve serian libertados por las fuerza-; americanas, pero aunque asi sea no puede menos de merecer amargas censuras su conducta, pues un dia, una hora que pudiese aLorrarse " de sufrimieutos á- nuestros hermanos era lo bastarte para justificür (Ipdos. los sacrificios de la Pátiia, ¿Si esos mácheteos que estos - dias nos anuncia el rumor público, ocurridos en Camarines, se cor. fiiiuai.cn, tle quien stria la responsabilidad, Sr. Silvela? ¿Pu- lirán esos desgraciares n;arli'es de la F'ótr'a ser ya libertades r. por unos ui por otros? • -. -^' — I4S — aquellos héroes que sucumbieron en cumpli- miento de los deberes á que la Patria los había destinado. FIN 10 HpéDdice r^ürrj. I Acta de la capitulación de Sta. Cru^ de La Laguna. ACTA 1.=^ Sitiada la plaza de Sta. Cruz de la Laguna desde el día 13 de Junio último por fuerzas revolucio- narias é intimada la rertdición de la misma el dia 23 del corriente mes al teniente coronel del ba- tallón de Cazadores núra. 12, D. Mariano Alberti Leonés, como Gobernador militar de aquella y iefe de las fuerzas españolas que operan en su te- rritorio, por Paciano Rizal Mercado, jefe de las fuerzas sitiadoras; con el fin de evitar mayor efu- sión de sangre y considerar que la plaza se ha defendido con exceso, ampliamente tratada esta cuestión por los parlamentarios designados por ambas partes, que lo son pur parte de les sitia- dores D, Fidel de Sario Angeles, Secretario de campaña del jefe sitiador y D. Laureano Cruz, primer teniente de la misma, faerza, y por parte — i50 — de los sitiados D. Enrique Quian Palomares, ca- pitán ayudante del batallón Cazadores núai. 12 y D. Jacobo Gener, alférez de navio, comandante de la lancha «Oceaníav; han convenido y estipu- lado las siguientes bases que han de observarse para la capitulación y entrega de la mencionada plaza de Sta. Cruz: Primera. Serán respetadas y protegidas las vi- das de los que constituyen la guarnición. Segunda. La fuerza saldrá con todos los hono- res de la guerra y una vez entregadas las armas se constituirá prisionera de guerra hasta la cele- bración definitiva de la paz. Tercera. La tropa con sus jefes y oficiales dis- frutarán de la libertad y el respeto debido dentro del recinto de la población á que se les destine mientras se observen las reglas prescritas por su gobierno y leyes vigentes en tanto no sean contrarias al honor de su bandera. Cuarta. Los jefes y oficiales conservarán sus sables únicamente y caballos, si los tienen, y toda la guarnición su propiedad particular. Quinta. La evacuación de la plaza tendrá lu- gar el día que de común acuerdo se designe por ambos jetes contratantes en presencia de una co- misión de jefes y oficiales de las fuerzas sitia, doras que se harán cargo del a mamento y mu- nuciones y almacén de la fuerza sitiada, mediante inventarios por duplicado firmados por el jefe de aquellas, uno de cuyos ejemplares se entregará al teniente coronel del batallón de Cazadores n°. 12. Sexta. Será respetada la documentación del ba- tallón y con él trasportada. — mi — Séptima. Al hacerse cargo las fuerzas sitia- doras de la caja del batallón se hará constar la cantidad existente en ella, mediante inventario por duplicado que firmará el jefe de las fuerzas sitiadoras entregándose uno de ellos al jefe del batallón de Cazadores núm, 12. Octava. Se respetará la documentación de la Factoría, de la Administración militar y al incau- tarse las fuerzas sitiadoras del material de la. misma lo hará en virtud de inventario en la pro- pia forma que los anteriores, entregándose un ejemplar al oficial de dicho cuerpo. Novena. Acompañará á la fuerza el Hospital militar con toda su dependencia y material. Décima. Para facilidad del suministro de vi- veres todos los prisioneros de guerra se distri- buirán en los pueblos de Calamba, Cabuyaw y Santa Rosa. Undécima. La conducción de la fuerza se hará en vapores y solamente por tierra en aquella parte de su viaje en que no pudiera utilizarse la Laguna, Duodécimo. Se permitirá á las familias de los jefes y oficiales seguirles al punto donde fuesen destinados. Décima tercera. Las fuerzas sitiadoras no en- trarán en la plaza hasta el momen'o en que esta haya sido completamente evacuada por las si- tiadas. Décima cuarta. Los prisioneros serán mante- nidos por el Gobierno revolucionario, según su graduación. Décima quinta. Las fuerzas de marina, aten- diendo á las disposiciones especiales por que se — 1S2 — rigen, celebrarán una capitula :ión aparte con las fuerzas sitiadoras. Décima sexta. El capitán y fuerzas de la Guar- dia civil se sujetarán en todo á las fuerzas sitia- doras. Décima séptima. El jefe de las fuerzas sitia- doras se compromete á mantener en el punto á donde fueren conducidas las fuerzas sitiadas, una guarnición de tropas regulares del ejército re- volucionario, para protejer la vida de aquellas, en caso necesario. Décima actava. Serán respetadas las vidas y haciendas de todo el elemento peninsular tanto oficial como particular, así como las de todos los natura es del pais, empleados y particulares que se encuentran dentro de la plaza y han permane- cido en la obediencia de las autoridades espa- ñolas. Décima nona. Serán exceptuados de la regla del art culo anterior todos lo bienes pertenecientes al clero, de los cuales se incautarán las fuerzas sitiadoras. Vigésima. El elemento peninsular oficial y par- ticular con sus familias y el del país, que ha es- tado á su lado, y lo solicite, será trasportado libremente á Pasig, cesando desde dicho punto las responsabilidades que pudieran caber al jefe si- tiador. Vigésima primera. Al trasladarse el elemen- to peninsular y del país que lo solicite á Pasig, saldrán libremente y podrán llevar su dinero, alhajas, equipajes, libros y demás efectos de su pertenencia. Para su trasporte facilitarán las fuezas — 155 — sitiadoras los vapores y medios de conducción, en la forma que se determine Vigésima segunda. Habiendo de salir de la plaza todo el elemento oficial peninsular, entre- garán previamente las oficinas y archivos de su cargo á la Comisión que se menciona en la base <).*, recogiendo aquellos los justificantes, inventa- rios y documentos que consideren necesarios para bacer constar á las Autoridades de que dependen, el estado en que dejaron las oficinas que les es- taban confiadas, debiendo la mencionada comisión facilitar la expresada justificación para la ins- pección que se considere necesaria, Vigésima tercera.- No serán puestos en liber- tad los presos y detenidos en la cárcel de esta población, por cualquier concepto que lo estuvieren, hasta la completa evacuación de la plaza. Paciano Rizal Mercado y D. Mariano Alverti Leonés, se comprometen bajo su palabra de ho- nor al cumplimiento de las condiciones estipu- ladas en la presente capitulación en lo que res- pectivamente concierne á cada una de las partes contratantes. Esta capitulación será válida en todos sus par- ticulares desde el momento de su firma, no estando sujeta su eficacia á ninguna aprobación en virtud de los plenos poderes que por su honor a egura Paciano Rizal Mercado, le han sido conferidos. En virtud de todo lo pactado, firman la presente arabos jefes contráiites con los parlamentarios nom- brados al efecto en Sta. Cruz de la Laguna á trein- ta de Agosto de mil ochocientos noventa y ocho. Jacobo Gener. — Enrique Quian. Fidel S Angeles. — 154 - Laureano Cruz. Conforms: el Jefe de las fuerzas españolas, Mariano Alberti. Conforme: el jefe de las tuerzas sitiadoras: Pacieno Rizal Mercado. ACTA 2." Sitiada la plaza de Santa Cruz de la Laguna desde el día trece de Junio último por fuerzas revolucionarias é intiinada la rendición de la misma el día 23 del corriente raes, al teniente coronel del batallón de Cazadores núm. 12 D, Mariano Alberti Leonés, Gobernador militai de aquella y jefe de las fuerzas españolas que operan en su territorio, porPaciano Rizal Mercado, jefe délas fuerzas sitiadoras, con el fin de evitar mayor efusión de sangre y considerar que la plaza se ha defen- dido con exeso.- Por defender las lanchas Otálora y Oceanía dadas las condiciones de estar ocupa- das todas las costas de la Laguna, por fuerzas revolucionarias única y exclusivamente de la plaza de referencia, fué intimada al mismo tiempo la rendición de aquellas al alférez de navio coman- dante de la O'dhra, que por su antigüedad lo es de las fuerzas de mar españolas, por el jefe de las fuerzas revolucionarias que sostienen el sitio de Santa Cruz y discutida su rendición por los parlamentarios nombrados al efecto, que son por parte de los españoles, D. Enrique Quian Palo- mares, capitán ayudante del Batallón de cazadores núm. 22 y D. Jacobo Geuer y Jossé, alférez — 155 - de navio, comandante de la lancha Ocean>'a y por parte de los revolucionarios D. Fidel Serio Angeles, Secretario de campaña del jefe sitiador y D. Laureano Cruz, teniente de las fuerzas re- volucionarias, han convenido y estipulado las si- guientes bases que han de observarse para la capitulación y entrega de las lanchas de referencia: Artículo I." Serán respetadas y protejidas las vidas de todos los que constituyen las dota- ciones. Art. 2." Después de entregadas las lanchas á la comisión nombrada al efecto por el Gobierno Revolucionario, bajarán al pantalán las dotacio- nes, con su armamento, para que en unión de las fuerzas del ejército, hacer entrega de él y saür de la plaza, como aquellos, con todos los honores de la guerra. Art. 3." Una vez entregadas las armas, las do- taciones se constituirán prisioneras de guerra hasta la celebración definitiva de la paz. Art. 4." Como desde el momento de abando- nar las lanchas, las dotaciones se unen á las fuerzas de la plaza, ellas, lo mismo que éstas, en unión de sus comandantes, disfrutarán de la li- bertad y respeto debidos, dentro del recinto de la población á que se les destine, mientras ob- serven las reglas prescriptas y leyes vigentes, siempre que no sean contrarias al honor de su ban- dera. 5." Al distribuir las fuerzas en los pueblos, á ios comandantes se les destniar.i aquel á donde vava la Plana mayor de las fuerzas españolas. Art. 6." Los comandantes conservarán sus ar- ^ 156 - mas y, como sus dotaciones, toda la propiedad particular. Art. 8." La entrega de las lanchas á la comi- sión del Gobierno Revolucionario se hará por inventario duplicado, firmado por el jefe de la comisión y el comandante de la lancha, quedán- dose cada comandante con un ejemplar de los duplicados que correspondan á los de su lancha. Art. 8." SerA respetada la documentación de las lanchas que llevarán consigo sus comandan- tes, y al entregar la caja se dará á cada co- mandante un recibo de la cantidad existente para que como resguardo pueda servirle. Art. 9." La conducción de las documentacio- nes se hará en vapores y sólo por tierra cuando la Laguna no pueda utilizarse. Art. 10. Las dotaciones que el Gobierno Re- volucionario destine á las lanchas, no embarca- rán en ellas hasta no estar las dotaciones del gobierno español desembarcadas. Art. II. Los prisioneros serán mantenidos por el Gobierno Revolucionario, según su graduación. Art. 12. Al mismo tiempo que las lanchas, se entregará á la comisión del Gobierno Revolu- cionario un casco recogido en Hala-hala, cargado de leña, que hoy no existe. Paciano Rizal Mercado y D. Carlos Preysler y Moreno se comprometen y obligan, bajo su palabra de honor, al cumplimiento de las condi- ciones estipuladas en la presente capitulación en lo que respectivamente concierne á cada una de las partes contratantes. Esta capitulación será válida en todos sus par- — 157 - ticulares, desde el moirento de su firma, no es- tando sujeta su eficacia á ninguna aprobación en virtud de los plenos poderes que, por su honor, asegura Paciano Rizal \ Mercado, le han sido con- feridos. En virtud de todo lo pactado firman la presente ambos jefes contratantes con les parlamentarios nombrados al efecto, en Santa Cruz de la Laguna á treinta de Agosto de mil ochocientos noventa y ocho. — Jacobo Gener.- Fidel S. Angeles — Enri- que Quian. — Laureano Cruz. — Conforme.— El Co- mandante de la Oiálora, Carlos Pre>sler. — Con- forme. El jefe de la fuerza sitiadora, Paciano Ri- zal Mercado, Acta de la capítuJación de Zamlales. En el pueblo de Castillejos.— Zambales á 28 de Junio de 3898, reunidos de una parte el Coman- dante D. Joaquín Benedicto, Jefe Militar de la Zona Sur de la citada provincia, acompañando de los Capitanes D. Enrique Vergara Navarro, de la Guardia Civil, D. Olegario Lancedo y Ra- nura, de la 4.* Compañía del 8.° de Cazadores, don Diego Lequeza López, de la i.* de Voluntarios de Ta' abas y D. Ricardo Morales Díaz, déla 4.* de Pangasinan y los 2'" Tenientes Comandantes de fuerzas, D. Simeón Guramen, de la i* del i-^ Ba- tallón del Regimiento 73 y D. Enrique Fernandez -158- de li 6* del 6" de Cazadores; y de otra parte el General de Brigada del Ejército Revolucionario D. Gregorio González, acompañado también de su Teniente Coronel y Capitán ayudante respectiva- mente. D. Rafael Melizo y D. Martin Basa hacen constar lo siguiente;— En el día 25 del expresado mes citado, la columna del Ejercito español man- dada por dicho Jefe Comandante Benedicto en la cumbre del monte Amaonge. término del pueblo de San Antonio, en marcha para Olongapó, se recibió una carta del citado General Revoluciona- rio, que ased'aba, invitando á la rendición de ar- mas; previos los parlamentos celebrados, dicho Jefe del Ejército español de acuerdo con los Ca- pitanes y Comandantes de fuerza, bajo la presión de causas que no son del caso citar, aceptó dicha rendición bajo las condiciones siguientes. — i."* La fuerza española deponía desde luego las ar- mas haciendo entrega inmediatamente de cuantas municiones de guerra llevaba, continuando la tropa con los fusiles hasta Subic donde serían entre- gados totalmente, á fin de deirostrar á los pueblos del tránsito la forma honrosa de la capitulación. - 2.* El referido General por su parte, á nombre del Gobierno Dictatorial de Filipinas, que repre- sentaba, prometía respetar y hacer respetar las vidas é intereses de todos los que componían la columna, así militares, eclesiásticos, paisanos y familias de unos y otros.- 3.' Permitir, bajo las se- guridades correspondientes á los paisanos que lo de- seasen, volver á sus hogares y conducir á los miltares con sus familias, paisanos y eclesiásticos hasta Su- bic, desde cuyo punto serian trasportados por cuenta » 159 — del Gobierno Dictatorial, en buque de vapor á Cavite, donde se halla establecido; y todo en bue- nas condiciones de trato y alimentación, que seria gratuita por todo el tiempo que permanezcan su- jetos á su poder, garantizando su estancia en el pais 4.* Que la residencia de todos y cada uno basta la terminación de la guerra será á libre elección de los interesados, siempre que sea en punto dominado por la revolución y 5.° El Ge- neral de Brigada referido, responde con su pres- tigio, bajo su palabra de honor y caballero, del exacto cumplimiento de lo pactado: como artículo adicional se bace constar que en la ren- dición solo ha intervenido el referido General González y fuerzas á sus órdenes. Conformes ambas partes en todos los extremos de esta acta, la firman en el citado pueblo de Cas- tellejos, haciendo constar que no se estendió en el punto donde se celebró el parlamento por falta de medios. Enrique Fernandez — Ricardo Morales. — Olegario Lancedo. — Rafael Martin.— Gregorio González. -Simeón Guraman. — Diego Sequera.— Capitán Martin.— Enrique Vergara y Joaquín Be- nedicto, Ac.^a de la capitulación de Negros, Don Isidro Castro y Cinceros, Gobernador P. M. de Negros Occidental, D. Braulio Sanz y Alvaro, D. Manuel Alcuza é Ibarra, Promotor Fiscal, — i6o — D. Ramón Arenada y Heredia, Administrador de H. P., D. Emilio Monasterio y Mandillo, Regis- trador de la propiedad y D. Domingo Ureta y Lerena, Notario público, por una parte en repre- sentación del Gobierno español y de la otra don Aniceto Lacson y Ledesma, Jefe de las tropas li- bertadoras del Norte de esta provincia D. Juan Araneta y Tomás, con el mismo carácter de la zona del Sur, D. Nicolás Gales y Coloso, segundo jefe militar del Norte, D. Leandro Lacson y de la Rama, Presidente local de Silay, D. Simón Lizares, Presidente de Minuluan, D. Julio Diaz y Diaz, vocal del Comité del mismo pueblo, don José Montilla y Samson, capitán del Ejercito li- bertador en representación del Gobierno libertador, han convocado y pactado la capitulación de las fuerzas á sus órdenes que guarnecen esta cabe- cera, bajo las bases siguientes: i/ Las tropas españolas europeas é indígenas capitulaíi con la plaza y sus defensas, entregando inmediatamente sus armas y municiones á la co- misión que designen los jefes del Ejército liber- tador y permaneciendo acurteladas en el local ó locales que designen dichos Jefes, estando sujetos á las órdenes de la fuerza libertadora encargada de su custodia basta la conclusión del tratado de Paz entre los Estados-Unidos de la América del Norte y España, 2.' Los Jefes y oficiales de tropa regular es- pañola, conservarán sus armas de cinto y caballos de propiedad privada. 3.* A los oficiales y soldados comprendidos en la capitulación se les proveerá, según su categoría, - i6i — de las raciones y socorros necesarios nasta la conclusión del tratado de paz mencionado en el artículo primero. 4.' Todos los fondos del Tesoro español v otros públicos, se entregarán inmediatamente de firmado este convenio. 5.» Quedan también en clase de prisioneros los funcionarios públicos y sus familias los cuales se- rán igualmente tratados y mantenidos con arreglo á su categoría, así como respetadas sus vidas y haciendas. 6/ Esta provincia, sus habitantes, sus iglesias y su culto religioso, sus establecimientos de en- señanza y su propiedad privada, de cualquiera índole, serán respetados y quedan bajo la salva- guardia especial de la fé y el honor del Ejército libertador. 7.* Los representantes del Gobierno español aceptan las condiciones expresadas bajo la salva- guardia de la palabra de honor de los jeíes del Ejército libertador. 8." Los mismos apelan á la generosidad de la junta revolucionaria para que permita á los ca- pitulados y sus familias, exepción hecha de la tropa, embarcarse para distintos puntos del ar- chipiélago con sus intereses, base aceptada por los representantes del Ejército libertador. g.^ Aun cuando se rompieran de nuevo las hos- tilidades entre España y los Estados Unidos, los que quedasen bajo las bases de esta capitulación, se- rán respetados, tanto en sus vidas como en sus haciendas. Y para que conste se formaliza la presente acta, n — 102 — sacando cinco de un tenor, que firman en Ba- külod á seis de Nov iembre de mil ochocientos noventa y ocho. _ Siguen las firmas. Acta de la capitulación de Dagupan, En Dagupan á veinte y dos de Julio de mil ochocientos noventa y ocho, reunidos en consejo de guerra los oficiales de la guarnición bajo mí presidencia, acordaron en vista de la l.ostilidad manifiesta de todo el pais, contándose entre los españoles ciento doce heridos y enfermos, y ha- biendo hecho dos meses de continuada resistencia y uno de asedio de esta plaza, ante la imposibi- lidad de resistir por más tiempo á las fuerzas que la atacan, y evitar el derramamiento de san- gre inútil y estéril, tanto de las fuerzas de la guarnición, cuanto de la numerosa colonia euro- pea existente en la plaza, todos de acuerdo, de- cidieron la rendición y entrega de la plaza bajo las condiciones siguientes: Primera. Se arriará la bandera con los hono- res de ordenanza. Segunda. Las fuerzas de la guarnición saldrán con los honores de la guerra, haciendo entrega de las armas, municiones y demás efectos de guerra, reservándose á los Jefes y oficiales, el derecho a conservar sus armas, compuestas de revólver y sable, como de su lejitima propiedad. ^ 163- Tercera. Se respetaran las vidas é intereses de todos los españoles y de los naturales que hasta la fecha han estado acojidos ni pabellón Español Cuarta. Los heridos y enfermos quedarán bajo la responsabilidad del jefe que mande la guarnición de esta plaza, observándose con ellos lo que la humanidad ordena y est4 prescrito en el tratado de Ginebra. Quinta. Olvido completo de agravios pasados relacionados con la campaña, ó por todo acto de servicio. Sexta. Que no pueda obligarse á ningún jefe, oficial, ni soldado español á tomar las armas cen- tra España sí opta por quedarse aquí. Y para que conste se levanta la presente acta de la cual se harán siete ejemplares que firman todos los reunidos. Juan Lorite.— José Rey Suarez— Luis Gil de Palacio.— Pedro Avalle José Muñoz. — Manuel Martínez. — Juan Moreno — Eusebio Guisasola.— Francisco de Orozco.— José Rey Martin de Mar- tin.—Miguel Liado. Tomás Vaulan José Mo- reno.—Mateo Prieto. Juan Llobregat.- Cayetano Muñoz.- José Asér— Julio Barbera- José del Prado. — Natalio Fernandez. Basilio Torrecilla. — Paulino Loyola. — Fernando Val— Wenceslao Casille. -P. Lozano.— Manuel Guarde.— José Alvarez.- Urbano Mola. — J. G. Ceballos, Rpérjdice i^ünQ. 2. Relato curioso é interesante que de su viaje a Fi- lipinas hace el cazador español Matias Sánchez Garda, del Batallón expedicionario núm. 8, que fué prisionero de los tagalos y quedó libre en Noviembre de 1899 después de 17 meses y seis dias de cautiverio, en cuyo tiempo recorrió a pié gran parte de la isla de Luzon en un trayecto de 466 Kilómetros, (i) Corría el año de 1896. España sostenía dos guerras en sus colonias, pues su bandera había sido ultrajada en aquellas partes. En vista de estos desordenes, el Gobierno se vio precisado á llamar á las armas á varios hombres que en su casa gozaban de completa tranquilidad: uno de ellos fui yo, que deseaba vengar por momentos el ultraje inferido á mi querida Patria. (i) Esta relato está copiado al pié de la letra del cuaderno original que, día por dia, llevó el interesado. Hemos hecho . lo posible por conservar el lenguaje piiniilivo, pues en él explica su autor cuanto le ocurrió ea su cautiverio, que puede apli- carse, con ligeras variantes, á todos los prisioneros de su con- dición. Únicamente hemos modificado lo más preciso para conseguir la mejor inteligencia. También ponemos varias notas que aclararán algunos nombres y conceptos que se usan en la relación. — ibS — Salí de mi casa el dia 31 de agosto del mismo año, cuyo dia fué de mucha tristeza para mi familia por nuestra separación y ausencia. El dia primero de Septiembre llegué á Salamanca donde, acompañado de otros muchos quintos que iban por la misma suerte que yo, permanecimos cua- tro dias. Nos pusieron á las órdenes de un se- gundo teniente y un sargento, y nosotros, como buenos soldados, obedecimos todas sus órdenes: allí nos dieron el socorro correspondiente á los dias que permanecimos en dicho punto. El dia 4, á las cinco de la tarde, tomamos el tren con dirección á Madrid, á donde llegamos el 5 por la mañana, siendo conducidos al cuartel de San Francisco, sitio en que se hallaba el Re- gimiento de Infantería de Canarias núm. 42, donde íbamos destinados: allí nos colocaron en las compañías, tocándome á mí la tercera, en unión de otros compañeros de viaje. Aquí pasábamos el tiempo, unas veces haciendo la instrucción, otras limpiando el correaje y otras veces llevando latigazos de nuestros cabos y sargentos que no había otro remedio que sufrir con paciencia. En esta situación permanecimos todo el mes de Septiembre. El dia I." de Octubre salimos todo el Bata- llón con dirección á Leganés, donde fuimos destinados. El dia 4 se celebró un sorteo para Filipinas, sorteo que tocó á cinco individuos por compañía y sin más novedad permanecimos en este punto hasta el dia 4 de Noviembre que volvió á celebrarse otro sorteo para el referido archipiélago. Este sorteo tocó á siete hombres por compañía y uno de ellos fui yo. — 169 — Verificamos la entrega del correaje y el día 7, ya vestidos con ropa de Ultramar, empren- díamos la marcha con dirección á Madrid donde permanecimos una sola noche. El dia nueve to- mamos el tren con dirección á Guadalajara, en cuyo sitió permanecimos diez y siete dias, tiempo que s¿ tardó en organizar el Batallón expedi- cionario núm. 8 á donde fui definitivamente des- tinado. El dia 25 de Noviembre, á las ocho de la no- ' che, salimos con dirección á Zaragoza, llegando al dia siguiente, en que nos recibieron con mú- sica y gran entusiasmo, mucha marcha de Cá- diz y dándonos un rancho extraordinario de gar- banzos, carne, judias y patatas (i . A las doce seguíamos con dirección á Barcelona llegando felizmente el dia 27, alojándonos en el cuartel de Alfonso XII hasta las diez de la mañana que, conducidos al muelle de Colon, nos embarcaron á bordo de un hermoso vapor que llevaba por nombre San Femando. Ya el buque empezaba á ponerse en movi ■ miento tomando rumbo hacia la Oceanía, llevan- do á su bordo 2200 hombres dispuestos á derra- mar la última gota de sangre en defensa de su bandera. (2) La noche se echaba encima y el barco continuaba su viaje, perdiéndose de vista mi que- (1/ No vemos nada de extraordinario en este r.'ücho. (2! Las circunstancias especialisimas que se desairoliaron en esta segunda guerra de Filipinas, no dieron lugar, y más vale asi. á que se verificasen los deseos de aquellos valientes. Es de notar qne en el manuscrito original se trató de borrar este hermoso concepto, quizá cuando fué reparado por su autor. ^ 170 — rida Espafia: nada importa, se decían unos á otros, el perder de vista á la Patria; lo que im- porta es acudir á la defensa de sus colonias. El buque sigue navegando por el golfo de Lión; sitio en el que tuvimos mucho mareo á conse- cuencia de los movimientos que ocasionaban las olas, que eran tan altas que pasaban por enci- ma de la cubierta. Así fuimos por espacio de tres días. El día 2 de Diciembre, á las ocho de la no- che, llegamos á Port Said permaneciendo allí du- rante toda la noche, mientras el barco tomaba carbón, agua y toros que los eng9nchaban al pescuezo para trabajar (i) En este punto vi los primeros negros del África que no les entendíamos nada de lo que hablaban. Amanecía el día 3 cuando entrábamos en el canal de Suez que tardó el barco en pasarlo diez y ocho horas: durante este paso vi los camellos y los hombres con tapa-rrabos, cosa para mí hasta entonces desconocida. El buque sale del canal y sigue navegando por los anchos mares: al poco rato y allá á lo lejos se divisa una por- ción de tierra: ¿sen aquello Filipinas? nos de- cíamos unos y otros, pero como solo llevába- mos nueve días de navegación no podía ser aquello Filipinas. El buque no cesa de navegar pero atavesando mares terribles que no calman hasta pasados tres (i) Efectivamente, ya en Port Said la armadura de tiro en los carros la colocan en el «pescuezo de los toros y vacas dedi- cados á la iraccióa. Asi mismo lo ejecutan en las colonia- de los Estrechos y eu Filipinas. - lyi — dias, librándonos así de las pasadas penas, (i) Fon- deamos eu Aden el día ig, puerto de la Ara- bia, donde viraos los hombres mucho más negros que los de Port Said. Aquí el barco tomó carbón, agua y comestibles haciéndose á la mar con el mismo rumbo y atravesando olas muy grandes. Al puerto de Singapore llegamos el dia 20, á las 5 de la mañana, viendo con sorpresa que aquí eran los hombres más blancos que los que hab.amos visto anteriormente. Aquí son de la china y gastan el pelo lo mismo que las mu- geres en España. (2) Apesar de que llevábamos 24 días de navegación encerrados en el barco, nuestros jefes no nos dejaron bajar á tierra. Como en los otros, también en este sitio tomó el buque carbón, agua y comestibles, haciéndose á la mar con rumbo a Filipinas el día 21. Navegamos sin novedad hasta el día 24, en que alborotados grandemente los anchos mareas de la China parecía que iba á naufragar el bu- que. ¡Qué día tan terrible!; sin comer por ser imposible recojer el rancho á causa del gran ba- lanceo que teníamos. El día 27 fondeamos en el puerto de Manila, término de nuestro viaje, donde nos dieron el correaje y armamento antes de echar pió á tierra. Al día siguiente desem- barcábamos en el muelle de la Capitanía vien- (i) Aquellos terribles mares á que se hace referencia no de- bieron ser otros que el paso del cabo de Guardafuí. (2) Se refería á los chinos que excluyendo el afeite del cer- quillo hasta el centro de la cabeza, en el resto tienen abun- dante mata de pelo que lo trenzan for.naado una larga coleta. — 172 — do los primeros carabaos con unas astas que pa- recían palancas. Yo le dije á mi compañero si podía decirme cómo se llamaba aquel animal que iba tirando de un carretón y otro cazador que llevaba quince días en Manila nos dijo se lla- ma carabao. Desde dicho muelle fué formado todo el ba- tallón, al compás de la marcba de Cádiz, hasta el cuartel de Meisic. En esta capital ya vimos á los Filipinos, ó por mejor decir mdios. que es su propio nombre u); queríamos hablar con ellos y no nos entendían y por señas nos daban las cosas que les pedíamos En Manila permane- cimos hasta el 30 de Diciembre en cuyo dia y á las ocho de la noche nos embarcamos en el vapor «Villalobos» que tomó rumbo con dirección a la provincia de Batangas, llegando al dia siguiente al pueblo llamado Balayan, donde desembarcamos: allí no teníamos que comer, pan no había y nos dieron dos galletas á cada uno, las cuales es- taban llenas de gusanos y era imposible el co- merlas: este dia lo pasamos con un poco de café ó, por mejor decir, agua clara. (2) El dia I." de "Enero del año 1897 tomamos café por la mañana y después fuimos á conducir un convoy de víveres á un pueblo que se llama Tuy, cuyo convoy fué llevado con muchas fa- tigas por los incontables ríos que tuvimos que (i) El autor, por lo que se vé, no pulo coQ;ebir que los indios que vio en Miaila fu?sea los mUiuoi tilipiaos . [a] £s tristísioio considerar qu^ á los dos dias ds llegar á Manila nuestro héroe ya sufriera los rigores del hambre, que tanto se dejó S;:nlir en las campadas de Filipinas. - 173 — pasar, pero regresamos al pueblo aquella misma tarde, donde tomamos el primer rancho y úl- timo de aquel dia Después de tres dias de quie- tud, salimos el 4 con dirección á un pueblo que distaba unas dos horas, llamado Calaca, donde existía un destacamento del Batallón de cazado- res núm. 2 que fué relevado por nosotros. En este pueblo pasábainos el tiempo haciendo ins- trucción y algunos recorridos por el bosque, has- ta el 18 que veinte y cinco hombres, con el ca- pitán y un segundo teniente, hicimos una salida, encontrando una partida del enemigo que estaba haciendo rrorisqueta (i) . en un bahay (2" y atacándola de improviso pudimos cojerle dos es- copetas y cuatro talibones Í3) y tres taos Í4) á los cuales los amarramos llevándolos al destaca- mento para que declarasen: mas como no quisieran hacerlo nos dieron orden de conducirlos á la autoridad superior y el dia 20, ya de camino, trataron de fugarse por lo que nos vimos obli- gados á hacerles fuego. Regresamos á Calaca sin novedad y el día 27 fuimos atacados por una nu- merosa partida en el destacamento, pero nos de fendimos perfectamente. Nosotros estábamos den- tro de la iglesia y del convento y ademas éra- [i] Más adelante explica el autor de qué se compone el ali- mento corocido en Filipinas por el nombre de morisqueta, \%] La casa de los indios. ',}] Cnchilio largo que usan los aoros en Mindauao. Aquí el autor quiso, sin duda, referirse al cococido bolo, que no es otra cosa sino un cuchillo plano, de poco más de media vara de largo y que los indios usan para todo. Lo mismo sirve de amia guerrera que de heiramienta para el trabaio. [4] Hombres, — 174 — mos 8o soldados europeos v 23 indígenas, at mando de un capitán y dos segundos tenientes que ordenaron nos pusiéramos todos de centinela para cubrir el edificio El dia 28 llegó el comandante de mi batallón con una compañía del núm. 13 y parte de la mía que estaba en Taal y no volvimos á ver á los insurrectos en unos cuantos días. Se desertaron, el dia 4 de Febrero, cinco sol- dados y un cabo indígenas que estaban con nosotros, llevándose 500 cartuchos y cuatro fusiles, teniendo bastante tiroteo por la noc^e, pero sin conse- cuencia. El día 15 fuimos trasladados á Bala an pueblo donde anteriormente habíamos estado. Al llegar á este punto los ochenta cazadores que Íbamos, nos destribuveron en seis destacamentos y dos avanzadas que rodeaban todo el pueblo, siendo forzoso pasar el tiempo siempre de guar- dia por la falta de soldados. A la caída de la tarde del dia 24. el cabecilla de la partida que andaba por allí, mandó una carta al capitán de mi compañía diciéndole que se preparase con la fuerza pues aquella noche atacaría el pueblo. Efectivamente, á las diez nos vimos obligados rí romper el fuego y á la media hora ardía el pueblo por todos lados. A la una mandó el capitán á cuatro soldados y un cabo para que fuesen á prestar auxilio á otros catorce hombres que se alojaban en una casa cerca del poblado y que era precisamente donde más fuego había: uno de los cuatro soldados fui yo, que cruzamos el pue- blo por entre las llamas hasta llegar por milagro al sitió deseado. Al amanecer del 25 hicimos una descubierta encontrando 23 muertos y mu- - 175 — chos rastros de sangre. Nosotros tuvimos dos heridos leves. Sin ninguna novedad estuvimos en este punto hasta el dia i8de Abril, cuya fecha fué la primera de mis calenturas. El ig embarcamos en una lan- cha cañonera que nos llevó á Taal, siendo yo transportado en una camilla hasta el cuartel don- de nos alojaron Poco tiempo estuvimos en Taal, porque el 21 embarcábamos en el vaporcito Chu- rruca que nos condujo á Manila aquella misma nocbe. En esta capital dormimos hasta las tres de la mañana, en cuya hora mi compañía salió con direcci'n á la provincia de Bulacan y yo marché, conducido por otro compañero, al Hospital Militar de Arroceros. En este hospital pasé en- fermo hasta el 7 de Ma^o, soportando fuertes calenturas y el 9 me dieron el alta, presentán- dome en las oficinas de mi Batallón donde per- manecí dos dias. El once me embarqué á bordo del vapor Alerta, que en la misma fecha tomo rumbo con dirección á la provincia de Zambales donde se encontraba la 5.* coivipañia á que yo iba destinado. Desembarqué en el puerto de Su- big, donde se hallaba un destacamento de dicha compañsa que estaba al mando de un primer te- niente, pero a los pocos dias se incorporó el ca- pitán. El dia 14 salimos con dirección á Castillejos, donde permanecimos haciendo muelas guardias y patrullas por las noches y sobre todo largas marchas por los montes y bosques de dicha tierra. Así pasamos hasta el dia 27 de junio, que salimos trasladados al pueblo de San Narciso. Aquí es- tuvimos hasta el 1 2 de Septiembre, haciendo guar- (^ia y patrulla. Desde este dia hasta el 15 que llegamos á Subig, pasamos por los poblados de San Antonio, San Marcelino y de nuevo á Castillejos. En Subig embarcamos á bordo del vapor Chu- rruca, que nos condujo á Manila, donde otra voz nos alojaron en el cuartel de Meisic permitiéndonos, durante tres dias que allí permanecimos, salir de paseo por la capital dos horas por la tarde. El 23 tomábamos el tren en la estación del ferro-carril, marchando directamente á Dagupan, última estación de dicha vía férrea* Por la ma- ñana nos hicieron ir á Tárlac donde permaneci- mos tres días haciendo guardias en la cárcel y el Gobierno. Para el día 97 estaba distribuida toda mi compañía en destacamentos que fueron ■destinados á los sigTiientes pueblos de la provin- cia de Tárlac: Gerona, Pura, Moneada, Paniquí, Victoria, Malayuntayú, Camilin, y Santa Ignacia; yo fui á Gerona con once compañeros y un sar- gento y después de dos dias me trasladaron á Paniquí, encontrándome con nueve compañeros, un cabo y un primer teniente, que era el encar- gado de la compañía. El día 30 de este mes se nos incorporaron 27 soldados a los que hacía nueve meses que yo no había visto. Aquí pasa- mos el tiempo descansando; no teníamos nada que hacer. Únicamente la guardia del cuartel donde estábamos y alguna que otra patrulla, muy pocas. Nos volvieron á destinar a Tárlac el día 17 de Marzo y allí se reunió toda mi compañía, que se fraccionó el día 21, pasando á Zambales '^o soldados, un sargento y dos tenientes )• que- dándonos los demás en Tárlac- — 177 — Los que habíamos quedado en este punto mar- chames de nuevo el día 23 á los pueblos de Ge- rona, Victoria y Moneada: yo fui á Gerona, don- de después de 15 días marché á Moneada y de aquí, el i~ de Mayo, el tren nos condujo á San Fernando, capital de la Pampanga, en cuyo sitio estuvimos hasta el día 31 que pasamos á Calum- pit, primer pueblo c^e la provincia de Bulacán, Sin novedad pasamos dos días, pero el 2 de Junio, á las once de la mañana sonaron los primeros ti- ros del enemigo que venía con el propósito de sitiarnos. Nosotros nos defendíamos bien, y aguar- dábamos al general Monet que nos avisó vendría en nuestra defensa; pero este general no venía; le habían cortado el paso en Santo Tomas y no pudo volver íi). El número de insurrectos que nos atacaba era cada vez mayor y no teníamos co- mestibles nada más que para cuatro dias y de agua carecíamos por completo. En vista de esto, ordenó el capitán, coman- dante del Destacamento, que se hiciera un pozo den- tro del fuerte, realizándose bastante hondo, pero daba tan poca agua que á los cinco dias cesó de manar. Como llevábamos des dias sitiados y no venían auxilios ni refuerzos de rirguna parte, se escatimaron los víveres, empezando á distribuirse, desde el segundo dia, dos galletas por individuo y una lata de sardinas para cada dos hombres; (i) No sabemos á puntT fiio si los filipinos cortaron e¡ pa- fo al general Mooet. Lo que sí sabemos es qi e cuando todo el mTindo lo esperaba en Manila con sus fuerzas, llegó pero solo, después de haber dejado sn gente en el pueblo de Macabebe. \2 — 178 — debo advertir que cada lata tenía cuntro sardinas pequeñitas. El dia 7 se habían terminado las latns de este pescado y no quedaban más que cuatro cajas da galletas, pero estaban podridas de !a humedad y llenas de gusanos, pero aún así y todo distribuyeron una por individuo. Los apuros eran grnndisimos; escaseaban tam- bién las municiones, los víveres y el agua y otra tempestad mayor que fué la viruela, pues teniamos un soldado con ella y muchos con sarna, aparte de los varios heridos que diaria- mente nos hacía el enemigo. Se agravaba la si- tuación porque las casillas (i) las teníamos den- tro del cdicfiio. que era de 13 metros cuadrados, donde nos defendíamos 130 hombres, de los cuales 44 eran indigenas, 32 procedentes de la enfci- meria de San Isidro de Nueva Ecija y 54 del Batallón de cazadores núm. 8. Amanecí j el día 10 en que, careciendo de toda claí^e de auxilios y recursos, rendimos las armas á las nueve de la mañana Después de capitu- lar quedamos á las ordenes de un coronel revo- lucionario que nos envió al convento, dándonos allí de comer y beber, cosa que tanto necesitábamos, pero á la tarde se nos comunicó que quedábamos prisioneros y destinados á diferentes pueblos. Yo fui á uno que se llama Pulilan con 27 compa- ñeros más y el capitán de la compañía. Pasamos los primeros días alojados en el Convento y pa- seando por las calles: nos daban por las ma- ñanas un vaso de té, á medio día un ran- (i) Retretes, cho de mongos d^ y arroz y por la noche otro ranc'^o de lo mismo. El día 2 de Julio fuimos trasladados al pueblo de Baliuag, donde llegamos á las tres de la tarde, sin que nos dieran nada de comer. Nos alojaron en una casi donde se encontraba un Medico mayor y un Comisario de guerra, un Capitán de Administración Militar, un segundo teniente de Ingenieros, un farmacéutico y 25 soldados, pero como también estaban prisio- neros no pudieran socorrernos con nada (1) El día 3 nos alojaron por los hahais para que nos dieran de comer y aquí empezaron nuestros suspiros: nos daban arroz cocido con agua clara que aquf llaman morisqueta y una especie de co- cido que en el pais hacen con camarones peque- ñitos y cuando están podridos que echan muy mal olor es cuando lo comen. Dicho cocido lo llaman bagón. Esto era, pues, lo que allí nos daban de comer y haciéndonos trabajar en el arreglo de calles y como criados, arrimándonos bastantes beju- cazos y diciéndonos mncbo puiang ina mo Castíla. (3) Así pasamos el tiempo con muchos disgustos y viendo morir de hambre i varios compañeros. En este paraje permanecimos hasta el día 73 de No- viembre, en cuya fecha partimos para Quingua, '' fi) Especie de cerel parecido á las algarrobas qne en Espa- ña se nsan para alimento de las palomas. (j; Se liabrá querido decir qae la condición do prisioneros en que aquella gente se encontraba, les snponfá la carencia de elementos con que socorrer á sus compañeros. fj) ffi de pu^ como escribió el fniigne Cervantes. Castíla ts palabra con que el indio nombra al espafiol desde la época de U con(}n¡sta y ya generalizada para con todos los europeo*. — i8o — acompañados de polistas (i) y sin darnos socorro de ninguna clase. Al llegar lo primero que hicieron fué encerrarnos en una casa donde no había nada que comer, poniéndonos dos centinelas á la puerta para que nadie saliese á la calle. Pasamos el día de la llegada sin comer, pues no nos dieron socorro alguno. El día 19 nos dejaron salir á la calle, pero sin darnos nada, así es que el que tenía dinero comía y el que no, no quedando otro remedio que recorrer el pueblo pidiendo limosna, dado el caso de encontrar un alma caritativa que nos socorriese. En algunas casas nos dieron un poco de moris- queta, pero en otras nos despachaban con frases injuriosas. El día ai, á las once de la mañana, emprendi- mos la marcha con dirección á la provmcia de Nueva Ecija, haciendo noche en México, provin- cia de la Pampanga. donde nos. dieron medio peso para 43 españoles que Íbamos: el día 22 continuamos el viaje, descansando dos horas en Santa Ana, desde donde, acompañados de polistas, llegamos á Arayat á las 4 de la tarde. Nos lle- varon al Convento y en este sitio el Coronel fili- pino dio de bofetadas y bejucazos á un oficial nuestro por no haberle hecho el saludo: de allí nos mandaron á dormir á una casa, en el piso bajo, que estaba chorreando agua y su extensión era de cinco metros en cuadro: pues allí pisamos la noche sin comer nada, sin poder salir á la (i) PoliUas: estos son ciudadaaos filipiaos que por no haber tomado ceduli parsonal de uaa clase determinada, se les obliga, por espacio de ua tiempo marcado, á trabajar en el arreglo d» calzadas, placas, puentes y otras obras públicas. ^ i8i — calle al día siguiente y sin recibir auxilios de ninguna especie. En este sitio íué donde senti- mos el peor trato desde que estábamos prisioneros. Al amanecer del dia 23 continuábamos el via- je llevando á nuestros hombros todo el casangca- pan (i> que más bión parecíamos caballerías y para alivio de nuestros males, los soldados que nos conducían nos daban bastantes culatazos. Por la noche llegamos á Cabiao donde nos trata- ron mejor: fumios al Convento y nos dieron de comer, saliendo a la calle cuando queríamos. El 24, después del desa uno, seguimos nuestra mar- cha con dirección a San Isidro, capital de la pro- vincia de Nueva Ecija que era el punto donde íba- mos destinados. Lleganius á las tres de la tarde, alojándonos en una casa donde se encontraban mas prisioneros. Lo prnnero que hicieron á nuestra lle- gada tué registrarnos para ver quien llevaba di- nero y quitárselo, pero no pudieron encontrarnos nada. Nos daban de socorro dos cl.upas de arroz y siete céntimos de peso por cada individuo, con- tinuando asi en este pueblo, sin ser maltratados por nadie, durante cuatro meses y ocho dias en que reanudábamos nuestra peregrinación. El dia 2 de Abril del año 1899 marchamos a Cabanatuan, pueblo de la misma provincia, alo- ngándonos en los bahais para que nos dieran de comer y beber: á mi me dieron morisqueta y Co- razón de plátano y agua clara del rio. También me dieron bastante trabajo, esto es, medir palay, [ij luipedimeata o equipaje. — I»2 — pilar arroz, etc. ;i) Pasamos en este pueblo hasta el 10 de Mayo, ea cuya techa, á las tres de la mañana, nos hicieron salir con dirección á la capital de llocos Sur, realizando el siguiente viaje: Dia n á Talavera; en la misma fecha á Santo Domingo, donde nos dieron dos chupas de arro^ por individuo y alojamiento para pasar la noche: Dia 12 á Sulipa, donde dormimos sin so- corro alguno: Dia 13 á San José, pueblo donde nos encontramos con 600 prisioneros, un general español y mucüos jefes y oficiales. [2.) En este pueblo no había que comer, pero nos dieron como socorro dos chupas de arroz. Después de dos días de descanso y reunidos ya 700 prisioneros nus hicieron salir para Carranglan, pueblo que está situado en el centro de unas montañas. El 15 llegamos á Poncan sin recibir socorro y el 16 a Carranglan, en cuyo camino tuvimos que atravesar 32 rios con bastante agua y tres mon- tañas, en uaa de ellas nos encontramos una par- tida de carabaos cimarrones, cuyos animales tu- vieron que ser batidos por los soldados que nos acompañaban, logrando tumbar á tres y de su carne comimos al llegar á Carranglan (3) En este punto no pudimos encontrar ni sal ni man - teca para hacer nuestros guisos. [ij Palay; el grano de arroz ea su cascara; pUar pala/, descascarillario ea el aparato llamado ea tagalog lusong^ opera- ción que se veriáca á golpes de mazo, [a\ üste general español era D. Leopoldo G. Pafla, gobamador que fué de envite. {¿) Carabao: especie de búfalo, muy útil en Filipina» para las labores agrícolas y llevar grandes pesos. Domesticado es muy dócil, no asi «a Mtado salvaje, que es temible. - i83 - El dia 19 emprendíamos la marcha por donde habíamos venido anteriormente llegando á San José, donde permanecimos dos días: el 23 á San Quintín, donde sin descanso seguímos á Tayut sin recibir socorro alguno. Por fin el 24 nos dieron dos chupas de arroz y cuatro cuartos. Este pueblo de Tayut es el primero de la pro- vincia de Pangasinan. El 26 seguíamos nuestra marcha á Asingan, donde dormimos, recibiendo el socorro de dos chupas de arroz y ocho cuar- tos: el 27 en Binalonan y Pozo Rubio, con so- corro de arroz y ocho cuartos: el 28 en Álava, con el socorro de una libra de carne de carabao: el 30 en San Fabián socorridos con media pe- seta: el 31 en el mismo punto con socorro de arroz y ocho cuartos. El dia primero de Junio pasábamos por Santo Tomás sin socorro alguno: el 2 por Aringay y Caba con socorro de un rancho de carne con morisqueta: el 3 por Bubuan con socorro de arroz y ocho cuartos: el 4 llegamos á S:in Fer- nando de la Unión, capital de la provincia, donde nos dieron arroz y carne de carabao. El 5 en el mismo sitió con igual socorro: el 6 salimos para San Juan y Bagnotan socorrirlos con arroz y ocho cuartos: el 7 en Namicpacan con igual socorro: el 8 por Bangaud y Tagudin sin socarro: el 9 en el mismo pueblo con una peseta de sa- corro: el 10 pisamos por Sevilla, Sta. Cruz, Sta. Lucia y Candon. socorriéndon )S con dos chupas de arroz y ocho cuartos. En Candon nos alojaron por los bahais para qu3 nos dieran de de comer, donde lo hicieron muy ma' durante — 184 — los dias 12, 13 y 14 que allí permanecimos. Én esta última fecha salimos para Santiago con el socorro de arroz y ocho cuartos: el 15, y so- corridos en la misma forma, pasamos por San Esteban, Sta. María y Narvacan donde nos die- ran una libra de carne de vaca. De aquí salimos para Vigan, capital de llocos Sur, y punto donde Íbamos destinados. Llegamos el dia 19 socorrién- donos con media peseta. El dia 23 no pudiendo resistir más entré en el Hospital de Vigan. (i) Aquí pasamos muy bien el tiempo, pues nos daban media peseta diaria y no eramos maltra- tados por nadie. El dia 23 de Noviembre del 99 dieron la orden de que los enfermos en el Hospital que pudieran andar salieran con dirección á la provincia del Abra y efectivamente nos lle- varon al embarcadero. Los oficiales enfermos re- clamaron al general filipino Benito Natividad di- ciendole que todos estábamos comprendidos en [i) CuaaJo el autor del ininuscrito llegó á Viga a había ve- rificado á pié y descalzo el siguiente itinerario: Calumpit á Pu- lilan, 9 kilómetros y medio; á Baliuag lo; á Qj.iingua nueve y medio; á Ma!o!os 7 y medio; de aqui eu tren debieron llevarlo á San F rnando: a México 5 y medio; á Santa Aaa 8 y medio; á Arnyat 6; á Cabiao 17. a Sao Isidro 9; a Cabanatuan 24, á Ta- lavera 11 y medio; á Santo Domingo 10; á Sulipa 9; a San Jusé 6; á Puncan 18; á Carranglan 11; á San José 99; á Umingan »} y nieJio; á San Q^iíiitin 9; á Tavúg 9; á Asingan 8 y medio; á Binalonaa 8; á Pozo Rubio 10; á Álava 8; á San Fabián u; a Saiito Tomas so; á Aringay 14; á Cabá 4; á uabaaa u; á Sju Fernando de la Unión 9; á San Juan ó; á Bagnotan 4; á Na- macpacun 19; á Bangued 6; á Tagudin 5; á Sevilla 10; á Santa Cruz 8; á Santa Lucia 6; á Candon 8; á Santiago 11: a San Este- ban 3; á Santa Maria 6; á Narvacan í: y á Vigan la. Que hacen va total Je ^66 kilómetros, >- i85 - el decreto publicado por Emilio Aguinaldo pre- sidente de la República, el día 23 de Enero de aquel año y qu2 por lo tanto debíamos de regresar á Vigan donde se habían cjuedado los empleados civiles, comprendidos también en esc decreto. Be- nito Naiividad, accedió á dicha petición, siendo de nuevo conducidos á Vigan donde volvimos á entrar en el Hospital. El día 26 de Noviembre las fuerzas filipinas tocaron llamada á paso ligero reuniéndose todas en la plaza: a las ocho oimos fuego de cañón y fusilería, lo que nos alegro sobremanera, pues comprendimos que los americanos atacaban y po- ' díamos salvarnos. Poco después de esta hora gra- nadas de gran calibre pasaban por encima del pueblo y á cada una tanto oficiales como soldados gritábamos ¡otra! ¡otra! A las 10 y media las autorida- des de Vigan pusieron bandera blanca en la Ca- tedral y fueron d por un americano que tenían prisionero en el Hospital. Los yankis que ataca- ban suspendieron el fuego y las autoridades fili- pinas, con el prisionero americano, salieron á par- lamentar. A las 12 entraban en el pueblo unos veinte americanos que eran recibidos con música, por las autoridades y gran número de chiquillos y pueblo. Dieron vivas á América y poco á poco fueron llegando más fuerzas americanas, que en el palacio del Obispo pusieron la bandera nacional mientras desde un balcón del mismo edificio un Jefe americano daba vivas á América que eran contestados por todo el mundo. Nosotros estábamos muy contentos, porque desde aquel momento liábamos dejado de ser prisio- — i86 — ñeros y de pasar tantas hambres v fatigas como veníamos sufriendo de largo tiempo: lo único que todos sentíamos era que Filipinas fuesen americanas y no españolas. A la caída de la tarde del día 26 fué un capitán de los prisionerí^s españoles á saludar al jefe americano y decirle los muchos prisioneros quí estábamos allí tarto civiles como militares y al poco rato llegó al Hospital un medico americano que nos llevó café, azúcar, galletas y latas de carne, lo que nos sentó perfectamente pues en la plaza no que- rían vendernos nada. El 27 por la noche se pre- sentó en el hospital • el comandante del buque de guerra Oregon ordenando que al día si- guiente, bien temprano, estuviésemos todos en la plaza para embarcar con rumbo á Manila, orden que se circuló entre los soldados y cívües que había refugiados por todo el pueblo. A las cucitro de la mañana del díi 28 toma- mos café y después de pasar un gran trabajo en reunir carretones para que nos llevaran la poca ropa que teníamos, como así mismo á los enfer- mos que no podían andar, llegamos al muelle, pero el Oregon estaba tan lejos que tuvimos que ir en botes y en muchas tandas, mojándonos y mareándonos mucho, pues el mar se hallaba bas- tante picado. Embarcamos por fin 112 personas entre soldado"*, empleados civiles y un fraile. El barco Orejón es mu/ hermoso: tiene muchos ca- ñones y ametralladoras. Ya á bordo nos daban de comer tres veces al día pescado y carne y á todas horas café con pan y mantequilla. Los sol- dados descansamos en el dormitorio de la tropa - i87 - americana y los oficiales y paisanos sobre cu- bierta, menos los más enfermos que durmieron en el comedor. Llegamos á Manila el dia 30. En esta madru- gada se murió un soldado de mi batallón que venia muy enfermo. Los americanos le hicieron una caja amortajándole con la bandera española. Cuando desembarcamos nos esperaban en el mue- lle el Coronel Carbó y otros Jefes y Oficiales españoles. Nos llevaron a los más enfermos al Hospital y á los demás al Convento de S. Agustín donde al entra exclamamos: ¡Gracias á Dios que hemos dejado de pasar miseria y estamos ya ves- tidos y calzados! Ya nos habían dado á cada uno dos trajes de rayadillo, un par de zapatos, dos camisetas, dos toballas, dos camisas, un sombrero, una manta y dos fajas. El día i.° de Diciembre nos dieron once pesos y el plus de dos dias del mes de Noviembre, lo que agradecimos mucho por hacer bastante tiempo que el dinero no se veía en nuestros manos. El dia 8 de Diciembre, dia de la Purísima Con- cepción, patrona de la Infantería, fuimos á misa todos los soldados que se hallaban en Manila, presididos por el general Jaramillo, (_i) [t] Hasta aquí la relasióa dsl cazador. £l día lá de Diciem- bre de 189S embarcaba con rumbo á la Pduíasula española, eu, el v<;por Leóa XIJLi, el individuo Matías Sánchez. Rpéi^dice nüriQ. 3 Relación nominal de los prisioneros, General, jefes y oficiales del Ejercito, Empleados civiles y Orde- denes Religiosas. EJERCITO General de Brigada: Pon Leopoldo García Peña. Coronel: Don Juan Rodríguez Navss. Tenientes Coroneles: Don Julián Blazquez; D. Manuel de Nagera; D. Bernardo Baquero; don Mariano Alberti; D. José Rodríguez; D. José Ferrer y D. Gregorio Cuesta. Comandantes: Don Juan Genova; D. Cinlo Pé- rez; D. Agíipito González; D. Francisco Vara de Rev; D. Miguel Orozco; D. Dionis'o Carbó; don Mariano Arques; D. Ángel Ortiz; D. Gabino Otero; D. Bienvenido Flandes, D. Federico Julio, don Manuel Infante; D. Ricardo Escrich; D. Enrique Groso; D. Félix Martin; D. Manuel López; don Joaquín Benedicto; D. Antonio Sastre; D. Rafael Morales: D. Mariano Cartan; y D. José Herrero. Capitanes: D. Gabriel Herrero; D. Juan Moris; — iq2 — D. José Te ; D. Enrique de las Morenas; don Juan Plaza. D. Isidoro Domingnez, D. Salvador Miró; D. Manuel Sato; D. Juan Alba; D. Ricardo Muriel. D. Antonio Muriel; D. Manuel Saldon; D. Manuel Alvarez, D Eustaquio Estener; don Bartolomé Delgado: D. Blas Garcia; D. Bar- tolomé Barlece; D. Inocencio Martin; D. Ma" nuel Arroyo D. Lorenzo Tomás D. lenasio Ma- teo; D. Inocencio Lafuente; D. Mateo Prieto; don Ensebio Salvador; D. Federico Rabadán: D. León Gil; D. Carlos Mendoza. D. Juan Ventosa; don Ciriaco Pérez; D. Mateo Ayllon; D. Mateo Al- masar; D. Francisco Portilla. D. Lorenzo Mo- lino; D. Feliciano Pérez; D. Ricardo Morales; D. Marcelo González; D. Francisco Garcia; don D. Antonio Moran; D. Manuel Quero; D. Pas- cual Gener; D. Mariano Enrique; D. Fernando Paredes; D. Federico Morazo; D Baldomcro San Román; D. Silvestre Cantero. D. Manuel del Valle; D. José Fresno; D Carlos Pintados don Fabriciano López; D. José Ureña; D. Casimiro Aoizanda; D. Fulgencio Ortega; D. Daniel Mar- tinez; D. Pedro Marquesa; D. Juan Escobar; don Gabriel Francisco, D. Vicente Llinas. D. Vicenta Estever. D. Miguel Liado; D. Toribio Mendoza; D. Candido Hernández; D. Melchor Fernandez; D. Guillermo Rodrifzuez: D Ángel Sequera; don Enrique Quion; D. Jesús Sánchez; D. Manuel Larraz, D, Gregorio Arraiza; D. José Ricon; don Hilario Dominguez; D. Pedro Sorraguo; D. An- tonio Bejar. D. Francisco Ternero; D. Eduardo Xandaró D.Rafael Yanc^uas: D. Ildefonso Parra; D. Diego Ramírez; D. Tomás»' Tejeiro; D. Carlos ^ 193 — Mendoza; D. Antonio Sta. Cruz y D, Sebastian de la Torre. PRIMER-^ s tenientes: D. FcHx Muñoz, D. Con- rado Gallego; D. Mateo Puchades; D. Rafael Guerra; D. Juan Crame; D. Juan Jiménez; D. Mi- ^el García; D. Salvador Rizar; D. Juan Lu- que; D. Segundo Rodríguez; Fracisco Suarez; D. Luis Gómez; D. Agustín Pinela; D. Inocencio Pirla; D. Santiago Bergoa; D. Sebastian Font; D. José Guillo; D. José Ponas; D. José González; D. Indalecio Vallejo; D. Ramón Cases; D. Joa- quín Suarez; D. Justo Amba; D. Gabriel Toro; D. José Bancal; D. Martín Martin; D. José Ca- sado; D. Ramón Corona; D. Leopoldo Rodax; D. Natalio Fernandez; D. Hemenegildo Escribano; D. Antonio Pérez; D. José Canoy; D. Juan Co- llas; D. Juan López; D. Antonio Martínez; D. To- mas Ruiz; D. José López; D. Venancio Mo- reno; D. Inocencio Paz; D. Pablo Morey; D. José Rodr'gnez; D. Manuel Gimeno; D. Leonardo García; D. Ramón Giner; D. Teodoro Otero; D. José Gutan; D. Emilio Rodríguez; D. Miguel Blanco; D. Tomas Várela; D. Ángel Olavarrieta; D. Cayetano Ruiz; D. Juan Domínguez; D. Luis Castillo; D. José Dáceres; D. José Sánchez; D. José Rodríguez; D. Francisco Cardón: D. Juan Crespo; D Antonio González; D. Joaquín Manas; D. Fermín Casas; D. Bernardino García; D. Juan López: D. Fernando Martin; D. Juan Salas; D. Exequiel Martínez; D. José González; D. Mariano Díaz; D. Francisco Balagibo; D, Francisco Gon- zález; D. Manuel Guardia; D. Juan Pujal; D. Ju- lián Hidalgo; D, Bonifacio González; D. Ger- 13 — 1^94 — vasio Hernández; D. Antonio Manblan; D. Francisco García; Ildefonso Mavayo; D. Carmelo Pérez; D. Manuel González; D, Eduardo Suarez; D. Die- go Pagés; D. Manuel Pérez; D. Vicente Her- mida; D. Francisco García; D. Lorenzo Ruano. D. Roberto Zaragoza; D. Juan Verd; D. Camilo Rueda; y D. Eduardo Fanin. SEGUNDOS TENIENTES D. Tomas García; D. Nar- ciso Rodoy; D. Laureano Melcon; D. Ramón Gómez; D. Victor Gil; D. Rafael García; D. Ge- rónimo Fernandez; D. Eliías Pons; D. Gabriel Colas. D. Tiburcio Blanco; D. Félix Magtanang; D. Diego SantiUana; D. Joaquín González; D. Se- bastian Román D. Antonio Carpió; D, Vicente Portillas; D. Gabriel Camacho; D. Juan Barrera; D. Julián Fulve; D. Gregorio Feyjoó; D, Silves- trs Maquera; D. Pedro Martin; D. Luis Pareja; D. Francisco Muñoz; D, Juan López; D. José Noriega; D. José Martínez; D. Manuel Lorenzo; D. Máximo Grajal; D. Matas Fuentes; D. Pe- dro Martínez; D. Manuel Montalvo; D. Bernabé Xuñez; D. Cresencio Rebullida; D Toribio Cris- tóbal; D. Esteban Ferrero; D. Claudio Giménez; D. Tomas González; D. Daniel Vicuña; D Pru- dencio Santa Maria; D. Aniceto Máximo; D. Juan Valdearenas; D. Leoncio Celdran; D. Pedro Me- dina; D. Ricardo Planchuela; O. Salvador Piera; D, Juan Espejo, O. Andrés Gómez; D. Andrés Jorrez; D. Lázaro López; D. Juan Ruiz; D. Donato Hormelleja; D. Manuel Lara; D. Vicente Martínez; D. Juan Solano; D. Josa Herrería; D. Luis Mu- ñoz; Ü. Francisco Pérez; D. José Gómez; D. Ra- fael Duyos; D, Joaquín Zulueta; D, Ricardo Clierre- — iqs — guiñe: D. José del R:c; D. Eduardo Cruz; D. José Alambiaga; D. Pascual Bermudez; D. Balbino Sanz; D. Wenceslao Cardias; D. Francisco Ra- mos; D. Demetrio Diaz; D. Isidoro Hernández; P. Juan Ballesteros; D. Emilio Tejido; D. Do- mingo Tegedor; D. José Nieto; D. Rafael Rapo- so; D. Juan Alfonso; D. Saturnmo Martin; D. Salvador Rivero; D. Antonio Salanova. D. Mateo Oliver: D. Braulio Villanueva D. Ri- cardo González. D. Benito Nuñez. D. José Ca- ridad; D. Juan Rodríguez. D. Eduardo Olamañana, D. Andrés Montero. D. Manuel Martínez. D. An- tonio Alvarez. D. Pedro de la Vega. D. Lázaro Carranza. D. Manuel Bastida; D Francisco Mon- tijano; D. Antonio García, D. Ruperto Sevillano, D. Fermín Moreno. D. Joaquín Rodríguez. D. Jor- ge Balaguer; D. Fernando Víllaverde. D. Mi- guel Ritell; D. Juan Sadía: D. Enrique Fernan- dez. D Jesús del Pozo. D. Francisco Valle; D. Ma- nuel Ponce; D. José Luengo; D. Justo Sal- vador. D, Cristóbal Marín. D. Manuel Rodríguez: D, Agustín Bcrges; D. Narciso de Vera; D. Fer- mín Gómez. D. Ciríaco Falcon. D. Joaquín Cor tés; D. José Aser. D. Mariano Pérez; D. Franl cisco López; D. Francisco Fernandez; D. Manue- Martinez; D. Miguel Cisneros; D. Serafín Ro- dríguez: D. Enrique Ocon; D. Victoriano Vecino; D. Miguel Blanco; D. José Moren; D. Pedro Gamundí; D. Urbano Mota; D. José Espejo; D. Jo- sé Barrio; D. Juan Ballesteros; D. Francisco Caune; D. Juan Domínguez; D. Inocente Montes; D. Pedro Pérez; D. José María; D. Juan Es- cricb; D. Félix Alonso; D. Rafael Torres; D.Fe- — 196 — lix Pacual; D. José Muñoz; D. Josi Riqueras; D. Felipe Hernández: D. Francisco Romero; D. Cleto Ruiz; D. Basilio Torrecilla; D Manuel Martinez. D. José Gutiérrez. D. Carlos Aranda; D. Mariano Hernández; D. Germán Salvo; D. Jo- sé Alvarez; D. Julio Barbera; D. Federico Gó- mez; D. Manuel Puchi; D. Juan Lorite, D. José Sánchez; D. Brau io Prior; D. José Garcia. D. Ma- riano Giménez; D. José Bustos; D. Mariano Robledano; D. Manuel Gil; D. Antonio López; D. José Ridrigue¿; D. José Ategui. D. Mariano Mechano; D. Agustín Escudero; D. Pedro Cantero, D. Froilan de Aliño; D. Andrés Blasquez; D.Mi- guel Rivas; D. Pablo González; D. Francisco López, D. Daniel López; D. José Pavo; D. José Farmés; D. Francisco Cauit; D. Isaias Valderrama; D. Alejandro Viamonte, D. Vicente Salvatierra^ D. Cipriano Liseano; D. Antonio Diazi D. An- tonio Fuertes; D. Evaristo Rodríguez; D. Leo- poldo Garcia; D. Mariano Genio, D. Ángel Apari- cio. O. Vicente Obrilla; D. Diodoso Siena, D. Juan Garcia; D. Julián Salabre, D. Juan Moreno; D. José Rodríguez; D. Sebastian Sinnes, D. Juan Calles y D. Gregorio Pérez. Médicos Militares. D. Francisco Planchuelo; D. Santos Rubiano: D. Rogelio Vigil; D. José Jurado; D. Emilio Garcia; D. Pió Arias; D. Fran- cisco Tupayarquas y D. Antonio Pérez. Administración Militar. Comisarios, D. En- rique Groso, D Félix Martin; y D. Manuel Ló- pez; Oficiales primeros, D. Rafael Hidalgo. D. Ve- nancio Zanon; D. Juan de la Peña. D. José Jiménez; D, Félix Fernandez; D, Juan Isarb y — 107 - D. Matías Vilo. Oficiales segundos, D. José Gar- da; D. José Puiggan; D. Julio Fernandez; y D. Leopoldo Visto. Oficiales terceros, D José Mar- tin; D. Manuel Pardo; D. Francisco Cañadillas D. Félix Toledo. Capellán: D. Antonio Vicente Profesor Veterinario; D. Alfred>> Garcia. Músico Mayor: D. Ramón de la Aurora. EMPLEADOS CIVILES D. Antonio del Rio; D. Tomas Pardo; D. José Carnero; D. Macario Marco; D. Francisco Comas; D. Manuel Ruvina; D. Mariano Lacra; D. Bo- nifacio Rosello; D. Aurelio Rusca; D. Remigio Rusca; D. José G. Céspedes; D. José Ferrer; D. Antonio de Córdoba; D. José Cisneros; D. En- rique Alvarez; D. Emilio Sánchez; D. Enrique Gutiérrez D Manuel Sarthou; D Juan Hernán- dez, L). José Biciter, D. Antonio Galindo; D. Ra- món Fernandez. U. Marcelino de la Matta D. Do- mingo Zamora; D. Emilio Sigüenza; D. Ra- món M. Cariso- D. Domingo Pcrez, D. Francis- co G. Ponce. D.Jacinto Romeo, D. Eugenio Sal- cedo. D. Sebastian de Castro; ü. Federico Jacques, D. José Gómez. D. José M. Gutiérrez, D. Agus- tín Gómez, D. Manuel Barreiro. D. Emilio Ba- del. D. Emilio Bono, D. Valentín Jiménez, D. En- rique Aitamirano. D. Juan López, D Cecilio Gar- cia; D. Francisco Maqucda, U. Ramón G. Alias, D Pablo Camasos, D. Ignacio Herrero D. Can- — 198 — dido Jacques; D. Guillermo Yarais; D. Rafael Luque. D. José Benito, D. Mariano Martin; D. Francisco de P. Romero; D José Cavestany D. José González; D. Cristóbal Ramos. D. Pedro Villar, D. Agustín García D. Florentino Sacristán, D. Jorje de Sánchez. D. Antonio Nadal; D. Va- leriano Morales; D. Celestino Pozas; D. José M. de Vera; D Nicolás Herrero; D. Ramón Ar- mada: D. José Bravo. Manuel Atienza; D. Alejan- dro Tester; D. Emilio Monasterio; D. Fiancisco Brivaron; D. Peregrín Mestre. D. Julio Lalatu; L\ Baltasar Mira; D. Antonio Verdegay; D. Joa- quín Chinchilla; D. José M Castels; D. Agustín Laauza; D. José Orozco. D. Francisco Campos; D. Julián Reiter D. Ramón Pujol. D. Alfredo Gómez. D. José Díaz D. Federico Trugillo; D. Ga- briel F, Céspedes. D. Pedro Ochoa: D. Luis Su- riano D. José González; D. Juan Martin. D. En- rique Polo; D. Fernando Morphi. D. Evar-sto Alvarez; D, Antonio Esmerado. D. Miguel G. I biricú. D. Antonio Echevarría; D. José Villasan; D. Francisco Barranco; D. Luis del Pino. D. Ama- dor Gongora; D, José Isaac; D. Antonio Con- rado. D. Carlos Diez D. Julio Martínez; D. Ma- nuel López; D.Juan Bros; D. Casimiro Alcubierre; D, Vicente Zaidin D. Ignacio Martínez, D. Tirso Canacbo; D Carlos Biero; D. Ramón M. Zaidin; D. Luis Moré; D. FeÜx Muaoz. D. Augusto Ru- bio; D. Luis M. Saez. D. Maximino Bravo; D Eu- genio Sánchez D. José Brea, D. Juan García; D. Lorenzo De vera; ]>. Abdon Vicente; D. Adolfo Lizarso; D. Agripino de Molina; D. Pedro Fer- nandez. D. Faustino Ruiz; D. Pedro Montañés; — - I9Q — D. Emilio Ruiz, D. Rafael García D. Emilio Maffei; D. Arturo de Diego; D. José M. Pérez; D. Inocencio G. de Diego. D. Arturo Echevarría; D. Gerardo Rodríguez; D. Rafael Arribas. D. Va- lentín Blob; D, Joaquín Pacneco; D. Andrés Sainzj D. Damián Martínez D. Emilio Fernan- dez; D. Enrique Avala; D. Salo Ponte; D. Eu^^e- nio Martínez, D. José Herrero; D. Carlos Dupuy. U. Ricardo Molleda; D. Julio de Castro. D. Vi- cente García D. Bernardo Alias; D. Luis Tornel- D. Joaquín Ramírez; D. Valentín Iglesias; D. An- tonio Juncadelia, D. José J. Urengochea; D, En- rique G. Hidalgo; D. Hipjlito González, D. An- tonio Escalera; D. Ángel Jiménez; D. Antonio Navarro, D. José Nuuez, D. Rafael Monserrat; D. Eduardo Amor; ü. Rafael Gastet; D. Pe- dro Aballe; D. orge Bustamante, D. AntíolíoJ. Padilla; U. Julio Inchaustí, D. José Boreny D. José Caballero; D. José Mar^a ülaide, D Marcial jesús; U. Agustín Alvarez, D. Miguel Palomino, D. Luis de León; D. Cesar Joranam, D. Ale- jandro M. Escribano, D. José Martínez; D. San- tiago Cardell, U.Francisco Rigo, D Manuel Mu- sas, ü Juan García, ú. Mateo Ventura, D.l-ran- cisco S. Feíjóo, U. Juan Comín; D Manuel Rodríguez, u. Manuel Soto. ü. Manuel Puei'ani, i'. Eieuterio Granados, U. 1 lorencio González, D. Ramón Carlota; ü. José Caballero, D. José M. de Oialde, D. Marcial Jesús, D. Agustín Al- varez, D. Miguel Palomino, D. Luis de León; D Cesar Lorrasaui, Ü. Alejandro M Escribano, D Juan Üntaneda, D, Juan Arce; O. José Mb Gii. D. Manuel T. Vergara, D. Román Iscariano; — 200 — D. Antonio Velano; D. Francisco Manejo. D. Ra- món Barriaaga; D. Luis M. Regife. D. José Cal- derón; D. José ReviUa; D. Francisco Trejo; D. San- tos Molinia; D. Manuel Castellano; D. Arturo del Moral; D Marcial Morcira D. Dario Cañizal; D. Vi- cente Vila; D. T. Bosanta; D. Antonio Trujillo, D. Ignacio Hernández; D. Manuel Rodríguez; D. Blas de Rivera; D.Manuel Arroyo; D. Federico Martínez; D. Bruno Cuenca; D. Patricio Marzo; D. Enrique Jobiondo; D. Eufrasio Moreno, D. Luis Pereira; D. Gregorio Arauza, D. José Aráullo. V D. Cecilio Rafael. RELIGIOSOS. Agustinos: Fr, Domingo La Prieta; Fr. Isidro Prada; Fr. Miguel de Celis. Fr. Felipe Lazcano. Fr. Pedro Quirós, Fr. Felipa Laudaburo, Fr. Lo- renzo Melero. Fr. Santiago Pe.-ez; Fr. Agapito Peña, Frr Mariano de los Reyes; Fr. Santos Ve- ga; Fr. Carlos Valdes. Fr. Mariano Rivas. Fr. Nicanor González; Fr. Victoriano x\. Gallo, Fr. Clemente Ibañez; Fr. Joaquin D. Duran. Fr. Juan del Olmo, Fr. Ángel Fernandez, Fr. Servulo Uri- goitia, Fr. Benito Ibeas. Fr. Antonio K^dondo; Fr. Agustín Muñoz. Fr. Fernando Garcia; Fr. To- nbio Faujul, Fr. Galo de la Calle, Fr Fernan- do Vázquez; Fr. Bernabé Jiménez; Fr. Celestino Garcia, Fr. V cente Ruiz Fr. Bernardo Martínez; Fr. Vicente Martínez, Fr. Pedro Diez, Fr. Faus- tino Diez, Fr. Ramón L. Zorrilla; Fr. Fcr- — aoi — rain SarJóii, Fr. Miguel Foiiturbsl. Fr. José R Prada; Fr. PoUcarpo Oimio', Fí\ Leoiiai-do Arbo- laya, Fr. Juan Za lo; Fr. Ricardo Alonso; Fr. Vic- toriano García; Fr. Mariano Ortiz. Fr. Ricardo Desa; Fr. Juan Callejo; Fr. Cirilo Ayala; Fr. Fi- del Franco, Fr. David Díaz, Fr. Bonifacio Car- retero, Fr. Casimiro Castro, Fr. Felipe Bar- ba, Fr. Ángel Corujedo; Fr. Francisco Ormunia. Fr. José Vázquez, Fr. Lisardo Villanueva. Fr. An- tonio Garcia; Fr. Clemente Hidalgo; Fr. Aqui- lino Garcia; Fr. José Fraia; Fr. Pedro Ibafiez; Fr. Mariano Lorenzo, Fr. Paulino Fernan- dez; Fr. José R. Cabeza; Fr. Leandro Collado^ Fr. Marcelino Ceballos; Fr. Manuel Foy; Fr. Baldo- mcro Arrauz; Fr. Juan Garcia; Fr. Juan López i Fr. Ramón Rivera; Fr. Ángel Oyanguren, Fr. Il- defonso Villanueva. Fr. Inocencio Vega; Fr. Pa- tricio Bernaoé, Fr. Juvencio Hospital; Fr Cecilo Guernes; Fr. Juan x\rrate^ Fr. Pedro Martí- nez, Fr. Román Toledo; Fr. Emilio Seisd.dos, Fr. Emilio Fernandez, Fr. Luis Rodríguez. Fr. Sil- vano CampoiTü, Fr. Nicolás Marino, Fr. Gregorio Palicio, Fr. Gu.nersindo Peláez, Fr. Sotero Re- dondo, Fr. Matías A. Palomo; Fr. Maximiliano Estevanez, Fr. Juan Y. Iglesias, Fr. Evaristo González; Fr. Pedro Ordoñez. Fr. Jesús Delga- do, Fr, Graciano Martínez, Fr. Antonio Záeta; Fr. Ant jnio Lozano; Fr. Ramón Pérez. Fr. Tiburcio Recio; Fr. Joaquín Santos; Fr. Komualdo Cres- po; FY. Ricardo Sanche,?; Fr. Román González; Fr. Fidel Larrinaga; Fr, Urbano Alvarez; Fr. Ma- riano Rodríguez; Fr. Antonio Blanco; Fr. Sabino Laso; Fr, Gaudencio Castrillo; Fr. Ricardo Can- — 202 — tero; Fr. Francisco de la Ronda; Fr. Gregorio Cabrero y Fr. Venancio Aguinaco. Recoletos: Fr. Victor Escos; Fr. Mariano Asencio: Fr. Aniceto Aris; Fr. Cipriano Bene- dicto; Fr. Hilario Vega; Fr. Alejandro Echazarra; Fr. Nicolás Rodeles; Fr. Félix Pérez; Fr. Mariano Morales; Fr. Bernabé Pena: Fr. Miguel Ga- lán. Fr. Félix Garces; Fr. Alejandro Labordo; Fr. Bernardino Vázquez; Fr. Calis lo Moral; Fr Pe- dro Oiave; Fr. Victoriano Román; Fr. Bruno Capanaga; Fr. Isidro Sanz; Fr. Andrés Ló- pez; Ir. Crisanto Aspileneta; Fr. Manuel Jiménez; Fr. Buenaventura Iturri; Fr. Maximiano Martínez; Fr. Juan Ortiz; Fr. Pablo Calvillo; Fr. Luis Cabello; Fr. Francisco Moreno; Fr. Fernando Her- nández; Fr. Valentín Bosobia; Fr. Agustin Pé- rez, Fr. Hipólito Navascues; Fr. Javier Jesma; Fr. Vicente Pinilla; Fr. Dionisio Gurbindo; Fr. Vi- cente Soler; Fr. Pedro López; Fr. Celestino Toldi; Fr. i ederico Serrano; Fr. Anselmo Ruiz; Fr. Pau- lino Jiménez; Fr. Agustin Pérez; Fr. Félix Lacalle; Fr. Julián Ortiz; Fr. Manuel Gómez; Fr. Miguel Garcia; Fr. Gregorio Bucio; Fr. Se- rapio Llórente; Fr. Manuel Navarro; Fr. Julián Iberragua; Fr. Pablo Vicente; Fr. Florencio Herranda; Fr. Miguel Alvarez; Fr. Inocencio Soláj Fr. Francisco Ecnagaurregui; Fr. Ángel Martinez; Fr. Juan Benito; Fr. Antonio Hernández; Fr. Vi- cente Vázquez; Fr. Mauricio Ferrero; Fr. León Ociioa; Fr. Mariano Lasa; Fr. Melchor Ardanaz; Fr. Claudio Argote; Fr. Eulogio Laenez; Fr- Fer* nando Cuenca; Fr. Juan de Dios Martínez; Fr. To- mas Arvago; Fr Tiburcio Fernandez; Fr. Gre- — 203 — godo Alfaro. Vi-. Aiigel Fabo. Tr. Cipriano Le- garraga. Fr. Pedro Pérez; Fr. Niculas Genaro, Fr. Felipe Segura; Fr. José Lapardina Fr. Tomás Gaya. Fr. Juan Briones, Fr. Marcelino Limonera, Fr. Pedro Moreno. Fr. Manuel García, Fr. Vic- toriano Tarazona; Pedro Jiménez Fr. Pedro Ben - gosej Fr. Blas Marti:. -z; Fr. Francisco Cabido; FY. José Rada: Fr. Gregorio Paredes; Fr, Pas- cual Laguna y Fr. Vicente Soler. FR.\NCiscAN03; Fr. Eulogio Gómez; Fr. Leo- nardo Eraso; "F'r. Agapito López; Fr. Vicente Gó- mez; Fr. Antonio M. Vidales; Fr, Francisco García Clemente; Fr. Francisco Santa Olalla; Fr. Vicente Herrero; Fr. Marcelino G. Tapetano; Fr. Jesús Román; Fr. Román Pérez; Fr. Felipe de Mata; Fr. Félix Moya; Fr. Cipriano Ortiz; Fr. José Ma- ría Cabanas; Fr. Jesús Rodríguez; Fr. Ángel Gó- mez; Fr. Román Fernandez; Fr. Agustín Jiménez; Fr. Arienio García; Fr Fi^cisco Patino; Fr. Julián López; Fr, Saturnino 5Rfeuel Fr. Dámaso Boiaños; Fr. Anacleto Vaquero; F^N|*erfecto Mén- dez: Fr. Miguel González; Fr, Severiaypo Marcos; Fr. Lope Toledo; Fr. Victoriano Jener; Fr. Brau- lio Pelaez; Fr. Jesús Lillo; Fr. Manuel García; Fr. Telesforo del Rio; Marcelino Sancnez; Fr. Francisco Santos; Fr. Arecio Cidad; Fr. Alfonso Rodríguez. Fr. Leandro Corrales; Fr. Ángel Gar- cía; Fr. Félix Ángel; Fr, Félix Gómez; Fr. Eduar- do de la Torre: Fr, Anastasio Gutiérrez; Fr . Leoncio García Platero; Fr. Mariano Pérez; Fr. Juan Marcos; Fr. Casiano Rodríguez; Fr. Gregorio Pérez; Fr. M'ariano Camuflas; Fr, Pió Jiménez; Fr. Francisco Pliego; Fr. Severiano Valenciano; — H04 — Fr. Rafael Garcon; Fr Gabino Muñoz; Fr. Manuel Salinas; Fr. Justo López; Fr. Vicente Varona; Fr. Jesús Sierra; Fr. Antonio Mariblanco Fr. To- ribio Martínez; Fr. José Cardeñoso; Fr. Pablo Sánchez; Fr. Salvino Pérez; Fr. Ildefonso García; Fr. Santiago Rebato; Fr. Victoriano Santa María; Fr. Marcos Gómez; Fr. Casimiro Fuentes; Fr. Félix Jiménez; Fr, Cipriano Delgado; Fr. Pablo Benavides; Fr. Felipe Vasquez; Fr. Mariano G. Atienza; Fr. Candido Gómez; Fr. Juan López; y Fr. Félix Minaya. Dominicos: Ilustrísimo Señor Fr. Hevia Cam- pomanes, Obispo; Fr. Saturnino Gómez; ir. Felipe Domínguez; Fr. Santiago Ibarra; Fr. José Codina; Fr. Prudencio Martínez; Fr. Vicente Fernandez; Ir. F:ancisco García; Ulpiano Herrero; Fr. Miguel Portell; Fr Fermin P. G. Julián; Fr. Toribio Ardanza; Fr. Jerardo Ramiro; Fr. Julián Misol; Fr. Telesforo Galarreta; Fr. Manuel Giraldez; Fr. Tomas Rodríguez; Fr. Blas G. Aldana; ¥r. Jorge Arjol; Fr. Raymundo Carrera; Fr. Vicente Istegui; Fr. José Bartolo; Fr. Ruñno Irazabal; Fr. Pedro Muñoz, J r. Víctor Herrero Fr. Román Cúbenos; Fr. Juan B. Tenza; Fr. Fabriciano Ruizj Fr. Raymundo Aranceta, Fr. Vicente Avila, Fr. Francisco Pulido; Fr. Paulino Agiur, Fr. Aniceto Casamitjana; Fr. Francisco Salaum; Fr. Agustín Masip^ Fr, Ceferino Martínez, ¥r. Manuel Tara- zona; Fr. Arsenio Gómez, Fr. Ignacio Cabido. Fr, Víctor Escalera, Fr. Manuel Garmendia; Fv. José Vergis. F'r. Ildefonso Delgado, F"r. F'elipe Zabala; Fr. Mariano Urbano; Fr, Ignacio Legarretaj Fr, Joaquín L. Portea, Fr, José .María Celaya, Fr, — 505 "" Próculo Martin; Fr. Juan Delgado; Fr. Francisco Elorriega: Fr. Romualdo Aguado: Fr. Manuel Blan- co; Fr. Deogracias García Fr. Miguel Bonel. Fr. Primo Calzada; Fr. Segundo Rodríguez Fr. Mi- guel García; Fr. Mariano García" Fr. Genaro Pé- rez, Fr. Domingo Campo. Fr Manuel Candela; Fr. Salvador Nalda; Fr. Venancio Peña: Fr. Lucio Urroz; Fr. José Maria Méndez; Fr. Fidel Matta, Fr. Juan Zabala; Fr. Eugenio Aguirrezabal; Fr. Luis C. Ramos; Fr- Bonifacio Corujedo; Fr. Bue- naventura Mata; Fr. Ensebio Chillaron; Fr. José Brugues; Fr. Julián Malumbres; Fr. Pedro Pérez; Fr. José Fito; Fr. Dionisio Casas; Fr. Francisco Marin; Fr. Francisco Bueno; Fr. Aniceto Marcos; Fr. Maximiano Fernandez; Fr. Juan B. González; Fr. Victoriano Martínez; Fr. Ildefonso Barba; Fr. Santiago Capdevila; Fr. Dionisio García Fr. Isi- dro Rodríguez; Fr. Isidro Fernandez: Fr. Pedro Linacero; Fr. Cipriano Rodríguez; Fr. Braulio Prieto; Fr. Cipriano Diez; Fr. Pedro Vicandi, Fr, Mariano Velasco; Fr. Florentino Fernandez; Fr. Juan Tejedor; Fr. Ramón Zulueta; Fr. Ignacio Zati- ca; Fr. Alfredo Colinas Fr. Julián Silva; Fr. Juan Maria Recio: Fr. Juan Gómez; Fr. Casto Prieto; Fr. Daniel González; ÍY. Mariano Somer; Fr. José Le- rrés; Fr, Placido Martin; Fr. Joaquín Camblor, Fr. Anastasio Irigoras; Fr. Enrique Platero; Fr. Ma- nuel Blasco; Fr. León Dagné; Fr. Casimiro Gon- zález y Fr. Hilario Estever. Religiosas Dominicas: Sor Maria Socorro; Sor Antonia del Rosario; Sor Inocencia de los Angeles; Sor Petra de Santa Catalina; Sor Do- lores de San José; Sor Maria Sacorro de Mar- — 20(1 — tires: Sor Josefa de Jesús y Sor Tomasa del Co- razón de Maria. Benedictinos: P. Eladio Alonso; P. Esteban Bruhs: P. Tomás López; P. Fructuoso Carreras; P. Romualdo Moral: P. Rosendo Ros; P. Martin Diez: P. Placido Carreras; P. Fausto Canñel; P. Román Queralto; P. Jerardo Castañares y P. Isidoro Arnais. Jesuítas: P. Alberto Masoliver: P. Ignacio Vila: P. Juan Casellas; P. Pascual Lasala; P. Anselmo Pérez P. Francisco Nenob: P. Fran- cisco Foradada: P. José España; P. Miguel Alaiz; P. Bernardino Lionera: P. Guillermo Lluguera; P. Fernando Diego P. Francisco Mompó. P. Mi- guel Surreda; P. Juan Corta; P. Antonio Anger; P. Pedro Simó; P. Magín Bertrán; P. Mateo Gisberb; P. Magín Angeles; P. Juan Galmes; P. Raymundo Perruga P. Juan B. Heras; P. Francisco Chorro; P. Nicolás Palomar; P. Ra- món Pancies; P. Ramón Vila; P, Juan Martin. P. Clemente Beamonte. P. Pablo Güila; P. Joa- quín Tricas; P. Juan Angeles. P. Juan Molí; P. Miguel Llul y P. José Vilanova. 5in ñe Ins apf'ndirEs, ÍNDICE D1DICA.T0KIA. I Phobmio, III Páginas. Cxpim-O I: El desacierto y falta de iniciativas del ge- neral Agustín, son el origen de haber caido prisioneras las tropas españolas que guarnecían el archipiélago Como debieron hacerse las reconcentraciones, en evitación de estos desastres Fechas en que capitu- laron los principales núcleos de fuerzas españolas. Fechas en que se rindieron las principales capitales de provincia, origen de la prisión del elemento ci- vil español y frailes, consideraciones generales i Capitulo II: Trato que se dio á los prisioneros españo- les. Atropellos, martirios y otros excesos. Alimen- tación. Algunos textimonios. Excepciones que con- viene señalar. Documentos auténticos. Proceder inicuo de alRunos periódicos de Manila i" CAPITULO III: Abacdono en que el gobierno español y sus representantes en el archipiélago, tuvieron á los prisioneros de los tagalos, durante muchos meses al principio de su cautiveiio. Algunos documentos que justifican este abandono y que pueden servir como continuación del capitulo anterior. A^ CAPITULO IV: Un poco de historia del Casino Español de Manila. Empieza la iniciativa de este Centro de recreo á trabajar en favor de los prisioneros Españo- les. Las primeras gestiones del Presidente señor Fuset. Suscripción para el socorro de los cautivos. Telegrama al señor Fuset del Gobierno de España. La sus- cripción de Primo de Rivera. Viajes del señor Fuset — 210 — al campo de Aguinaldo. Resultados. Decreto oe li- bertad de Jos prisicDeros civiles y agüitares enfernios. 55 C/piTCio V; El gobieiro español ¡Bteita la libertad de los prisioneros por la mediación ameiicaca. Gestiones de Otis cerca de Aguinaldo. Dos cartas importantes. 63 CAriTCTO VI: El vieje á Batargas verificado por el Ca- sino Español. Efectuase la expedición en el vapor Castellano. Socorros entregados á los prisioneros. La labor del Casino Español. El señor don Antonio Fuset. 79 CAPiTtJio VII: La gestión del general Rios. Comisiones qne en su tiempo fueron al campo Filipico Se busca el.apoyo de los Cónsules y comerciantes extrangeros. Resultados negativos de esta gestión. Algunas con- sideraciones. 83 CAPrrcLO VIII: Los prisioneros Frailes. Tratos que les dieron los tagalos. Gestiones que se hicieron para libertarlos. Otros antecedentes. 89 CAPiTUio IX" Empiezan las gestiones del general Jara- millo. Peticiones á Otis. Nombramiento de una co- misión que pase al campo Filipino. Son nombrados los señores del Rio y Toral que emprenden el viaje. Llegada de los comisionados á la residencia del Gobierno de Aguinaldo. Recibimiento afectuoso. Presentación de credenciales y propósitos. Aguinaldo nombra una comisión para que se entienda con los españoles. Interesantes conferencias llevadas á cabo. Libertad del destacamento de Baler. Final de la negociación. Otros prisioneros libres. Regresan á Manila los señores del Rio y Toral. 97 CAPrnjLO X. Como procedía el gobierno Español. Nuevo decreto de Aguinaldo sobre la libertad de los prisio- neros Preparativos para una segunda expedición al campo Filipino. Surgen dificultades de carácter inter- nacional. £1 general Jaramiüo solicita la venia de Otis para llevar socorros á los prisioneros. Negativas del general americano. Los ba'cos coa bandera es- paño'a y de la Grur Roja. Nuevos incidentes. Con- ferencia de los gíaerales Jarainillo y Otis. La ban- dera americana. rit qkptttjlo XI. La Comisión española emprende sa según- — 311 — do viaje al campo Filipino. Un telegrama del go- bieroo español Bases para tratar que proponen los Go.nisioQados españoles. Los miembros del gobierno Filipiao señores Paterno y Baencamino empiezan á obstruir las negociaciones. Niegaase los Filipinos á ad- mitir en sus puertos la bandera americana. El gobierno Filipino trata de no reconocer pode r bastante á los Cojiisionados españoles. Notable réplica de lot se* ñores del Rio y Toral. El gobierno Filipino reconoce los poderes. Única sesión que se celebra á conse- cuencia de la cual quedan rotas las negociaciones. Notables frases al ñnalizar la sesión. £1 Gobierno Filipino no tiene fijesa de ideas. Negativa á toda pe- tición de los Comisionados españoles. Reciben estos, sin pedirlos, los pasaportes paia abandonar el campo Filipino. Nuevo decreto de los Filipinos. Regreso á Manila. Socorros que repartió la comisión. lai Capitulo XII; La Comisión de Selección en Manila. Sus trabajos en favor de los prisioneros. Modo da co- municarse con ellos. Circular inportaote. Socorros y liquidaciones. Los Filipinos proponen nuevas negocia - cioaes para libertar a los priiioneros del Sur. Nega- tiva del Gobierno español. Cjuclusión* 139 Apbhdícb ¡íÓJi. I. Actas de las capitulaciones de La Laguna, Zambales, Isla de Negros y Dagupan. 149 Apbndice nóm. II. Curiosa relación que de su viaje y cau- tiverio en Filipinas hace elcazalor del Batallón expe- dicionario núm. 8, Matias Sánchez García. Apbndice núm. III. Relación nomiual de los prisioneros, ge- nerales, jefes y oficiales del ejército, empleados civiles 7 religiosos. lyt „^^.-- •» ..*_.4r>'^*"*4. Esta obra es propiedad del autor, el que se reserva todos sus derechos. Se acabó de imprimir esta obra el mes de Marzo de 1900, en la imprenta de Ramirez hermanos, Manila. University oí British Columbia Library DUE DATE ET-6 UNIVERSITY OF B.C. LIBRARY 3 9424 00973 6643 O-